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DESPUES DE LA TEMPESTAD...

EL AUTOR DEL SIGUIENTE ENSAYO EX EMBAJADOR DE COLOMBIA EN CUBA, SOSTIENE QUE LAS MEDIDAS ECONOMICAS DEL GOBIERNO DE LA HABANA LOGRARAN SACRA A LA ISLA DE LA CRISIS ...

RICARDO SANTAMARIA
27 de mayo de 1996

La hora final de Castro', como el periodista argentino Andrés Oppenheimer tituló su libro sobre Cuba a comienzos de los años 90, se convirtió en la hora más larga de la historia. Va para siete años, desde 1989 cuando se inició el desplome de la Unión Soviética y, seguramente, sobrepasará la década porque lo que hoy es claro es que para Cuba lo peor ya pasó.No quiere decir esto que la crisis ya se superó. No. Al margen de las posiciones ultraradicales de uno y otro extremo _que no oyen ni quieren saber de razones_, lo que eso quiere decir es que lo que hoy se discute dentro y fuera de Cuba no es si, como producto de la crisis actual, el gobierno se caerá o no, y cuándo sucederá, sino cuánto tiempo tomará la recuperación y qué medidas es necesario adelantar para lograr ese objetivo.Lo cierto es que independientemente de las posiciones de amor u odio por Cuba, de amigos o enemigos de Fidel Castro y la Revolución cubana, es un hecho que las medidas económicas adoptadas a lo largo de los últimos cinco años lograron unos resultados significativos. El primero, que el país no haya sucumbido al caos total, alcanzado por la debacle socialista. Cuba, en efecto, escapó al muy temido 'efecto dominó' que tantos vaticinaron cuando, uno a uno, se desplomaron los gobiernos de las repúblicas ex socialistas de Europa del Este. Y el segundo, que algunos indicadores económicos, aunque modestos, marcan una tendencia de recuperación. Veamos.Las cifras de la crisis cubana no pueden ser mas dramáticas: entre 1989 y 1993 las exportaciones cubanas disminuyeron de 5.400 millones de dólares a 1.700; y las importaciones cayeron de 8.100 millones de dólares a 2.000. La producción azucarera, el principal motor de la economía cubana, se redujo entre 1989 y 1994 de siete millones de toneladas al año a menos de cuatro.Y en el derrumbe del campo socialista fue mucho lo que Cuba perdió: se cerraron literalmente de la noche a la mañana, de un año para otro, el 75 por ciento de sus mercados de exportación y el 80 por ciento de las fuentes de importación de todas las materias primas y los productos terminados. Difícilmente se encontrará en la historia de las naciones a lo largo de este siglo una situación similar. Para tener una idea de lo que esto significa, es como si Colombia perdiera simultáneamente sus exportaciones de petroleo, carbón, café y flores y encontrara, además, cerrados sus mercados de Estados Unidos, Venezuela y la Unión Europea juntos.Obviamente es la más dura prueba que ha enfrentado la Revolución cubana desde 1959. Para la población significó una drástica disminución de su nivel de vida. A partir de 1989 los cubanos se vieron sometidos a diarios racionamientos de energía, a un prolongado desabastecimiento alimentario, a reducciones casi totales en el transporte público, al cierre de fábricas, a la falta de medicamentos en los hospitales, a una situación, en fin, de crisis generalizada como nunca se había vivido en 36 años, la cual obligó al gobierno a impulsar grandes transformaciones económicas y a dar un timonazo en la orientación de algunas de sus políticas.Nuevas prioridadesEn el frente externo se le dio prioridad a la estrategia de acercarse a los gobiernos del mundo capitalista y encontrar nuevos socios para el intercambio comercial y la inversión extranjera. Una estrategia orientada a recuperar mercados para sus productos, encontrar fuentes de abastecimiento de materias primas y transferencia de tecnología, y dar a conocer su oferta de asociaciones mixtas para el capital extranjero para explorar los recursos minerales y naturales de la isla y poner en funcionamiento su infraestructura industrial.Para lograr este objetivo fue necesario reformar la Constitución para permitir la propiedad privada para las asociaciones mixtas con el capital extranjero. Así mismo, desmonopolizar el manejo del comercio exterior, que hasta entonces se hacía de manera centralmente planificada y de forma exclusiva por el Ministerio del ramo, descentralizándolo mediante la creación de cerca de 250 empresas de nuevo tipo, que funcionan de manera independiente bajo parámetros de economía de mercado y realizan todo el comercio exterior de la isla en ambas vías (importaciones y exportaciones).Y en el frente interno, el gobierno introdujo otra serie de medidas que van desde la despenalización de la tenencia de divisa extranjera, la liberalización de ciertos oficios bajo la modalidad del trabajo por cuenta propia y la creación de los mercados agropecuarios cuyos precios se rigen por la ley de oferta y demanda hasta la creación de algunos impuestos (inexistentes en 35 años de revolución socialista), la eliminación de subsidios y gratuidades y el aumento de las tarifas de los servicios