INFORME ESPECIAL
Coronavirus: los paralizantes miedos que viven los niños
La directora de Niños Héroes, la psicóloga Lupi Herrera, explica cómo las preocupaciones de los padres o el temor de perder un ser querido se traduce en miedos que generan retrocesos en los pequeños.
Encuentra aquí lo último en Semana
Hay una tragedia silenciosa que está poniendo el peligro el mayor tesoro de la sociedad: los niños y sus emociones. Aunque la frase “los niños son los más importantes” es usual, y seguro recoge el sentimiento de los colombianos, es posible que en este tiempo de aislamiento los más pequeños no lo perciban de este modo.
Todo lo que los papás, las mamás, los abuelos y la familia en general logren compartir con las nuevas generaciones en este momento de crisis es fundamental. Aunque los adultos a veces no lo perciban, los niños necesitan escuchar palabras de aliento, voces amorosas, gestos de apoyo. Hacerlos parte de sus vidas, de sus historias de trabajo y amigos, de las tareas de la casa, de los sueños, ideas, anhelos y miedos es clave para poder superar de la mejor manera estos oscuros momentos de pandemia.
El proyecto de Niños Héroes, dirigido por la psicóloga y directora de televisión Lupi Herrera, busca brindar de manera gratuita y fácil, a través del arte herramientas de desahogo, tranquilidad y entretenimiento. También abrir un diálogo con los niños sobre sus emociones a través de las temáticas de las canciones de las cantautoras Inés Gaviria, María Isabel Saavedra, Katie James, Andrea Botero y Anabella y de las ilustraciones de Pedro Ruiz y Jenaro Mejía.
Según los psiquiatras, cuando pase la etapa más crítica de la covid-19 llegará otra epidemia: la de trastornos mentales. Las emociones afectan el cuerpo y la mente y muchos incluso las somatizan en trastornos o enfermedades que podrían evitarse. De allí, la vital importancia de conocerlas y trabajarlas en los adultos y en los niños.
El miedo puede ser un fenómeno normal y evolutivo en el desarrollo infantil o un fenómeno patológico que puede dejar graves secuelas en la infancia. Este último tipo de miedo puede derivar en fobias y miedos desadaptativos. La pandemia puede generarlos. Estos tiempos de confinamiento han traído incertidumbres, cambios abruptos de hábitos y vacíos. Con estos, viene en los niños el temor a la nueva realidad, sin mencionar la inestabilidad laboral y el miedo al contagio de un ser querido o la muerte.
Los niños perciben y asimilan todas estas emociones y es por esto que es importante crear un clima de seguridad afectiva y encarar con naturalidad los miedos evolutivos, ayudando al niño a hablar sobre los temas a los que teme.
Es importante identificar algunos patrones educativos que pueden generar temores disfuncionales, ansiedades o fobias. Por ejemplo, la sobreprotección, la utilización del miedo como medida disciplinar o la coacción para la solución de los temores evolutivos normales. Estos son un riesgo en el desarrollo evolutivo del niño y un gran peligro en las actuales circunstancias.
En el tratamiento de los miedos se utilizan técnicas como la desensibilización sistemática y la técnica de imágenes emotivas que se basan esencialmente en ayudar al niño a enfrentarse de forma paulatina y lúdica con el objeto temido hasta que el miedo desaparece. El diálogo, el arte y el juego son básicos para que los niños elaboren el miedo.
El “hambre de piel”, como ha definido el antropólogo Paul Byers a la falta de contacto físico, debilita el sistema inmunológico, influye en el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y los niveles de hormona del estrés e incluso en las emociones de la felicidad y el amor.
La piel tiene cinco millones de terminaciones nerviosas, que sirven para interactuar con el entorno y las sensopercepciones claves para el desarrollo físico y emocional. Por esta razón, el vínculo afectivo que se gesta con el contacto físico es clave para el bebé recién nacido, a quien siempre ponen en contacto con la madre piel a piel.
Los seres vivos y en especial los humanos estamos diseñados para hacer que el tacto sea una experiencia placentera. Cuando tocamos la piel, el sistema nervioso se desacelera, baja la presión sanguínea, el ritmo cardíaco se desacelera y las ondas cerebrales muestran relajación. También disminuyen los niveles de las hormonas del estrés y de los neurotransmisores como el cortisol, mientras que los niveles de oxitocina (neurotransmisor del amor y la felicidad) se incrementan.
La carencia de caricias y de contacto afecta a seres gregarios como los son los humanos, lo que puede derivar en depresión y ansiedad. Tomar la mano de un ser querido nos hace sentir seguros y apoyados desde la infancia; genera una sensación de alivio inmediato, gracias al aumento de oxitocina en nuestro cuerpo. De allí la sensación de bienestar de una palmadita en la espalda, o tomar la mano de quien nos cuida mientras sentimos malestar o de un ser amado.
