Home

Enfoque

Artículo

EL CRIMEN SI PAGA

Revelador informe de la revista Fortune cuenta en qué gastan sus millones los mafiosos norteamericanos, y cómo están perdiendo terreno frente a la competencia colombiana.

15 de diciembre de 1986

El último número de la revista norteamericana Fortune, trae un revelador informe titulado "Los 50 jefes de la mafia". Para elaborarlo, la publicación entrevistó agentes del FBI, líderes de las fuerzas federales contra el crimen organizado y autoridades judiciales a través de todo el territorio norteamericano. De los testimonios recogidos es fácil apreciar el extraordinario poder financiero de los mafiosos de los EE.UU. y la forma en que invierten el dinero, con frecuencia en negocios legítimos a través de los cuales disfrazan sus ganancias, pero desestabilizan peligrosamente las cifras de la economía norteamericana. La conclusión del informe es la de que a pesar de su casi omnipotente imperio, la mafia de los EE.UU. atraviesa por un mal momento, derivado de la avanzada edad de los principales "padrinos", y de la exitosa competencia que les han montado en su propio país mafiosos de otras nacionalidades, especialmente colombianos. El siguiente es un resumen del informe de Fortune:

El crimen paga, según la siguiente cifra: el ingreso bruto anual proveniente de las actividades de la mafia norteamericana probablemente sobrepasará los cincuenta mil millones de dólares este año. Eso convierte el negocio de la mafia en el más grande, con cerca del 1.1% del Producto Nacional Bruto de los EE.UU., si se le compara con las industrias del hierro, el acero, el cobre y el aluminio combinadas .

Estas cifras, recopiladas por las autoridades norteamericanas, incluyen sólo los ingresos de las actividades de la mafia tradicional, como el narcotráfico, el agiotismo, las apuestas ilegales y la prostitución. No incluyen millones de dólares más que producen las empresas legítimas en las que se diversifican las actividades de la mafia: sociedades dedicadas a la construcción, al entretenimiento, al transporte, a los alimentos y a los licores.

La industria que comprende este importante sector de la economía norteamericana es manejada por familias dedicadas al crimen, no por compañías. Estudios demuestran que el manejo que la mafia tiene de la economía ahoga la competencia y absorbe grandes capitales, generando pérdidas por cerca de 400.000 empleos, incrementos en los precios del consumidor de 0.3%, reducciones en la producción total por US$18 mil millones, y una disminución del ingreso per cápita disponible de US$77 anuales. Como los miembros del crimen organizado le hacen "conejo" a la administración de impuestos, el resto de la población pagará aproximadamente US$6.5 mil millones más, por ese concepto, en el presente año.

Negocios de sangre
El cuadro organizacional de una de estas familias o sindicatos refleja la estructura empresarial de una corporación. En la cima de la pirámide está el jefe, o director ejecutivo. Debajo está un sub jefe o jefe de operaciones y un consigliere o consejero general. Luego vienen los "capos" o vice presidentes y los soldados, o empleados de bajo rango, que cumplen órdenes de los jefes. Y como en las corporaciones, los grupos para el crimen confían con frecuencia en asesores externos.

Pero a pesar de su poder, el crimen organizado es una industria en crisis. El actual liderazgo está viejo, y la próxima generación de empresarios parece carecer de espíritu, dedicación y disciplina. "Hoy tenemos especímenes que jamás han roto un huevo", se quejaba recientemente un líder de la mafia de New Jersey, en una conversación grabada por el FBI. Otro reportó que un irrespetuoso subordinado había "cometido la mediocridad" de dirigirse a él por el nombre. El FBI piensa que los miembros de la mafia están disminuyendo. Y para llenar los rangos inferiores los jefes han tenido que reclutar jóvenes aprendices de Sicilia, llamados "verdecitos" .

