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“Espectacularizar los hechos es lo que atrae”

Ante el debate de corrupción en el congreso, donde hubo insultos y agresiones verbales, SEMANA habló con el semiólogo Armando Silva sobre los discursos y el lenguaje corporal que se está usando en la política y la campaña electoral.

21 de octubre de 2017

SEMANA: Esta semana fue noticia nacional el debate promovido por los senadores Claudia López y Jorge Robledo. ¿Cuáles fueron los puntos claves que caracterizaron esos discursos?

Armando Silva: Lo primero a tener en cuenta es que era televisado. Cuando eso sucede, los senadores no le hablan a sus colegas, sino al país. La presentación fue un pretexto porque se convocó para hacer un debate sobre Odebrecht y terminó siendo un debate sobre Cambio Radical y especialmente sobre el candidato Germán Vargas Lleras. En tercer lugar, se puede notar que en un sentido inapropiado se utilizaron la televisión y el Congreso mismo para hacer campaña política. En cuarto lugar, predominó la amenaza, el lenguaje fuerte y referencial, epítetos con los cuales se desvirtuaron las personas contradictoras. Dijeron cosas como “estos partidos tienen gobernadores asesinos, paramilitares…” unas amenazas fuertes acompañadas de un quinto punto: escenificaciones teatrales. Hubo momentos en que el senador Robledo imitaba la manera como habla el fiscal, convirtiéndolo en cierta manera en un actor.

SEMANA: ¿Es inconveniente ese tono?

Armando Silva: Debo aclarar que no estoy en contra de lo que pasó. Me pareció interesante porque fue un debate atractivo y se tocaron temas importantes, pero hay que modelar las tonalidades del lenguaje que hace que lo que están diciendo pierda fuerza. Si uno se pregunta qué se recuerda de este debate diría, al menos a título de probabilidades, que los televidentes recordarían más los gestos que cualquier otro aspecto. Se habló de tantas cosas que quedan pocas en la memoria. En las esferas públicas es muy importante filtrar lo que se va a decir, y por ello eso que se va a decir hay que trabajarlo más, pues al fin y al cabo lo que importa en la política es que se logren transformar las conductas ciudadanas: al ir contra la corrupción con griterías queda más el gesto que lo dicho. Sin quitar que un grito en el momento adecuado funcione.

SEMANA: Algunos cuestionan a la senadora Claudia López por su tono de voz. ¿Es conveniente hablar así?

A.S.: El discurso de Claudia con su gestualidad excesiva le resta mérito y puede ir avanzando a un punto muerto donde pierda credibilidad, lo cual sería una lástima porque es una persona  vital, sensible y pendiente de hacer debates, como pocos. Pero puede llegar al extremo de que se le valore más el gesto que la palabra. Es ahí donde domina el histrionismo, lo que se vío en el debate. Es claro que ella atrae porque es una persona con carácter, pero también se corre el riesgo de que la gente le tome distancia y empiece a  desvalorarla precisamente por sus modos  exclamativos. Claudia ha generado unos símbolos interesantes para el país incluyente, al ser una persona que enuncia desde la comunidad LGBTI, eso es importante y le da votos de ciudadanos críticos, sensibles, y con ganas de discursos nuevos; ella lo cumple, unido a su arrojo, pero , a su vez su verbalidad extrema y gestualidad alterada le  bajan puntos. Su autopersonaje, aunque suene paradójico, no se ha terminado de construir. Lo que sí es claro, tanto para ella como para su personaje es que es combativa,  pero esas cualidades la llevan a empoderarse de otras caretas  fanáticas, y ahora su fanatismo es su lucha contra la corrupción. No quiere decir que no se tenga que combatir la corrupción, pero cuando se hace fanáticamente ya se hablaría de introyección de valores radicales asumidos como la única verdad: y eso toca los linderos de referencialidad agresiva del discurso.

SEMANA: ¿Qué tan estratégica es la bandera anticorrupción?

A.S.: Es paradójico porque por un lado la senadora López  y el senador Robledo están con su bandera de la anticorrupción, pero por otro lado atacan al fiscal Martínez, que es hoy una de las  personas más reconocidas por enfrentar de modo amplio la corrupción. Queda una atmósfera discursiva de que no quieren compartir esta bandera y esto los contradice pues en realidad es un sentir nacional muy grande.

SEMANA:¿Los políticos se vuelven personajes?

A.S.: Sí, en general la persona pública ( semióticamente)   se vuelve un personaje, pues ha traspasado el límite cómodo de lo privado. Naturalmente los políticos y las personas asumen unos roles, y diría que, justamente, Robledo y Claudia son esos personajes que se han construido así mismo un imaginario de personas impolutas, limpias, orgullosos de su ética. Uno lo puede deducir por el nivel de certeza con el que hablan y construyen sus enunciados, pues es normal que en las discusiones se admita la duda, pero en los discursos de ellos no las hay, es la certeza del que está en la verdad y desde allí nos informan.

SEMANA: Hubo agresividad en el debate, ¿hasta qué punto esto se debe permitir?