Con la pandemia se perdió el contacto con la piel, la rutina, la luz natural, el cálculo del tiempo y la calidad del sueño. Este es un conjunto de estímulos básicos para el bienestar físico, mental y emocional. Los bajos niveles de serotonina se han asociado a la depresión, a la angustia y al insomnio, y es por esto que el tacto juega un papel vital en la estimulación de la serotonina.
Los expertos aconsejaron estimular las zonas del brazo, el hombro y el cuello, que concentran células C-MRUB, y hacer mucho ejercicio. “Simplemente caminar en una habitación estimula los receptores de presión en los pies”, sugirió Field. El automasaje del cuerpo, del cuero cabelludo o ponerse simplemente humectante en la cara también son otras formas de mover la piel.
“A esa amenaza invisible se suman otros factores estresantes como perder las rutinas de la escuela y las relaciones sociales con los amigos. También es posible que algún familiar haya pasado la enfermedad aislado en una habitación de la casa, o que haya llegado una ambulancia y se lo haya llevado al hospital; quizá han sufrido alguna pérdida y no habrán podido elaborar el duelo, ni despedirse, o puede que sus padres hayan perdido el trabajo, con todo lo que eso implica. Siempre señalamos que el entorno del niño es clave para su salud mental: si los padres no están bien, los niños no estarán bien”, señala Abigail Huertas, psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Los niños perciben la preocupación de los padres, el temor al futuro a la crisis económica y eso se traduce en miedo. Ese temor hace que los niños puedan tener retrocesos en el desarrollo físico, intelectual y emocional. Está comprobado que el miedo tiene repercusiones en el aprendizaje y en el desarrollo intelectual de los niños. Otro de los temores más frecuentes de los niños es la muerte de un ser querido. Por eso también este es un tema del que debe hablarse.
El confinamiento solitario de niños y ancianos puede producir deterioro acelerado y con carencias afectivas dramáticas y en casos irreversibles, la caricia y el amor respetuoso y responsable es tan importante para los niños como el alimento; muchos dicen que las caricias son el alimento del alma, la mente y las emociones.
Todos estos factores sumados a las medidas de aislamiento generan problemas en el desarrollo psico-afectivo de los niños de manera dramática, sin mencionar las consecuencias de estrés postraumático, por lo que hay que preparar a los niños para que su reintegro a la nueva normalidad no deriven en agorafobias y fobias de contacto y relacionamiento.
El trastorno de estrés postraumático suele estar ligado a un trauma vivido en primera persona por el niño, o reflejo de los traumas experimentados por sus padres. Se distingue porque aparece más tarde, con el paso de unos meses. Además de tristeza y ansiedad desproporcionadas, se experimenta visiones de eventos traumáticos, es decir, vienen recuerdos o flashbacks que les invaden y paralizan. Provoca recuerdos invasivos, insomnio, irritabilidad, bloqueos emocionales, y conductas en las que evitan momentos, lugares u objetos que los relaciones con el evento traumático.
Es normal que los niños ante esta situación de la covid-19 presenten trastornos tales como llorar fácilmente, encontrarse distraídos, agresivos, con dolor, sin interés en lo que antes les interesaba y con trastornos del sueño. Todos esos son temas que deben hablarse y entenderse. El solo diálogo ya es terapéutico o la expresión artística, con los elementos del proyectos Niños Héroes, podrían ser también un buen recurso.
La sobreinformación sobre el coronavirus a través de redes sociales, que aumentaba significativamente la prevalencia de depresión, ansiedad y la combinación de ambas. Por eso, psicólogos y psiquiatras recomiendan limitar la exposición de los niños a las noticias y las redes.
Es importante que los niños tengan la certeza de la compañía de sus seres queridos para acompañar estos momentos de incertidumbre. Se recomienda hacer actividad física regular, tener una dieta sana, velar por que los niños duerman bien con historias o canciones que les hagan compañía y los lleven a centrarse en lo positivo y bello del día. Intentar mantener la comunicación con sus amigos (aunque sea virtual y de ser posible de manera física manteniendo la distancia social), caminar en la naturaleza y realizar alguna práctica espiritual es también muy clave.
Hoy más que nunca los niños necesitan la atención abierta y plena de sus padres, la certeza de su afecto en palabras, gestos y caricias, el diálogo de los temas difíciles, la compañía y el compartir actividades que los haga sentir amados, seguros y tranquilos.
Es el momento del amor responsable y de la atención plena en nuestros niños, nuestro verdadero mayor tesoro.