La mafia, la organización para el crimen más grande y mejor establecida de los EE.UU., también se está viendo obligada a soportar en la actualidad la competencia de grupos de bajo mundo de nacionalidad asiática o latinoamericana, que se especializan en heroína, cocaína y marihuana. Estos no sólo han destruido el monopolio de la mafia norteamericana, sino que han colocado a muchos de sus más antiguos líderes en el desagradable papel subalterno de servirles como distribuidores.

Por otro lado, 50 de los más importantes líderes de la mafia han sido enjuiciados recientemente, incluyendo al número 1, Tony Salerno, padrino de los Genoveses, la familia de mafiosos más fuerte de los EE.UU.

Las presiones de las autoridades norteamericanas están obligando a la mafia a variar algunas de sus tácticas empresariales. Los miembros de la "Comisión", el consejo nacional de la mafia de los EE.UU., tenían como costumbre reunirse en largas "tenidas" a discutir sobre sus problemas y negocios. El uso extensivo por parte del FBI de micrófonos, ha disminuido la frecuencia de estos encuentros. Los líderes de la mafia están reduciendo incluso sus almuerzos y cenas de negocios en sus restaurantes y comederos favoritos. Mientras sea posible, se utilizan mensajeros para transmitir las órdenes.

Pero aun si los miembros de la "Comisión" están en la cárcel, sus operaciones continúan. Los jefes tras las barras no pierden del todo su poder. Su acceso a los teléfonos es virtualmente ilimitado, y muchas veces se las arreglan para continuar a la cabeza de sus familias.

La cultura del crimen organizado, basada en la ambición, la tenacidad y la disciplina, permanece fuerte. La traición se paga con la muerte, y si se acepta un pago de la mafia se debe cumplir exactamente el compromiso que se asumió.

La industria del crimen en los EE.UU. está organizada geográficamente. A pesar de que los tentáculos de la mafia llegan a casi todas las ciudades, siendo Seattle una excepción, dos tercios de la mafia están concentrados en Nueva York y Chicago. La "Comisión" resuelve sobre disputas territoriales arregla conflictos de negocios e inclusive pasa revista de las sentencias de muerte.

Todo en familia
Cinco familias de mafiosos controlan la ciudad de Nueva York: los Genoveses, los Gambinos, los Lucheses, los Bonannos y los Colombos. La iniciación de un miembro de estas familias incluye juramentos secretos que se sellan con una gota de sangre. En Chicago, la organización dominante maneja los asuntos sin tanto misterio.

El rito de iniciación se consuma como un trato de negocios cualquiera, con un apretón de manos.

De acuerdo con el FBI, hay solamente cerca de 1.700 miembros "juramentados" de la mafia. Por cada uno de ellos, se calcula que hay alrededor de 10 "asociados". Se estima que el ingreso anual promedio para un miembro de una organización para el crimen era de US$222 mil entre 1979 y 1981. Desde luego, la tajada para los 50 jefes principales era mucho más grande. Se calcula que los asociados hacían un promedio anual de US$61 mil. Estos llegan a ser miembros principales de su organización cuando demuestran su lealtad en la ejecución de las órdenes que se les imparten, y por su disponibilidad para matar. Se cree que cerca de 265 mil personas están empleadas en los EE.UU. en negocios relacionados con el crimen organizado.

Estos líderes del bajo mundo con frecuencia reinvierten sus ganancias en empresas legítimas. Esta diversificación es menos arriesgada que invertir en actividades ilícitas. Y la actividad comercial puede servir de camuflaje para gran parte de la actividad criminal, además de reducir los riesgos por evasión de impuestos. Pero, a su vez, estas actividades lícitas de la mafia han determinado que el crimen organizado se haya convertido, en la actualidad, en una actividad "semilegítima" en los EE.UU.

Una estrategia común es la de controlar un sindicato, de manera que este facilite la firma de contratos favorables con compañías manejadas por la mafia, y golpeen, en cambio, a los competidores. Los líderes del bajo mundo han utilizado los sindicatos para influir e infiltrarse en muchos negocios legítimos, desde bodegas de almacenaje hasta clubes nocturnos.

