ELECCIONES 2018

La noche en la que Petro retó al establecimiento llevando una marea a la Plaza de Bolívar

En el cierre de la campaña del candidato de la Colombia Humana no había por donde caminar a varias cuadras a la redonda. Crónica de lo que no se vio tras el discurso.

18 de mayo de 2018

En la mitad de su discurso en la Plaza de Bolívar –esa a la que no le cabía un alma- Gustavo Petro pidió a la multitud sacar los teléfonos celulares y encender las linternas. Eran las 8 de la noche y lo que era una concentración política de masas por un momento dio la impresión de ser un concierto de Metallica.

Petro retó al establecimiento llevando a miles de personas a la misma plaza a la que alguna vez regresó luego de que el Consejo de Estado dejara sin piso su destitución como alcalde de Bogotá. Esa vez, en noviembre de 2017, Petro supo lo que significaba el micrófono y la agitación del pueblo como en las épocas de Jorge Eliécer Gaitán.

A estas alturas de la campaña es difícil que un contradictor político de Petro subestime lo que ha logrado en la plaza pública. A algunos incluso –y de dientes para adentro, por supuesto- esa capacidad de convocar mareas de gente adonde vaya les produce físico miedo. Y lo de anoche fue una prueba de fuego. Desde las 4 de la tarde, comenzaron a taponarse varias cuadras a la redonda.

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Quienes trabajan en la campaña de la Bogotá Humana sabían que era el momento en que los iban a medir. Días antes habían comenzado a distribuir propaganda con énfasis en los barrios del sur de Bogotá, donde Petro conserva sus bases. La estrategia fue coordinada por líderes sociales, hip hopers, barristas, animalistas e indígenas. Todos eran voluntarios.

Se trataba de poner en ejecución lo que internamente en la campaña llaman el plan manzana, que no era más que ir de casa en casa, como si fueran testigos de Jehová, contando lo que iba a suceder el jueves en la noche en la Plaza de Bolívar.

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Foto: León Darío Peláez - SEMANA

La seguridad alrededor de la tarima fue metódicamente organizada por la guardia indígena de los Nasa que viven en Bogotá. Frente a ellos quienes mantenían a raya el río de gente que comenzó a agolparse no eran policías, sino shaolines de la Universidad Pedagógica con trajes de karateca. Era difícil que alguien osara pasárselos por la faja.

El Movimiento Alternativo Indígena y Social (Mais) estuvo detrás de gran parte de la logística. María José Pizarro y David Racero, representantes a la Cámara electos por Bogotá por la lista de decentes, jugaron un papel fundamental en los detalles que nadie vio. A los dos se les vio caminar de un lado a otro, contestando llamadas, acreditando a periodistas, organizando a los líderes que iban llegando.


Foto: León Darío Peláez - SEMANA

Metros más adelante de la tarima había un espacio de privilegio para una comunidad indígena de Pueblo Rico, Risaralda. Eran 73 familias embera chamí y embera katíos que estaban sentados en lo que podría llamarse la zona VIP. Asistieron con sus niños –más de 30 contados así por encima- porque querían contarle a Petro de sus dificultades en la capital, las persecuciones que dicen sufrir en las calles con la venta de artesanías y de las deudas económicas que se les ha ido acumulando en las facturas de agua y luz en las casas que hace un par de años tomaron por arriendo.

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Desde el Congreso de la República, de cuando en cuando se asomaban funcionarios para ver el remolino que afuera se estaba armando. En los negocios alrededor de la plaza de Bolívar las filas para entrar a los baños se fueron haciendo más densas. Era imposible contar la cantidad de jóvenes que llegaban en parches de a tres, de a cuatro, de a diez, de a 20. Los vendedores de canelazo con chorritos de guaro o whiskey estaban haciendo su agosto. En una esquina, un hombre con acento costeño discutía por teléfono con su mujer. "Esto es una locura. No, mi amor, ¿cuál castrochavista? ¡Si va a hablar de educación, oportunidades para los jóvenes! ¡Otra vez vamos a discutir lo mismo! Ahora hablamos, me voy a meter en el centro para escuchar mejor. Chao", dijo. En ese instante a la plaza no le cabía un alfiler. Era impresionante.