A.S.:Hay una parte estelar en la intervención. La senadora López pone al expresidente Uribe, al presidente Santos, al candidato de Cambio Radical, Germán Vargas Lleras, y a las Farc en la misma línea y categoría semántica: son unos bandidos.  Incluso llega a decir “por lo menos ahora tenemos un bandido menos” refiriéndose a las Farc. Eso aparece como exceso  verbal porque estamos hablando de un organización guerrillera que se caracterizó por actos criminales, secuestro, retención de niños y narcotráfico. Entonces la comparación queda como un despropósito que hace perder algunas verdades que pueda haber dicho, ya que los crímenes de las Farc no son los mismos de los otros citados, si bien pueden haber acciones delictivas de otra naturaleza, la cobija adjetival  de “bandidos” para todos de igual manera y sentido se le desbarata y ella queda desnuda en el auditorio.

SEMANA:¿Por qué llegamos a esta agresividad?

A.S.: Hay dos fuentes. Una son las Farc que dentro de su historia han sido actores agresivos, en términos de agredir la institucionalidad con fusiles en la mano, y eso lo traerán a la esfera pública, con la entrada de su nuevo partido. Muchas veces siguen disparando, pero con sus palabras. Un ejemplo fue cuando el fiscal dijo que había bienes que las Farc no estaban declarando y el señor Márquez lo mandó al extremo del infierno, porque estaba en contra de ellos: no admitían contradictor dentro del juego de la democracia y no se interesaron por aportar la prueba que se la dejaron al acusador. Las Farc  han demostrado que la agresividad produce. La otra fuente de agresividad social aún más diciente que la  anterior es el narcotráfico, el lenguaje narco ha permeado la sociedad colombiana. Diría como experimento discursivo de la paz social la necesidad de recuperar la formalidad del lenguaje y el diálogo porque atacar la corrupción no se traduce en quien grite más, sino en  producir argumentos y generar transformaciones, sin quitar de nuevo que colar emociones es válido pero no dirigido a destruir el otro contrincante del discurso, pues entonces en cambio de ser un discurso contra la corrupción, se vuelve un discurso contra un contradictor político. Es claro que Robledo y Claudia poseen gran desarrollo intelectual y  sensibilidad y disciplina, pero pierden la oportunidad de ser más constructivos cuando hablan de esa manera y generan más agresividad y una degradación del lenguaje político en general. 

SEMANA: ¿Cómo construir un discurso que no sea irrespetuoso, pero que le llegue al ciudadano?

A.S.: Varios investigadores dicen que estamos en la época del espectáculo y que espectacularizar los hechos es lo que atrae. Pero hay que saber atraer el espectáculo sin perderse en él. Estoy de acuerdo en que el debate de los senadores fue positivo en términos de atraer audiencia, pero es importante que no se quede solo en eso porque, aunque es aceptable que los políticos puedan tomar estrategias de la publicidad y la cinematografía, se debe encontrar  la proporción para que sea efectivo y no pase al extremo de perder credibilidad y generar rechazo. Está muy bien que atraigan y mantengan lo emocional, pero también deben traer al debate elementos racionales que no sean borrados por los gestos. Robledo y López no serían un buen ejemplo de cómo traer el espectáculo y no morir en él. Pero se les debe reconocer que reiniciaron la posibilidad del espectáculo político. Eso discursos que atraían en décadas pasadas Gaitán o  Carreño a través de la radio y la plaza pública se perdieron cuando entró la televisión, y ellos dos están intentando revivir esas pasiones. Sin embargo, hay que limarlo. En su caso el espectáculo iba absorbiendo mucho de sus palabras.

SEMANA:¿Rescata a algún político que haya manejado el lenguaje de una forma adecuada en el debate?

A.S.:Más que rescatar me llamó la atención la reacción del senador Uribe. Sin lugar a dudas es elocuente en la palabra y es una persona brillante en el  manejo de lo coloquial frente al acartonamiento de Santos.  Pero fíjese cómo el contexto lo estimuló y al final se prendió. Él, que podría haber hablado de una manera serena y metafórica en el momento del debate sintió que estaba hablando a la escena pública y empezó a gesticular y subir la voz:  la senadora Claudia y el senador Jorge Enrique pusieron un tono alto de vibratoria  y los demás los siguieron.

SEMANA: ¿El tono del debate es el mismo que se verá en campaña?

A.S.: Lo creo. Estamos viendo que la llegada del candidato Germán Vargas Lleras estimuló el avispero, como si lo estuvieran esperando. Por otro lado, hay una persona más cauta en lo que va de campaña, Sergio Fajardo, sin embargo, hay que ver cómo él va a manejar esto, pues diría que en el contexto no hay que olvidar el tono alto. Es decir, una vez que llegamos a un tono muy alto hay que bajarle, pero no del todo porque hay que mantener el elemento de emoción, de acción y de propuestas.

SEMANA: Por último ¿Cuál sería un discurso político apropiado?

A.S.: En la medida en que quien critique los procesos de paz sea enemigo de la paz no hay opción al diálogo. El reto del discurso político que venga es eliminar esos imaginarios, que se pueda hablar sin ser uribista o santista. Y la ciudadanía va por ese lado. Una buena campaña es cómo reconozco al otro, pero también cómo me afirmo yo. El enemigo político no está para destruirlo sino para crecer mostrando sus errores.¿ Acaso se podría uno imaginar tamaño despropósito que en el lugar de las FARC como el enemigo de la institucionalidad quedase Uribe desde los enunciados del gobierno?  Y que del otro lado  se imaginen a Santos y Farc como uno solo.