Se calcula que la influencia del crimen organizado empuja los precios hacia arriba entre 0.5% y 2% en estas y otras actividades relacionadas, como la distribución de licores y alimentos.

Un sindicato corrompido es una fuente de riqueza. Ofrece oportunidades casi ilimitadas de extorsión a través de la utilización de "fantasmas" (trabajadores ficticios) y empleados que no van a trabajar. Los sindicatos controlados por la mafia suplen de guardias de seguridad a las plantas nucleares, de recolectores de basura a casi todos los edificios de Nueva York, de choferes de camión a la Shell y la Coca-Cola, entre muchas otras. Un sindicato puede ser utilizado, en palabras de un conocido mafioso norteamericano, "en forma mucho más eficaz que un revólver o un bate de béisbol".

Anthony Salerno, de 75 años, cuyo nombre figura de primero entre los 50 principales padrinos de la mafia norteamericana, encabeza un conglomerado del bajo mundo con empresas en ambos lados de lo que según él, constituye una "línea indistinta" que separa los negocios legales de los ilegales. Conocido como el "Gordo Tony", actualmente reside en el Centro Correccional Metropolitano de Manhattan, donde él y otros miembros de la "Comisión" se encuentran sometidos a juicio.

El poder de Salerno no surge únicamente de su posición como cabeza de la familia Genovese, compuesta por 300 miembros. Antes de convertirse en el gran jefe, en 1980, Salerno hacía más dinero que muchos otros mafiosos de su categoría, "desflorando" casinos en Nevada y el Caribe. "Desflorar" es tomar dinero en efectivo de las apuestas recaudadas por un casino, antes de ser reportadas como ingresos gravables. Y la manera más fácil de hacerlo es entrar a la oficina de contabilidad y sencillamente, tomar el dinero. Salerno también está acusado de agiotismo, y se dice que utilizaba amenazas y muchas veces los golpes para forzar a sus víctimas a pagar intereses ilegales o cancelar los préstamos.

El número uno del crimen organizado de los EE.UU. también posee intereses comerciales en la industria neoyorquina de la construcción. Entre 1981 y 1985, Salerno y sus colegas impusieron un gravamen del 2% sobre los contratistas de la ciudad de Nueva York que fabricaran concreto para superestructuras de más de 2 millones de dólares. Controlaban las licitaciones para la adjudicación del cemento. Y decidían con anticipación qué compañía ganaría la licitación. Otras compañías eran obligadas a hacer posturas inaceptablemente altas. Solamente este gravamen del 2% produjo US$3.5 millones en ganancias para la mafia sobre 72 trabajos de construcción que el gobierno investigó. Pero eso solamente es una fracción de todos los edificios que han formado parte del boom de la finca raíz en Nueva York, para los cuales la mafia suministró el cemento. Se calcula que este procedimiento infló los costos de construcción en Manhattan en cerca del 20%.

Salerno, de acuerdo con la demanda que hay en su contra, es un "socio oculto" de un "convoy" de compañías que licitan en el trabajo de la construcción con cemento.

Todas juntas, han ganado contratos que valen más de US$71 millones en diez grandes trabajos de construcción, incluyendo el Trump Plaza, un lujoso edificio de apartamentos en Manhattan.

Tony y su esposa, Margaret, fueron durante cinco años que terminaron el último diciembre, una familia de dobles ingresos. Según el gobierno norteamericano, las empresas Marathon, una compañía procesadora de alimentos de New Jersey, pagó Margaret tarifas de agente sobre ventas de perros calientes y otras comidas de salsamentaria que se distribuían en supermercados, campos deportivos, ventas callejeras. Ella recibía dichos pagos aún sobre las ventas a compñías tan reputadas como Chock Full O'Nuts (restaurantes), Pathmark (supermercados) y Canteen Corp. (máquinas vendedoras). El Departamento de Justicia alega que los soldados de Genovese amedrentaron a la Marathon con "fuerza, violencia y terrorismo por pérdidas económicas".

