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"EL CONSERVATISMO TIENE UN NOMBRE CAPAZ DE UNIRLO:EL MIO"

GABRIEL MELO GUEVARA

26 de junio de 1989

SEMANA: El partido conservador está dividido. ¿Cómo cree usted que debe hacer para llegar unido a las elecciones?
CABRIEL MELO GUEVARA: Saliéndose de la discusión sobre temas puramente accidentales y de mecánica, y agrupándose alrededor de una propuesta que lo presente como alternativa, que no puede ser una simple oposición que contradiga automáticamente lo que propone el gobierno o sus competidores, sino una opción distinta que tiene que dejar de salir de la actitud negativa frente al contradictor, para pasarse a la actitud positiva de propone alternativas.

S.: Eso suena bien, pero el país no funciona así. En Colombia las divisiones no se arreglan jamás con programas, sino con mecánica o nombres...
G M.: No, funcionaba así. En pasado. Estamos frente a un país nuevo. joven, más educado, mejor informado, capaz de reflexionar, que tiene que pensar antes de votar, porque ya ha sufrido las pésimas consecuencias de votar sin pensar.Y nosotros tenemos un partido con instinto de conservación que sabe que dividido no tiene ninguna opción de poder y que, además del programa, tiene un nombre capaz de unirlo: el mío. Si no se confía en la habilidad para la mecánica, hay que confiar en el instinto de conservación de los conservadores.

S.: ¿Unirlos cómo?
G.M.: Lo importante es tener votos muchos votos y no tener vetos, ningún veto. Yo tengo los votos y no tengo ningún veto,ni dentro ni fuera de mí partido. Eso me permite unirlo y con esa base conseguir muchos más votos que los de mi propio partido. Así funciona hoy la democracia en Colombia.

S.: ¿Pero no será que su tránsito de alvarismo clase A a alvarismo clase B para conseguir el apoyo de Pastrana lo puede dejar sin el pan y sin el queso?
G.M.: No hay ningún tránsito. Yo soy un colombiano clase A y un conservador clase A. Lo demás son puras especulaciones.

S.: Dejó por fuera a Alvaro. Ya parece alvarista de clase C con esa respuesta.
G.M.: Al contrario,soy un admirador irrestricto de las tesis y de la personalidad de Alvaro Gómez. Lo he sido siempre y lo seguiré siendo y él les enseñó a sus seguidores a pensar en el país y en el conservatismo por encima de diferencias coyunturales.

S.: ¿Y por qué no lo acompaña en su decisión de no ir a la convención?
G.M.: Todo tiene su tiempo y todo lo que ocurre bajo el sol tiene su hora, como dice la Biblia. Ya llegará la hora de decidir sobre la convención. Lo importante hoy es concretar el propósito alrededor del cual tienen que unirse los conservadores. A eso se le pone después la mecánica.

S.: Y hablando de la Biblia, la mayoría de la gente cree que más posibilidades tiene un camello de entrar por el ojo de una aguja que el partido conservador de llegar al poder. Denos un argumento práctico para pensar lo contrario.
G.M. Lo del camello y la aguja lo dijo Jesucristo refiriéndose a los ricos y al reino de los cielos. Y el nuestro es un partido de gente de la clase media y popular. ¿Que cómo obtenemos las mayorías? Olvidándonos de las viejas mayorías amarradas por el clientelismo para formar unas nuevas con el núcleo del partido conservador, personas pertenecientes a otras colectividades distintas del partido. Hoy son más los colombianos que afirman no estar atados a ningún partido político, que votan independientemente. Para donde ellos se inclinen, está la victoria. Esas son las nuevas mayorías.

S.: Galán expuso aquí la semana pasada una tesis interesante: que con la consulta popular en el partido liberal quedará liquidado el partido conservador, ya que la emulación, el cubrimiento y la dinámica de la pelea liberal tiene que traducirse en un número mayor de votos para ese partido.
C.M.:Primero, quedarán liquidados varios precandidatos liberales. Pero tiene razón Galán al decir que la consulta estimula la votación. Por eso he sido partidario decidido de las consultas populares. Ojalá se realizara también dentro del conservatismo. Eso oxigena los partidos, es la democracia funcionando a plenitud. Tarde o temprano, también llegaremos a la consulta, y ojalá que sea cuanto antes para bien del partido y del país.