públicos. Todo ello con el objetivo de reducir el déficit interno (calculado en 1994 en 11.000 millones de pesos cubanos) y reactivar el consumo de bienes y servicios a nivel de la población.Ahora bien, las cifras económicas indican que 1994 fue el año en el cual Cuba tocó fondo. Veamos tres de ellas: tanto en 1994 como en 1995, y por primera vez desde 1989, la economía obtuvo ingresos en divisas superiores a los del año inmediatamente anterior (cerca de 2.000 millones de dólares en 1995); logró una reducción del déficit interno del 17 por ciento y el gobierno anunció un modesto pero significativo crecimiento de la economía del 0,3 por ciento en 1995. Para 1996 el equipo económico cubano fijó la expectativa de crecimiento de la economía en un 3 por ciento.Pero más allá de estos indicadores, que a muchos no les dicen nada, hay otros hechos significativos que indican confianza en la economía cubana por parte de los inversionistas. Por ejemplo, la presencia de 47 países (incluido Colombia) con pabellón propio en la última Feria Internacional de La Habana (septiembre de 1995) y la muy notoria presencia, además, de la Unión Europea, también con pabellón propio, lo mismo que de empresas del más rancio capitalismo como Mercedes Benz, Fiat y Mitsubishi. O el hecho de que los principales socios de Cuba, tanto en comercio como en inversión, sean Canadá y México. O que la construcción de habitaciones para el turismo esté creciendo en Cuba a un ritmo del 20 por ciento anual, proyectos todos que involucran el capital extranjero, principalmente español.Migración legalCon todo, también hay que mencionar un hecho de naturaleza política que tuvo tanta o mayor incidencia en la estabilidad de Cuba que estas medidas económicas: el acuerdo migratorio alcanzado con el gobierno de Estados Unidos en agosto de 1994 luego de la llamada crisis de los balseros. Dicho acuerdo desactivó la bomba de tiempo en que se había convertido la Base Naval de Guantánamo con sus más de 20.000 refugiados. También, hay que decirlo, este acuerdo, que sentó las bases para una migración legal y ordenada de cubanos hacia Estados Unidos, demostró que mediante el diálogo franco y civilizado los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, sin renunciar a principios y a posiciones propias, pueden solucionar problemas difíciles acogiendo fórmulas de mutuo beneficio. Por primera vez, con resultados benéficos para ambas partes y, sobre todo, para ambos pueblos, se impuso la fórmula de la negociación.Para cualquiera que visite Cuba hoy, y lo haya hecho en 1991 ó 1992, la diferencia es notoria. La situación económica sin duda ha mejorado: los racionamientos de energía se han reducido, el transporte público ha aumentado, se ha recuperado el valor del peso cubano respecto del dólar estadounidense, hay mejor abastecimiento de alimentos. Sin duda, aún se está lejos de haber superado el problema, y de hecho la propia dinámica de las reformas ha creado problemas nuevos y complejos, que demandan solución, pero lo que es claro es que lo peor ya pasó y que las alternativas en juego hoy giran sobre la esperanza de la recuperación y los caminos posibles para lograrla, y no sobre la incertidumbre de ser una ficha más en el derrumbamiento del campo socialista.Enemigos mortalesUn dato interesante es que todo este proceso de recuperación y transformación económica se ha llevado a cabo en medio del recrudecimiento del bloqueo comercial y financiero impuesto por Estados Unidos. En efecto, durante 1990 fue aprobada por parte del Congreso de esa Nación la llamada Ley Torricelli, que endureció aún más el embargo vigente desde 1960, creó nuevas restricciones a las ya existentes en todos los ámbitos: financiero, comercial, bancario, al transporte en general, al acceso a la tecnología de punta, y estableció nuevas sanciones a las empresas de ese país que realizaran negocios con Cuba.¿Qué significa esto? Para responder esa pregunta creo que es necesario analizar además el significado que para Cuba tiene la reciente aprobación por parte del Congreso de Estados Unidos de la Ley Helms-Burton, como un nuevo esfuerzo de ese país por cerrar el cerco comercial, financiero y económico contra Cuba y su gobierno. Representa hoy lo que en su momento representó la Torricelli: más de lo mismo, un poco más duro.Pero, por supuesto, la Helms-Burton tiene nuevos aspectos. El más importante y controvertido a la vez, su pretensión de ampliar las sanciones a otras naciones y a personas o empresas fuera de Estados Unidos que comercien o negocien con Cuba. Por supuesto, esta pretensión de legislar con carácter extraterritorial para todo el mundo desde el Congreso de Estados Unidos ha sido rechazada duramente por los principales aliados de ese país. En efecto La Unión Europea, Canadá y México, para solo mencionar los casos más importantes, han hecho categóricos pronunciamientos denunciando la Ley Helms-Burton como violatoria del Gatt, de la Carta de las Naciones Unidas, calificándola de 'inaceptable' o 'preocupante