Teniendo en cuenta todo su poder y su riqueza, Salerno operaba modestamente antes de su arresto. Sus oficinas no estaban en una de las gigantescas torres de Manhattan cuyos costos de construcción él había elevado, sino en el club social Palma Boy, en Harlem Este. Su principal preocupación era su peso, y pasaba semanas en centros de adelgazamiento. Aun si es sentenciado y llevado a prisión, Salerno probablemente continuará a la cabeza de la familia Genovese.

La filial de Chicago
El jefe en Chicago, Anthony Accardo, de 80 años, se enorgullece de no haber pasado jamás una sola noche en prisión. Se dice que fue matón de Al Capone, y se le apoda "Joe Bateador" por el bate de béisbol que antiguamente utilizaba como método de persuasión. Ha sido siempre un maestro de la estrategia. Fue llamado de su retiro cuando, a comienzos de este año, el jefe de la organización de Chicago fue llevado a prisión. Controla todo tipo de negocios, desde servicios de pañales hasta salas de velación. Su eficiencia es envidiada dentro de la mafia.

Disciplina es el principio empresarial clave de la organización de Chicago. Esta impone impuestos callejeros sobre todo tipo de actividades ilegales en la ciudad, y también sobre algunas legítimas. Desde prostíbulos, hasta restaurantes y bares, pagan entre el 10 y el 50% de sus ingresos brutos, dependiendo de la rentabilidad de sus operaciones y de la cantidad de protección requerida para que continúe funcionando. Otra ciudad con impuestos callejeros es Filadelfia, pero los líderes del crimen organizado no han sido muy efectivos en su recolección, o por lo menos no hasta que Angelo Bruno, apodado el "Dócil Don", fue asesinado en 1980 y reemplazado por el violento Nicodemo Scarfo (N° 43).

La organización de Chicago mantiene especial disciplina sobre su seguridad interna. Un conocido ejecutivo de una compañía de seguros de la misma ciudad, Allen Dorfman, diseñó un novedoso sistema de seguro social y fondos de pensión para financiar un banco del bajo mundo en los años sesenta. Pero llegó a saber tanto sobre las finanzas de la mafia de Chicago, que fue asesinado en un parqueadero de un suburbio de esa ciudad en 1983.

A partir de 1970, Anthony Spilotro fue instalado como hombre fuerte de la mafia en Las Vegas para que monitoreara el "desfloramiento" de los casinos. Pero no logró sostener un buen promedio de ganancias. Y además, algunos de los hombres que supuestamente controlaba se convirtieron en testigos del gobierno. En junio pasado, Spilotro y su hermano Mike fueron encontrados muertos en un potrero de Indiana. Aparentemente fueron molidos a garrote y enterrados vivos.

La muerte de Spilotro pudo ser la causa de la finalización de un importante acuerdo de paz, firmado por Accardo en 1977, que cedía la autoridad en Las Vegas al grupo de Chicago y le entregaba Atlantic City a las familias de Nueva York. Un antiguo agente del FBI, William Roemer, que dedicó 23 años de su vida a seguir la pasos de Accardo y sus compinches, dice que de acuerdo con este pacto "las familias de Nueva York podían conservar lo que ya tenían en Las Vegas, pero no podían comenzar nada nuevo. Y Spilotro estaba allí para hacer cumplir el trato".

A partir de los confusos hechos que rodearon la muerte de Spilotro la competencia neoyorquina ha comenzado a amenazar la hegemonía del grupo de Chicago en Las Vegas.

