ANÁLISIS

¿Quién debe ocupar la rectoría de la Universidad Nacional de Colombia 2018 – 2021?

La Universidad Nacional necesita a alguien tenga todas las condiciones para ejercer liderazgo, ello implica capacidad administrativa y capacidad política.

Andres Felipe Salazar*
8 de marzo de 2018

El próximo 22 de marzo el Consejo Superior de la Universidad Nacional de Colombia designará a quien ocupe la más alta dignidad de la primera institución educativa del país. Sin duda alguna es una decisión que despierta el interés del conjunto del sector educativo y debería serlo de todo el país, ya que esta institución es patrimonio de todos los colombianos.

Este 15 de marzo los nueve aspirantes acreditados por la secretaría general deberán someterse a una consulta a la comunidad, docentes, estudiantes y egresados ponderados en 60%, 30% y 10% respectivamente, validarán las cinco hojas de vida que resulten más votadas, de entre quienes el Consejo Superior designará al próximo rector o rectora.

La actual administración de la universidad se caracterizó por una importante capacidad de gestión con el legislativo, tanto menos con el ejecutivo, el sector privado y el endeudamiento, con ello logra dejar un balance financiero, que aunque aún es deficitario en 45 mil millones de pesos es sin duda menor al registrado en años anteriores, sumado a la apertura y puesta en funcionamiento (en primera fase y aún incompleta) del Hospital Universitario Nacional, la puesta en funcionamiento de la sede Tumaco, la creación de la sede La Paz en Cesar, así como otras importantes inversiones en infraestructura, como en El Cable en Manizales y Enfermería en Bogotá, proyectos aún por ejecutarse para la Facultad de Artes y Ciencias.

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Su renombrado primer lugar nacional en diversos rankings, más la reciente celebración del sesquicentenario de la institución, le ponen un reto no solo académico, sino eminentemente político y administrativo a quien asuma la responsabilidad, pues salvaguardar el mencionado lugar, implicará resolver una serie de inconvenientes que amenazan la posición de la institución.

En un sondeo aplicado a la comunidad universitaria en diciembre pasado cerca del 50% de la misma considera que la Universidad Nacional de Colombia no va por un buen camino, podríamos ubicar que esto se debe a 5 grandes causas, la primera de ellas es la pérdida de la capacidad de investigar en los pregrados, lo que redunda en afectación a la calidad; la segunda es que los estudiantes de posgrado no perciben mayor apoyo institucional a su desarrollo académico y profesional, en ambos casos a consecuencia de la ausencia de recursos que suplan en el tiempo adecuado a las necesidades de los estudiantes, esto fundamentalmente por la altísima carga de los docentes que son insuficientes y que pese a su disposición a duras penas dictan la clase sin lograr hacer un acompañamiento integral a los estudiantes; la tercera razón se debe al déficit de infraestructura, calculado en más de dos billones de pesos; la cuarta razón podría estar relacionada con el enfoque asistencial e insuficiente del bienestar universitario, que entre otras redunda en una deserción actual del 36% y que para el caso de los posgrados, pese a que se les cobra un porcentaje, es por completo imperceptible; la quinta razón es la pertinencia de lo que hacemos.

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Esta última es quizá  la más preocupante de todas, a 150 años de su nacimiento la institución atraviesa una crisis que aunque parece imperceptible se está dando, es la pregunta alrededor del ethos mismo de la universidad, para qué existimos, cuál es nuestra función, qué sentido tiene asistir a ella. Una respuesta sencilla podría anclarse a las funciones misionales de investigación, docencia y extensión y que en un movimiento de inercia sigamos adelante hasta donde la fricción nos lo permita, fricción que se explica en la misma pregunta, cómo podemos hacer investigación, docencia y extensión sin recursos para ello, la autonomía del docente, de la investigación, de la extensión y del conjunto de la institución y la comunidad, está sujeta a disponibilidad presupuestal.

Pero no se trata  solo de una inyección de recursos nuevos, que aunque sirven, van a seguir siendo insuficientes porque no sabemos cuánto nos vale lo que queremos, porque no sabemos que queremos. La sociedad colombiana no ha resuelto, el para qué la educación, en consecuencia es la universidad quien debe resolver la pregunta por su función pública y social, por cómo hacerse pertinente, como aportarle al desarrollo sostenible de nuestro país, cómo construir una cultura paz y reconciliación.

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La nueva rectoría, contará con una herramienta potentísima para dotar de perspectiva estratégica a la institución, será la primera vez que se construya un plan de desarrollo a 12 años, a diferencia de los planes de gobierno de 3 años a los que venimos acostumbrados, es esta la oportunidad de abrir los espacios de debate y participación a la comunidad, de abrirse a un trámite democrático de las diferencias que nos componen, y con ello cohesionarnos para trabajar mancomunadamente en la resolución de los conflictos cotidianos que nos aquejan, así como los de tipo estructural.

Afuera de la universidad también se encuentra en debate el horizonte, el Ministerio de Educación, los lineamientos de la OCDE, ICETEX, las comunidades académicas, científicas y los estudiantes, hacen dicotomía entre la idea de una educación mercancía que resuelve el acceso y la promoción por puro mérito individual y ausencia completa de lo colectivo, a los que se contrapone la idea de una educación de acceso universal y con profundo vínculo a los retos y problemas de la sociedad. Sin duda alguna la Universidad Nacional de Colombia debe tomar una posición y ejercer su liderazgo en el sector y en los espacios que se ha hecho ausente como en el Sistema Universitario Estatal.      

La universidad requiere de alguien con altísima capacidad de gestión frente al ejecutivo, el legislativo, y el sector privado de cara a la resolución de problemas puntuales, gestión que no le puede significar la pérdida de legitimidad, necesaria para cohesionar a la comunidad universitaria y al sector educativo de cara a la superación de los problemas fundamentales, legitimidad que además requiere de un profundo talante democrático.

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El primer paso para evidenciar la capacidad de cohesión  que construya la próxima administración deberá ser un compromiso, sin perder articulación con la descentralización de la Institución, que además de significar ineficiencia administrativa y alto costo burocrático, reflejado hoy en una relación 1 a 1 entre profesores y administrativos, ha implicado la pérdida de la autonomía y la capacidad de gestión de las diversas sedes de la universidad, lo que no quiere decir otra cosa, que la imposibilidad de responder a su contexto, que la Universidad Nacional de Colombia tenga impacto real en lo regional.

En suma la Universidad Nacional necesita a alguien que más que capacidad académica, tenga todas las condiciones para ejercer liderazgo, ello implica capacidad administrativa y capacidad política.

Quiero invitar a votar en la consulta del 15 de Marzo por quien cuente con esas capacidades de liderar y cohesionar, alrededor de un proyecto democrático, de profundo conocimiento institucional, de defensa de la universidad siendo pública, autónoma y de calidad.

Una buena medida para reconocer el talante democrático y de liderazgo, es preguntarse qué tanto le interesa al aspirante o la aspirante ganar la consulta, tomar su opinión, contar con su voto.

(*) Andres Felipe Salazar – Representante de los Estudiantes en el Consejo Superior de la Universidad Nacional de Colombia.