precedente' para el comercio mundial e, incluso, planteando llevar el asunto a conocimiento de la Corte Internacional de La Haya. En estos y otros pronunciamientos de distintos Estados, foros y organismos internacionales, como el más reciente del Movimiento de los No Alineados _Noal_, prima el argumento de que la ley ignora por completo el principio de derecho internacional de independencia y soberanía de los Estados.Lo interesante del caso es que algunos de estos mismos argumentos ya habían sido planteados por el presidente norteamericano Bill Clinton y el secretario de Estado Warren Cristopher el pasado año, para oponerse a la iniciativa cuando fue presentada al Congreso por el senador Jesse Helms y el representante Dan Burton (ambos republicanos). Las críticas de la administración Clinton a dicha iniciativa llegaron a ser tan contundentes que, en carta a los legisladores, el secretario de Estado manifestó que de ser aprobada el gobierno la objetaría por inconveniente a los intereses de la Unión. Ello motivó una serie de reuniones entre legisladores y funcionarios de la administración Clinton en las cuales, sin embargo, no se produjo un acuerdo sobre el texto de la misma. Finalmente, luego de muchas discusiones y una votación favorable en la Cámara baja, la iniciativa naufragó en el Senado y, aunque no fue rechazada, no surtió el trámite necesario para ser aprobada en esa legislatura: claramente no contaba con la mayoría necesaria para ser convertida en ley.Fue el derribo de dos aeronaves de la organización estadounidense 'Hermanos al Rescate' por parte de efectivos de la Fuerza Aérea Cubana lo que le dio una vuelta de 180 grados a este debate. En pocos días la iniciativa fue llevada de nuevo al Congreso, y fue aprobada con el voto de 74 senadores y 336 representantes. Contó, además, con la inmediata sanción del presidente Clinton. Resulta obvio que el presidente la sancionó no porque haya cambiado de opinión sobre ella, sino porque quería castigar al gobierno de La Habana por el incidente de las aeronaves en el cual murieron sus tripulantes y, probablemente, dar un 'gancho de derecha' en su campaña por la reelección.Es dentro de esta lógica de política interna y electoral estadounidense; dentro de la lógica del peso que la simbología cubana tiene en Estados Unidos; dentro de la lógica del gobierno de no parecer débil frente a Cuba, que se encuentra la explicación de porqué la administración Clinton respalda este recrudecimiento del embargo contra Cuba, produciendo con ello un viraje radical en la política que hasta entonces había mantenido hacia La Habana.Saliendo a flote¿Qué sucederá con la aplicación de esta ley? Es prematuro decirlo, entre otras cosas porque el gobierno estadounidense debe expedir en los próximos días una normatividad reglamentaria sobre la misma. Lo que sí es claro es que ni Cuba ni las naciones que mantienen fuertes lazos de cooperación e importantes intereses económicos en la isla cambiarán su política. Ya lo han dicho de manera categórica. Se trata de países como Canadá, Francia, Gran Bretaña, España, China, México o Rusia, entre otros, que históricamente han exhibido total autonomía para fijar su política frente al gobierno de La Habana y que, seguramente, no la cambiarán ahora porque en el Congreso estadounidense se haya aprobado una ley que, a juicio de todos, es violatoria de los más fundamentales principios del derecho internacional.A su turno, también es claro que Cuba mantendrá inalterable su prioridad de acercarse a los gobiernos y a los empresarios de Europa occidental, América Latina y Canadá, buscando ampliar la cooperación y la inversión extranjera en su país como la manera de darle continuidad a una política económica que empieza a mostrar resultados.Todos estos elementos _políticos, económicos y sociales_ acerca de la coyuntura que actualmente se vive al interior de la Revolución cubana nos llevan a una conclusión: Cuba está saliendo a flote de forma lenta pero segura, pausada pero firme. El desánimo y la incertidumbre de los primeros años del 'período especial', el miedo de verse abocados al desplome como sociedad han sido sustituidos por la esperanza de la recuperación que empieza a tomar forma, aunque sea muy difícil el camino que hace falta recorrer.Sin duda es un camino marcado por nuevos desafíos y, también, por contradicciones no resueltas. En lo económico, el tema del crédito externo es uno de los principales aspectos que el equipo económico cubano debe resolver. Es muy difícil desarrollar un país y reconstruir su economía únicamente con la inversión extranjera. Y en lo político, cómo compaginar el deseo de mantener los principios de la revolución socialista, a los cuales, según reiteradas expresiones de los máximos dirigentes del país, no han renunciado ni renunciarán; cómo compaginar esto, repito, con la aplicación de la economía de mercado y todo lo que ella conlleva no solo desde el punto de vista económico, sino social y político. Son temas de fondo que ya están sobre el tapete.