La Policía ha reportado un renacer de la mafia neoyorquina en Las Vegas, especialmente de los Genoveses Vivente "Chin" Gigante (N° 19), un capo de los Genoveses, está usurpando buena parte del poder que antes tenía el grupo de Chicago y que administraba Spilotro. Gigante es gitante: un antiguo boxeador que llena a la perfección el estilo rudo de los Genoveses. Forma parte del comité ejecutivo de la familia, en compañía de Tony Salerno y de Louis Manna (N° 38).

El impacto del asesinato de Spilotro y el vacio que ha dejado en Las Vegas ha quebrado la reputación del grupo de Chicago en la Costa Oeste. Se le ha comenzado a apodar la "mafia de Mickey Mouse". Y lo que está pasando en la Costa Oeste puede ser un anticipo de lo que podría llegar a suceder en Chicago. Accardo, viejo y enfermo del corazón, puede fallecer pronto, y dejar a su grupo de mafiosos sin camino para donde coger.

Los líos del sardino.

En medio de los ancianos líderes de la mafia, ha emergido un auténtico yuppie: Michael Franzese (N° 18) hijo de un ladrón de bancos, John Firenze, un joven hombre de negocios de 35 años, bien plantado y padre de cinco hijos. Montó una sociedad que producía cine, administraba discotecas, reparaba y vendía automóviles, operaba firmas de construcción, y logró adquirir casi un monopolio de las ventas independientes de gasolina en Long Island.

El año pasado dijo a la prensa: "Sí, conozco a muchas de las personas que mi padre frecuentaba. Pero eso no significa que haga negocios con ellos, o sean parte de mi vida". Pero un expediente de 99 páginas en su contra cuenta otra historia. El gobierno de EE.UU acusa en la actualidad al joven Franzese de fraudes tributarios por más de US$5 millones, fraude a aseguradoras, préstamos fraudulentos y fraudulentas operaciones con embarques de carros. Las investigaciones también indican que "tumbó" a Nueva York, New Jersey y Florida con cientos de millones en impuestos sobre la gasolina.

A través de una cadena de compañías fantasmas, cerca de 20 distribuidoras de aceite y gasolina de Franzese arreglaban papeles de venta de gasolina de una compañía a otra, hasta que la totalidad de la cuenta de impuestos recaía sobre una sola empresa llamada "Compañía de la quema". Consistía solamente de una dirección, un teléfono y un gerente, así siempre un extranjero indocumentado. Esta compañía, a cambio, le vendía la gasolina a distribuidores pequeños, con la garantía de que todos los impuestos estaban cancelados. Luego la compañía se declaraba en quiebra, y Franzese inauguraba otra cadena.

A pesar de su aparentemente limpia imagen, Mike Franzese heredó de su padre las tácticas comerciales y los métodos violentos. En marzo, aceptó declararse culpable por cargos de chantaje y conspiración, se le impuso un término de diez años en prisión, se le obligó a renunciar a propiedades por valor de US$4.8 millones, y a pagar US$10 millones a aquellos estados a los que les "birló" los impuestos por concepto de la venta de gasolina.

Pero pudo convencer al Departamento de Justicia de que nada de lo anterior podría ser cumplido si se encontraba tras los barrotes. Entonces fue firmado un acuerdo singular. Antes de ir a prisión, a Franzese se le otorgó libertad limitada bajo la vigilancia de las autoridades. Los gastos de esta vigilancia corrían por cuenta de Franzese. Esta farsa terminó cuando el joven mafioso pagó con un cheque "chimbo" estos servicios de vigilancia, y de inmediato un juez federal lo envió a prisión.

Las investigaciones de los asuntos de Franzese revelaron aún otro negocio sucio más. Se trataba del Sindicato Aliado Internacional, que reúne guardias privados de seguridad. Sus miembros trabajaban en puntos tan estratégicos y variados como plantas nucleares y casinos. El sindicato era una sociedad conjunta de los Genoveses, los Gambinos y los Colombos. Pero cuando los socios correspondientes a las dos primeras familias fallecieron, se convirtió exclusivamente en una operación de los Colombos.

