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CON NADADITO DE PERRO

¿Por qué no conservó como candidato la popularidad que tuvo como Fiscal? ¿Cuál podría ser el acuerdo para una tercería? Alfonso Valdivieso se explica.

PLINIO APULEYO
6 de abril de 1998

Ambos son santandereanos, ambos son liberales, ambos se abrieron paso en la política local recorriendo la misma arisca, dramática geografía de su departamento, llena de gargantas y riscos, y respirando el mismo cálido olor a guayabas maduras. Tienen docenas deamigos comunes y tal vez igual debilidad por un cabrito asado, un plato de pepitoria o un puñado de hormigas culonas. Pero hasta ahí llegan las coincidencias. De resto, entre los candidatos Horacio Serpa y Alfonso Valdivieso, todo son contrastes. Contrastes físicos y temperamentales. Con su metro 80 de estatura, sus bigotes decimonónicos de prócer, su verbo fácil y copioso, sus vibratos, sus proverbios, sus cejas como signos de interrogación, sus ojos negros y desorbitados que recuerdan los de Groucho Marx, Serpa impone una personalidad de alto colorido, beligerante. Valdivieso es todo lo contrario: pequeño, discreto, tímido, suave, con una diáfana mirada azul que impulsaba a sus padres, cuando niño, a disfrazarlo de ángel, con alas y todo, en las fiestas infantiles.
El uno, Serpa, hace pensar en la astuta pantera rosa. Valdivieso en una cautelosa ardillita. Serpa avanza siempre, en la calle y en la vida, con pasos largos y decididos. Valdivieso con pasos breves, silenciosos y rápidos como si llevara una sotana. Serpa recuerda a gritos, en los balcones, sus orígenes modestos, su pobreza. Valdivieso no hace gala de ella. La vive con discreción sin dejar saber que vive en la casa de sus suegros, que no tiene propiedades, ni automóvil, ni siquira un reloj. Le bastan sólo tres trajes, ¿para qué más?
En suma, el uno es un tribuno con un carisma muy especial. El otro no. Es discreto y la discreción es la peor virtud de un candidato. No obstante... Si se les mide con otra vara, la vara de los hechos, no de las palabras, los contrastes favorecen al ex fiscal. En Serpa las palabras resultan más generosas que los resultados de sus gestiones. Valdivieso, en cambio, se afirma en lo que hace y no en lo que dice. Cuando fue elegido Fiscal, de una terna en la que hacía figura de simple comodín al lado de Carlos Gustavo Arrieta y de Luis Carlos Esguerra, le dio al país una gran sorpresa. Con su nadadito de perro, sin alzar la voz, sin anuncios estridentes, trabajando 10 horas diarias a la luz de una lámpara de mesa, metió a la cárcel a 18 parlamentarios y al jefe y al tesorero de la campaña de Samper, y envió al Congreso una investigación bien nutrida de cargos contra el propio Presidente. Fue nuestro Di Pietro.
En manos de otro menos vertical y con mayor prudencia política, el proceso 8.000 habría podido quedarse sigilosamente oculto. De ahí que el ascenso de Valdivieso en las encuestas no fuese gratuito. En un mundo político donde prevalecen los compromisos y los acomodamientos, él resultó ser un hombre vertical, de principios. Como su primo Luis Carlos Galán.
Lo malo es que estos perfiles, buenos para un presidente, no lo son para un candidato. Sin un poder en la mano tan grande y temible como la Fiscalía, ingresando al ruedo de una campaña electoral donde no son los hechos sino la palabra, el gesto y el carisma lo que cuentan, Valdivieso volvió a ser el político de antes, discreto y suave, y las encuestas acusaron el golpe. Bajó en ellas, tanto que ahora sus opciones dependen esencialmente de que llegue a ser el candidato de la llamada tercería; es decir, de una coalición de independientes. ¿Llegó a prever, en su momento, que esto podía ocurrirle?
Plinio Mendoza: ¿Lo previó usted, Alfonso Valdivieso? ¿No era acaso perfectamente imaginable que una cosa era su popularidad como Fiscal y otra como candidato a la Presidencia?
Alfonso Valdivieso: Ahí tenemos que diferenciar dos cosas: la favorabilidad y las intenciones de voto. La favorabilidad, en mi caso, se mantiene en un nivel muy positivo. Las opiniones desfavorables, de un año a esta parte, sólo han registrado un aumento muy leve.
P.M.: Pero lo que cuenta para un candidato, y usted lo sabe, son las intenciones de voto. Y estas han bajado. ¿Cómo se lo explica?
