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El candidato incomprendido

"El jugo de borojó con cangrejo criollo me ha puesto más fogoso que el secretario de prensa del presidente Uribe". Por Jaime Bayly

Jaime Bayly
30 de enero de 2010

"Dígame, señor Baylys, ¿usted quiere ser presidente de Perú?". Sí, en efecto, señora, tal es mi deseo, tal es mi sueño. “¿Y por qué quiere ser presidente?”. Bueno, mire usted, desde que era niño, mi mamá me decía Jimmy, tú has nacido para ser presidente o cardenal, y lo de cardenal, la verdad, nunca me interesó. “¿Por qué, es usted ateo, señor Baylys?”. No, no, qué ocurrencia, eso de ser ateo me da pereza, simplemente porque los cardenales no pueden follar y los presidentes sí, por eso me inclino por la política (aunque sospecho que los cardenales follan más que los presidentes, ¿no?). “¿O sea que usted quiere ser presidente de Perú para hacer feliz a su mami?”. Sí, señora, en efecto, mi madre ha sufrido mucho por mi culpa, o por culpa de mi pene (que es un campamento guerrillero de mi cuerpo), y este año cumple 70 años (mi madre, no mi pene) y me gustaría compensar toda la aflicción que le he provocado dándole la felicidad, el júbilo impensado de verme como presidente de Perú. “¿Y qué cosas haría usted como presidente?”. Pues no tengo la menor idea, señora, pero ya iremos improvisando. Por lo pronto, me gustaría ser presidente en el exilio, si tal cosa es posible, o presidente en la clandestinidad, y dormir cada noche en una cama distinta con un edecán distinto. “¿Dormiría usted con sus edecanes, señor Baylys?”. Desde luego, querida amiga. Pero no salte a conclusiones atropelladas: dormiría con ellos, aunque no necesariamente los sometería al imperio de mi virilidad ni horadaría sus orificios más sensibles sin contar con su permiso. Dos hombres, oiga usted, pueden compartir cama sin tocarse las zonas pudendas. “¿Pero a usted le gustan los hombres, es usted homosexual, del otro equipo, como me han dicho mis amigas?”. No, señora. Me encantaría ser homosexual. He tratado de serlo, pero he fracasado. Nadie es perfecto, ya sabe. Por desgracia, mi destino es ser bisexual. “¿Pero si es bisexual, señor Baylys, cómo se le ocurre que va a ser presidente del Perú?”. Pues mírelo como un ahorro: por un solo sueldo tiene al presidente y a la primera dama. “¿Y es cierto que usted se ha vuelto impotente, como dicen las malas lenguas?” Señora, me ruboriza usted. Le seré franco. Lo era cuando llegué a Bogotá. Estaba en coma profundo. No lo levantaba ni una grúa. Pero el jugo de borojó con cangrejo criollo me ha puesto más fogoso que el secretario de prensa del presidente Uribe. “¡Pero ese señor no parece nada fogoso, señor Baylys!”. Créame, señora, yo tengo un radar que no falla: ese señor es un volcán en erupción, y si pasa un fin de semana conmigo, le cambio la vida y lo dejo con una encrucijada en el alma por lo menos, y a lo mejor con varias más. “Señor Baylys, usted lo que necesita es un siquiatra”. Sí, señora, no cabe duda de ello. Pero quizá Chávez y Uribe lo necesitan con más urgencia. “Espero por el bien de su país que no lo elijan nunca presidente”. Gracias, señora. Yo también. “¿O sea que no desea usted servir a sus compatriotas?”. No, señora, qué ocurrencia. A mí lo que me gusta es que me sirvan los postres de la señora Myriam Camhi. Yo nunca he creído en el servicio público. Pero soy un devoto del servicio púbico. El servicio púbico, créame, es una forma incomprendida de servir a los demás.