Antes de que este sindicato quedara bajo el ala de Franzese, un constructor, Daniel Cunningham, pensó que había adquirido el control del sindicato a los Genoveses por US$90 mil. Cunningham vio ahí una manera de hacerse rico. Tomó US$ 134 mil al año en salarios y expensas y colocó a su esposa, a su ex esposa y a su amante en la nómina del sindicato. Cunningham admitió haber intentado organizar una huelga de guardias de seguridad contra cinco plantas nucleares, incluyendo la de la isla de Tres Millas, y contra los casinos de Atlantic City. Fue juzgado por chantaje corrupción en 1981.

Testificando el año pasado ante las autoridades, Cunningham explicó que cuando intentó venderle el control del sindicato a Mike Franzese, luego de su ingreso a la cárcel, este respondió: "¿Para qué comprar algo que ya poseo? "

Cunningham reportó que fue reemplazado por uno de los compinches de Franzese que de inmediato invirtió el fondo de pensiones del sindicato en una compañía aseguradora, que garantizaba a Franzese una hipoteca de su vivienda, libre de intereses y de pagos principales de capital.

Basura vs. basura
La recolección de basura, que depende del control sindical, ha sido uno de los objetivos favoritos de la mafia. Algunos de sus líderes intentaron infiltrarse, sin éxito, en el negocio de Chicago, Des Moines y otras ciudades, pero lo lograron en el área de Nueva York, donde el gobierno municipal provee esta recolección solamente para casas y apartamentos. Los restaurantes, hoteles, clubes nocturnos, inclusive las Naciones Unidas, no reciben los servicios de recolección de basuras. El trabajo privado lo hacen las compañías privadas. Estas se distribuyen los clientes, los que se compran o se venden por valores que van desde US$2 mil a 2 millones de dólares. Lo que están haciendo, en realidad, es comprando el derecho a cobrar más. Se calcula que ello aumenta los precios de la recolección de basura entre 35 y 65% en la ciudad de Nueva York.

La única competencia es entre las propias familias que están en el negocio. En Long Island, los Luccheses y los Gambinos hicieron un pacto para repartirse los excedentes de la tarifa de recolección de basuras. Anthony Corallo (N° 3), que está siendo procesado en compañía de Tony Salerno, controlaba el grupo de los patronos. James Failla (N° 36), un "capo" de Gambino, controlaba los choferes de los camiones de basura, como empresario del sindicato de camioneros. Cada tres meses Corallo tenía que pagarle a Failla US$50 mil por su cooperación.

Corallo y Salvatore Avellino, su chofer y socio, pensaron que la mejor forma de eliminar los pagos a Failla era la de organizar un sindicato rival de camioneros. Y a través de un micrófono instalado en la parte trasera del Jaguar de Avellino, las autoridades le escucharon explicar los detalles de cómo sería ese sindicato rival: "Tomemos al yerno de alguien, Y lo instalamos en el empleo. Tomemos a la hija de alguien, y la ponemos como secretaria. Y así, llenamos el sindicato con gente nuestra. Y cuando nosotros digamos: vayan y quiébrenle las pelotas a alguien, pues allí estarán, a las siete en punto de la mañana, para quebrarle las pelotas a ese alguien". Y luego Avellino continuó meditando sobre lo rentable que podría ser este sindicato cobrando por basura "fantasma": "Esto es lo que Corallo me dice. Un buen sindicato, me dice, puede hacer dinero para todo el mundo".

Corallo no organizó finalmente este sindicato rival, pero ahora controla otros de similar importancia, cuyos miembros tienen un papel clave en los US$4.2 mil millones anuales que produce el negocio de carga aérea en el Aeropuerto Kennedy de Nueva York.