A.V.: Eso obedece a varios hechos. El primero es el ingreso de otros actores en la escena. Está, por una parte, el caso Bedoya. Está el caso Pastrana. Esos nombres, por supuesto, fragmentan más la votación. Fue inevitable. El otro hecho es la polarización partidista que se expresa, por un lado, en favor de Serpa y, por otro, la conservadora, en favor de Pastrana. Y la tercera explicación es que las opciones presidenciales aparecen aún muy lejanas para los electores. No sabemos si el factor novedad, ligado a los nombres que han entrado en juego más recientemente, se decantará en las próximas semanas o meses. Es posible que así ocurra.
P.M.:¿Cree ciegamente en las encuestas? ¿Se guía por ellas?
A.V.: Las tomo como un punto de referencia, así me sean favorables o desfavorables. Pero no olvidemos que en las elecciones para alcaldes y gobernadores muchas de ellas resultaron refutadas en las urnas.
P.M.: En la Colombia de hoy, muy probablemente, la imagen de un candidato cuenta más que sus programas. Serpa tiene una imagen bien definida. Bedoya también: la de un general en campaña. ¿Admite que usted no ha logrado, como candidato, dar una imagen tan fuerte como la que tuvo cuando era Fiscal....
A.V.: En términos relativos, puedo reconocerlo así. Eso de la imagen está contando en la actividad política. Tal vez demasiado. La imagen que yo quiero transmitir es la de una persona que inspira confianza, seguridad, tranquilidad. Corresponde a mi carácter. No quiero acudir a manejos artificiales. No puedo aparecer ante los colombianos haciendo cosas insólitas. Sería un engaño. Soy como soy; como fui cuando era Fiscal y con ello puedo garantizar que, siendo presidente, tomaré las decisiones que sea necesario tomar sin vacilaciones.
P.M.:Usted nunca ha hecho valer públicamente, en favor suyo, ser primo de Galán. Al fin, ¿esto es una ventaja o un 'handicap'?
A.V.: Quien me indujo a participar en la vida pública fue Galán. De él aprendí mucho. Pero siempre me propuse manejar con mucha cautela esta relación. Así, mientras él estuvo haciendo política en Santander, nunca quise presentarme como candidato para una corporación. Y he mantenido siempre muy, pero muy grabada, la idea de que no puedo utilizar a Galán. Galán es patrimonio de todos. Yo tengo la obligación de forjarme mi propia identidad.
P.M.:Da la impresión usted de ser un hombre muy discreto. No grita, no se despeina, no ataca verbalmente a nadie. ¿Es así?
A.V.: Totalmente cierto. Soy así y no el típico santandereano gritón. Me identifico con el carácter de mi departamento en cuanto a la decisión, al arrojo, al carácter, a la verticalidad. Mi padre era el santandereano duro, fuerte. Mi mamá, santandereana también, tenía un tono suave que yo le heredé.
P.M.:¿No lo ha preocupado su estatura? ¿Cuánto mide?
A.V.: ( Sonriendo) Uno sesenta. No, a veces de las personas altas se espera mucho y dan muy poco. Es mejor ser pequeño, discreto, no amenazar a nadie, pero a la hora de la verdad cumplir. Las apariencias engañan, ¿verdad?
P.M.: Las maquinarias de los partidos mueven votos. Con plata, con puestos, como sea, mueven votos. ¿No cree usted que Serpa y Pastrana pueden llegar a la segunda vuelta si los candidatos independientes no se unen en torno a un solo nombre?
A.V.: El poder de las maquinarias es muy grande. Son la única expresión real de los partidos. Manipulan a las gentes, se valen de sus necesidades para conseguir votos. Es el gran trauma de la política colombiana. Eso se sabe. Pero el país ha padecido tanto por cuenta de las maquinarias, que bien puede querer otro camino.
P.M.: Quiere otro camino, no hay duda. Pero si el voto de opinión se divide entre varios candidatos, la alternativa final no será de los independientes. Usted lo sabe.
A.V.: Desde luego, esa es la razón que nos ha llevado a reunirnos. Noemí, Mockus, Lleras de la Fuente y yo estamos en conversaciones, nos mantenemos en contacto, hemos definido múltiples identidades y, claro, tenemos que llegar a una fórmula que nos permita derrotar a las maquinarias.
P.M.: Esa fórmula no podría ser otra que dejarle el campo a uno solo de ustedes, con el apoyo de los otros, y eso no parece fácil. ¿Cuál podría ser el procedimiento?
A.V.: Es importante también aparecer con un gran proyecto político. Sin él no podemos entrar a terciar, como ahora se dice. En cuanto a decidir quién va a ser el estandarte de ese proyecto, hay muchos elementos que deben ser considerados.
P.M.: ¿Cuáles?
A.V.: Muchos. No se trata sólo de asegurar la llegada de uno de nosotros a la segunda vuelta. Se trata de saber también qué efecto tendría esa candidatura sobre las de Serpa o Pastrana. No, no es una decisión sencilla.