S.: ¿Ud. desmontaría el esquema gobierno-oposición o haría un gobierno de partido?
C.M.: El gobierno de partido es un error funesto para el país. Hay que enterrar los gobiernos de partido en la misma tumba donde los colombianos sepultaron el sectarismo, y ponerle una lápida pesada de donde no se pueda volver a levantar jamás.

S.: ¿Ud. asocia al partido conservador con la derecha? ¿ Usted se considera de derecha?
C.M.: Izquierda y derecha son vocablos de la vieja política amarrada a las viejas mayorías, pero si hay que usar esa terminología yo estoy en el centroderecha.

S.: ¿Entonces le gustan las privatizaciones que están tan de moda?
G.M.: Las privatizaciones se han puesto de moda, porque la estatización ha sido un rotundo fracaso. Veamos si no el caso de los Seguros Sociales en Colombia. Siempre con dificultades financieras, con pésimos servicios a los afiliados, incapaz de ampliar la seguridad social, para cubrir a la mayoría de los colombianos. Eso fracasó. Lo lógico ahora es entregar los Seguros Sociales a sus verdaderos dueños, los trabajadores y los empleadores. Sin duda lo manejarán mejor. Hoy la plata la ponen los trabajadores y las empresas y la mala administración la pone el gobierno.

S.:¿Existe algún punto concreto sobre el cual basaría su campaña?
G.M.: Tenemos un 11% de desempleo abierto y un 44% de desempleo disfrazado. Ahí está el semillero de los peores problemas económicos, sociales y políticos. Si no hay un plan de empleo inmediato, nuestras instituciones no resistirán la presión social.Y hay un aspecto especialmente grave, el desempleo de los profesionales. Los jóvenes tienen que estudiar 16 ó 20 años para graduarse, cuando les entregan su grado o título no reciben un diploma, sino un pasaporte al desempleo. Para fines de este siglo, es decir pasado mañana, tendremos 581 mil profesionales desempleados. Ningún sistema político puede resistir la carga de frustración y resentimiento que eso significa.

S.: También se habla mucho de financiación de las campañas. Para contribuir a la claridad en este punto, ¿cómo piensa financiar la suya?
G.M.: Con la contribución directa de quienes creen en mi programa y creen en mí. Además contribuciones nominales, para que sepa con claridad de dónde viene. Es un camino duro, por supuesto, pero es el único limpio que se puede seguir en este momento. Los costos se desbordaron y por ello hay que imponer rápidamente un control para que los colombianos elijan presidente y no simplemente se tenga el mejor presidente que el dinero puede comprar.

S.: Hasta ahora su principal contendor parace ser el senador Rodrigo Lloreda. ¿No la ve cuesta arriba, siendo Lloreda el protegido de Pastrana?
G.M.: Lo que importa es el respaldo popular, el programa y la capacidad para agrupar alrededor de una persona y unas tesis más votos que los del propio partido. El tiempo de las protecciones de lo alto ya pasó. Esto es una democracia y tenemos que trabajar de cara a la gente y no a los círculos cerrados.

S.: ¿Cuál es su planteamiento frente a la guerrilla?
G.M.: El gobierno tiene una misión, la primera de todas es proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos y tiene que hacerlo sin vacilaciones como una tarea de tiempo completo, las 24 horas del día, los 365 días del año. Sin desfallecimientos, ni aplazamientos. Para eso se requieren unas fuerzas militares y de Policía capaces de cumplir esa tarea, como debe ser en una democracia: con fuerza, pero con serenidad. La del Estado tiene que ser una fuerza tranquila, pero no basta la simple represión, hay unas causas económicas, sociales y políticas que han conducido al actual estado de violencia y es preciso trabajar para eliminarlas, porque ahí está la raíz del mal. Por eso no se puede hablar de represión pura y simple. Si las causas de fondo no se atacan, los éxitos serán aparentes. Al poco tiempo, la violencia volverá a surgir. El tratamiento de la paz hay que sacarlo de los círculos estrechos, convencer a los colombianos de que la recuperación es un problema personal en el que cada uno tiene que comprometerse. Hay que ponerle pueblo a la paz.