Los intentos de extorsión de Corallo han sido normalmente muy exitosos. Seis compañías de carga que operan en el Kennedy--Air Express, Union Air Transport, Kamino Air Transport, Schenkers International Forwarders, Three Way Corp., y Hi's Airport Service--entregaron más de US$1.1 millones al sindicato de Corallo entre 1978 y 1985. Micrófonos instalados en el teléfono de la casa de Corallo revelaron dichos pagos. Paul Vario (N° 32) y otros tres tenientes de Corallo se declararon culpables de chantaje.

En muchas ciudades la mafia utiliza los sindicatos de camioneros para desmoronar compañías legítimas. En Detroit, Vincent Meli (No 41) se apoderó de la industria del acero con la complicidad de sindicalistas corruptos. Su compañía de camiones obtuvo contratos tan favorables, que sacó a todos los competidores del negocio.

La actividad empresarial de la mafia tomó una forma distinta en Scranton, Pensilvania. Allí Eugene Boffa, un asociado del jefe de la mafia local Russell Buffalino (N° 12), organizó lo que él mismo denominó un "leasing laboral". Treinta compañías con este formato abastecían de choferes de camión a gigantes tales como la Shell Oil Co., la Continental Corp., la Coca-Cola, etc.

El "leasing laboral" operaba así: las corporaciones clientes despedían a todos sus conductores, y Boffa los volvía a contratar a menores salarios. A su turno, Boffa recibía honorarios que oscilaban entre el 7% y el 10% de los salarios brutos de los conductores. Luego él entregaba el 50% al jefe Buffalino.

Un asesino venido a más
La forma más segura de surgir en la mafia es asesinando. Eso explica el súbito ascenso de John Gotti (N° 13). Cuando era sólo un ladronzuelo, Gotti tenía el humillante hábito de dejarse capturar. Gotti, de 46 años, ha cumplido varias condenas en prisión. Las autoridades dicen que él arregló la ejecución, en diciembre último, del jefe de Gambino, Paul Castellano, y de su guardaespaldas, en Manhattan.

La prensa retrata a Gotti como el nuevo jefe del clan Gambino y la reencarnación de Al Capone. Sus costosos vestidos, su Mercedes negro 450 SL, sus chispazos en la Corte y su peinado a lo Pompadour lo hicieron una súbita sensación. Pero su status de superstar es más imagen que sustancia. Alega ser un distribuidor de discos, pero su experiencia es realmente como usurero, secuestrador y matón. No parece estar calificado para manejar los complejos negocios de la familia Gambino, que van desde ventas de carne y pollo hasta una industria de confecciones. Además, si es sentenciado, ya que en la actualidad está siendo juzgado, a un término de 45 años en prisión, su recientemente adquirido control sobre la familia Gambino se evaporaría.

Las autoridades reportan que las operaciones de Gambino en carne y viveres son tan vastas, que los productores legítimos de alimentos se sienten compelidos a negociar con él.

El ingreso neto de la mafia, o sea, las ganancias brutas menos tales costos como los salarios, el transporte, el entretenimiento y los sobornos, se estiman, timidamente, en US$30 mil millones anuales. Pero las ganancias presentan un pequeño problema. Gran parte del dinero viene en billetes de US$10 y 20. Un gran negocio que implique sumas enormes de dinero puede ser incriminatorio. Antes de que este dinero sucio pueda ser gastado sin peligro o invertido en negocios legítimos, debe ser "lavado".

Una solución es la de emplear contactos clandestinos que transporten este efectivo a bancos en las Bahamas, Suiza o Hong Kong. Pero un sistema más sencillo era el utilizado por Gennaro Angiulo (N° 34), jefe mafioso de Boston. Sus trabajadores introducían el dinero en bolsas de viveres y caminaban tres cuadras, desde la sede principal del "negocio", hasta una sucursal del First National Bank de Boston. Luego regresaban con cheques de gerencia.