P.M.: La prensa dice que ese candidato único no podría ser sino usted o Noemí, porque son los mejor opcionados en las encuestas. ¿Pero...quién le cede el puesto al otro? ¿Con base en qué? ¿No hay siquiera un principio de acuerdo?
A.V.: No, aún no se ha llegado a ningún acuerdo. No es bueno proceder con ligereza e improvisación.

P.M.: Parecería lógico que quien quede mejor situado en las encuestas fuera el candidato...
A.V.: Hay consideraciones en ese sentido. Pero...
P.M.:¿Hay un pero?
A.V.: Una encuesta puede estar interferida por factores coyunturales. Las encuestas siempre dependen mucho del momento en que se elaboren. Es como tomar una fotografía en la mitad de una carrera de caballos. ¿Quién asegura que esas posiciones se mantendrán en la meta?
P.M.:Y si no es una encuesta, ¿qué podría entonces sustituirla?
A.V.: Por ejemplo, un acuerdo de todos para cotejar la fuerza o la debilidad de cada candidatura. Otro procedimiento podría ser el de unos compromisarios.
P.M.:Caramba, ese acuerdo parece todavía muy crudo. ¿Realmente cree que llegarán a una fórmula aceptable para todos?
A.V.: Yo creo que sí. Tengo confianza.
P.M.:¿Por qué dejaron por fuera de este posible acuerdo a Bedoya? También es un candidato independiente...
A.V.: Hombre, yo he dicho que este no es un acuerdo excluyente.
P.M.: Pero lo dejaron por fuera.
A.V.: Por una razón que el propio Carlos Lleras la expuso. El general tiene una concepción autoritaria de la sociedad. Y una visión que no consideramos civilista.
P.M.: ¿No será un prejuicio? El prejuicio de que un militar es siempre una opción autoritaria.
A.V.: Conozco muchos militares que tienen otra concepción. El general Bedoya está planteando, por ejemplo, involucrar a la sociedad civil en el conflicto. Ha hablado de tribunales militares para juzgar a los civiles. Ha hablado de lo inconveniente que es para el país la Constitución del 91, diciendo que esa Constitución frena la acción de las Fuerzas Militares.
P.M.:Y ustedes con eso no están de acuerdo. Muy bien. Pero, al lado de esas discrepancias, hay muchísimas convergencias.También él es anticontinuista y tiene como bandera la lucha contra el narcotráfico y la corrupción. ¿No era electoralmente mejor acentuar lo que los une con él y no lo que los separa?
A.V.: En política, yo me he caracterizado por plantear, inclusive de manera muy respetuosa, mi concepción de lo que es o representa una persona. Pienso que inclusive las personas que están con el general Bedoya van a tener en cuenta un gesto de carácter, de valor, de entereza mío cuando expresé en un artículo lo que pensaba de él. Es un problema de responsabilidad política.
P.M.: Bien, si llegan a un acuerdo el candidato de la coalición independiente no podría ser sino usted o Noemí. ¿Por qué considera que usted es más calificado que ella?
A.V.: Primero, porque soy liberal y los liberales se identificarían más fácilmente conmigo que con una persona de origen conservador. Luego, porque se me reconoce una capacidad de tomar decisiones y de poder provocar el remezón que necesita la sociedad colombiana.
P.M.: ¿Realmente se considera usted como una persona más categórica, más decidida que ella?
A.V.: Sin lugar a dudas.
P.M.:¿No será sólo un prejuicio machista?
A.V.: De ninguna manera. Cuando era Fiscal, demostré que era capaz de tomar decisiones frente a poderes muy grandes.
P.M.: A propósito, usted le dictó al contralor David Turbay un acto inhibitorio y el actual Fiscal un acto de detención. Le van a cobrar esto electoralmente.
A.V.: Lo cierto es que los hechos por los cuales yo estaba investigando a Turbay dieron lugar a una decisión inhibitoria, que se mantiene. Lo que en estos momentos dio lugar a la indagatoria y a la medida de aseguramiento, fueron hechos distintos.Totalmente distintos. En este tipo de comentarios, lo que hay es insidia. Sólo eso.
P.M.: A usted lo identifican con el gavirismo. A Noemí también. ¿No ha venido una señal desde Washington para unirlos?
A.V.: Sinceramente no.
P.M.: ¿Qué piensa usted de Pastrana?
A.V.: En él hay una una contradicción. Dice querer para Colombia un cambio, pero sigue atado a una maquinaria, la de su partido. Hace cuatro años aparecía como abanderado de una fuerza fresca y hoy tuvo que inscribirse en el conservatismo. Me parece que eso es muy grave, porque o soltamos amarras o nos quedamos con el partidismo tradicional y sus maquinarias.
P.M.: ¿Y Serpa? ¿Son amigos cercanos?