Foto: Sergio Acero - SEMANA

El ambiente estalló de júbilo en el momento en que Totó la Momposina se montó con sus músicos en el escenario. “No estamos aquí por el dinero, sino por la verdad de un pueblo y sus raíces”, dijo ante miles de personas.

Pero la plaza se volvió un solo grito cuando Petro, rodeado de su gente más cercana, agarró el micrófono. Sus palabras no se alejaron mucho de lo que ya se le había conocido en escenarios anteriores. En Twitter de un momento a otro fue tendencia #ElDiscursoHistóricodePetro y empezó a rodar de chat en chat una fotografía tomada desde un dron: la plaza parecía apeñuscada de hormiguitas que no tenían para dónde más moverse. 

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Las élites, las mafias, la clase política tradicional, los mismos que han gobernado a este país, fueron palabras que retumbaron en los altoparlantes. Varias veces Petro nombró a Rafael Uribe Uribe. En esa esquina –dijo señalando con el dedo- lo mataron a hachazos. Lo mencionó como un verdadero liberal que quiso desde sus tiempos derogar la anacrónica Constitución de 1886.

Pero hubo espacio para detenerse en Jorge Eliécer Gaitán. Los aplausos subían cada vez que Petro refería el nombre del caudillo para decir que su legado más importante había sido el advertir que en Colombia no habría justicia social si las élites continuaban dividiendo al pueblo. "No se dejen dividir -decía Gaitán- porque el hambre conservadora es igual que el hambre liberal. Mientras esos políticos azuzaban a la gente para que se mataran, ellos se reunían a tomar whiskey".

Como era de esperarse también, hubo palabras para el expresidente Álvaro Uribe, de quien Petro dijo encarnaba lo más corrupto de la clase política. Germán Vargas estuvo también en su boca como el mayor referente de esas familias que han gobernado por un siglo al país y que reciben el poder solo porque pertenecen a una casta.

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Frente a sus propuestas, en más de una ocasión Petro aseguró que en campaña lo habían llamado ignorante por decir que el país debía, en diez años, abandonar totalmente su dependencia al petróleo y al carbón, cuando el mundo desarrollado está pensando en energías limpias. Las ovaciones iban y venían.

En los discursos de Petro -y así fue en la Plaza de Bolívar- no hay un mundo solo en blanco o solo en negro. Siempre hay dualidad: existen unos a los que hay que derrotar y otros -los olvidados, los oprimidos- que nunca han llegado al poder. Para el momento final de la aglomeración, cuando la gente comenzó a buscar salidas para tomar transporte, en internet Petro era el tema. La senadora Claudia López, fórmula vicepresidencial de Sergio fajardo, lanzó un trino tan criticado como alabado. Todo dependía de quien lo comentara. "Gustavo es un gran líder popular que inspira fervor en sus seguidores. Con las mismas plazas llenas y grandilocuencia dijo que le ganaría a la consulta del uribismo en M11. Y perdió 2 a 1. El 45% dice que nunca votaría por él. Es la esperanza no el miedo el que derrotará a Uribe", dijo López.

Pero lo hecho por Petro, hecho estaba. Esa parte del centro de Bogotá fue por unos momentos un hervidero de cantos, gritos y aplausos, como si fuera un carnaval. Los carritos de perros calientes, los restaurantes, los vendedores ambulantes de dulces y cigarrillos, vivieron horas de vacas gordas. Ignorar o minimizar los ríos de gente que estaban allí aupando al líder político hubiese sido equiparable a vendarse los ojos. Petro logró dar su golpe en la Plaza de Bolívar, allí donde para él comenzó todo.