A pesar de que Angiulo compró una lujosa propiedad frente al mar en el suburbio de Nahant y un yate de US$320 mil, su brigada de depositantes no llamaba especial atención. Las transacciones se llevaban a cabo a pesar de una ley federal aprobada en 1970, según la cual todos los bancos deberían reportar consignaciones en efectivo superiores a los US$10 mil. En 1981, sin embargo, las autoridades cayeron sobre las operaciones de Angiulo, quien fue llevado a juicio, lo que a su vez puso en graves dificultades al banco de Boston.

Angiulo negoció cheques de gerencia por valor de US$8.3 millones entre 1979 y 1982. El banco se declaró culpable, y fue multado con US$500 mil. Angiulo fue enviado a prisión por 45 años. Durante su proceso el FBI presentó grabaciones en las que se escuchaba a Angiulo hacer los siguientes reconocimientos: "Sepultamos 20 irlandeses para tomarnos este pueblo. Somos apostadores ilegales. Vendemos marihuana. Somos ilegales aquí y allá. Somos incendiarios. Somos todo".

"Empresarios de prostitutas", añadió uno de los presentes.

"¡ Y qué!", exclamó Angiulo, poco dispuesto, al parecer, a omitir una división en su completo catálogo de negocios.

La competencia colombiana
El crimen organizado en los EE.UU no es un monopolio de la mafia. Miembros de las sociedades secretas chinas y del Yakuza japonés han adquirido creciente influencia en Hawai y la Costa Oeste, donde sus actividades legales e ilegales varían desde prostitución y heroína, hasta finca raíz. Las bandas vietnamitas operan en California y Texas, y la llamada mafia israelí tiene su base en Los Angeles. Incluso una banda de emigrantes rusos maneja anillos de narcóticos en la ciudad de Nueva York. Y en septiembre, un jurado condenó a once miembros de un sindicato taiwanés, el "United Bamboo", dedicado al tráfico de drogas.

Por lo menos otros tres grupos se han vuelto lo suficientemente fuertes como para hacer pactos con la mafia italo-americana. Según la revista Fortune, los más poderosos son los traficantes colombianos de cocaína y marihuana, que están desafiando la creencia generalizada de la omnipotencia de la mafia norteamericana.

Por un lado, dice la revista Fortune, porque los laboratorios, propiedades y fuentes de abastecimiento de los traficantes colombianos están por fuera del alcance de la mafia gringa. Y por otro, porque los mafiosos colombianos en los EE.UU. no son solamente famosos por ejecutar a sus víctimas, sino por perseguir también a sus parientes. Incluso los matones de Genovese y Bonanno tienen miedo de provocarlos, prefiriendo una política de apaciguamiento, y una reducción de sus utilidades a cambio de servirles como distribuidores.

La revista Fortune también afirma que probablemente el más poderoso traficante en cocaína es Carlos Lehder, conocido también como "Joe" Lehder, y recuerda que fue arrestado en 1973 por negociar con carros robados en los EE.UU., y luego deportado a Bogotá, antes de que comenzara a montar su poderoso imperio de la droga. Las autoridades norteamericanas calculan que las ventas de cocaína de Lehder en los EE.UU. oscilan entre 500 y mil kilos semanales. A un precio tímidamente calculado de US$6 mil el kilo, sus ganancias anuales netas estarían entre los 160 y 320 millones de dólares.

Otros grupos para el crimen, como el Club Pagano Motorizado y la "Corporación" cubana, han logrado acomodarse con varias familias de mafiosos norteamericanos. Los primeros trabajan con la mafia de Filadelfia en tráfico de drogas y extorsiones, mientras la segunda, cuyas ganancias se calculan en US$45 millones, opera casas de juego en Nueva York y Nueva Jersey. Los cubanos entregan un pequeño porcentaje de sus ganancias a los Genoveses y Bonannos.

Pero en el territorio de los Gambinos, el flujo opera al revés. Para mantener la paz, los Gambinos entregan el 35% de todos sus frentes de juego--caballos, casinos y números--a los cubanos.