A.V.: Tenemos un grado de relación un tanto alterado por los acontecimientos de estos tres últimos años. Creo que es una persona correcta en lo personal. Pero es muy dado a tolerar, a contemporizar, a dejar hacer. Es igual que Samper. Le gusta quedar bien con el uno y con el otro. No es la persona para manejar un país en crisis. A mí, en cambio, no me tiembla la mano para hacer lo que toca hacer en un momento dado.
P.M.: El habla de la paz. Usted también. ¿Dónde está la diferencia entre la propuesta de él y la suya?
A.V.: La propuesta de él es eminentemente voluntarista. Habla del diálogo por el diálogo. Nos haría depender a los colombianos de un salto al vacío entrando en una etapa precipitada de conversaciones que sería funesta para Colombia. Mi propuesta, desde luego, incluye una salida política o negociada del conflicto. Pero ese elemento no puede ser el único componente de una propuesta de paz. Yo he partido de algo fundamental: la necesidad de recuperar el ejercicio de la autoridad. De nada sirve negociar y firmar acuerdos de paz si las instituciones siguen como ahora, resquebrajándose. Además, previamente a cualquier arreglo, hay que buscar consensos en la sociedad. Tenemos que saber qué podemos conceder, en busca de la paz, quienes estamos del lado de la institucionalidad.

P.M.: La corrupción. Todos ofrecen combatirla, incluso Serpa. ¿Qué tiene su propuesta para hacerla más creíble?
A.V.: Bueno, hay varios elementos. Primero, yo voy a gobernar sin compromisos burocráticos.
P.M.: No va a pagar facturas a la clase política.
A.V.: Ninguna. Segundo, estoy decidido a establecer una real separación de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo. Es algo inaplazable en Colombia, porque lo que hay aquí es una relación absolutamente incestuosa entre los dos poderes. Nunca sabe uno con quién está hablando: si con el presidente Samper o con el presidente Name o con el presidente Guerra Serna. Tercero: medidas concretas. Debe haber cárcel para quien incurra en enriquecimiento ilícito. Debe ponerse fin a la corruptela de los extranjeros que vienen a sobornar a las autoridades colombianas. Voy a pedir para ellos la extradición. Quedan notificadísimos. Y, además, yo sí voy a ofrecer recompensas para quienes ayuden a la sociedad a descubrir a los corruptos. El contratista que vea una irregularidad y la denuncie tendrá posibilidad de obtener contratos. La ética regirá desde la Presidencia. Lo más grave de lo ocurrido con los ministros del mitimiti no fue su conversación en términos un tanto mafiosescos. Fue la carta de felicitación del presidente Samper.
P.M.: Si usted es elegido, lo más probable es que se encuentre con un Congreso hostil. Los clientelistas no le van a perdonar que haya puesto en la cárcel a 18 de los suyos. ¿Qué haría?
A.V.: Vamos a tener dificultades, sí. Pero son superables. Por dos razones: las mayorías clientelistas del Congreso tienen una característica: son mediocres. Otra: son cobardes. Más temprano que tarde terminarán acomodándose. Acordémonos de los narcomicos. Tenían su apoyo, el de las mayorías. ¿Por qué no los aprobaron? Por miedo, por cobardía. Cuando tienen en su contra la opinión, los columnistas, no se atreven. No se la juegan. A mí no me preocupa el Congreso. Seguramente, al principio, tendremos una borrasca inicial. O una tormenta. O, de pronto, un huracán. Pero lo afrontaremos.
P.M.: ¿Descarta la posibilidad de llevar a un conservador como candidato a la vicepresidencia?
A.V.: De ninguna manera.
P.M.: Noemí no se la acepta.
A.V.: Respeto su decisión. Ella aspira a la Presidencia.
P.M.: En pocas palabras: ¿por qué usted y no Serpa?
A.V.: Hay una gran diferencia entre los dos. El doctor Serpa no es de los que se les mide a los problemas. Es amigo de concertar. Si la USO quiere más privilegios de todos cuantos le ha entregado el país, él se los da. No piensa en las consecuencias. Concerta, da, cede. Y si el país está como está, si la corrupción ha llegado a un nivel tan alarmante, si la delincuencia organizada es tan fuerte, si tenemos una violencia tan desbocada, es porque convivimos con esos problemas en vez de afrontarlos. Es lo que seguiría haciendo Serpa. Horacio Serpa es una versión corregida y aumentada de Samper.
P.M.: ¿Si usted es presidente, llamaría a Serpa a colaborar con su gobierno?
A.V.: De ninguna manera. Es bueno acostumbrar al país a que representamos cosas muy distintas. Además, no creo que el propio Serpa acepte ninguna invitación.
P.M.: ¿Y si Serpa es el que gana y lo llama a usted a colaborar?
A.V.: Totalmente descartado. El gobernaría con su gente. La misma que ahora gobierna. Con él nada cambiaría. Conmigo sí.