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ENFOQUE POLÍTICO

El Ejército manda

Con la llegada del general Alejandro Navas al Comando General de las Fuerzas Armadas, al frente de la cúpula militar que el país estrenó la semana anterior, quedan claras varias cosas.

10 de septiembre de 2011

Con la llegada del general Alejandro Navas al Comando General de las Fuerzas Armadas, al frente de la cúpula militar que el país estrenó la semana anterior, quedan claras varias cosas. Lo primero es que el presidente Juan Manuel Santos cedió a la presión ejercida por ciertos sectores para que el almirante Édgar Cely saliera de ese cargo. A pesar del papel que desempeñan la Aviación en la lucha contrainsurgente y la Armada en la interdicción contra el narcotráfico, las Fuerzas Militares, en especial el Ejército, no parecen dispuestas a cambiar una tradición dictada por el hecho de que la guerra en Colombia se libra mayoritariamente en tierra. Solo en dos ocasiones anteriores el Comando General estuvo en manos de la Armada y la Fuerza Aérea, respectivamente.

En segundo lugar, la nueva cúpula es la indicada para enfrentar los complejos retos que tiene el recién nombrado ministro de Defensa, ante el deterioro de elementos de la seguridad: rediseñar la estrategia de la guerra contra la guerrilla, atender el flanco de la seguridad ciudadana, enfrentar el creciente poderío de los grupos sucesores de los paramilitares y dar un giro en la política de consolidación territorial. El general Sergio Mantilla, que llega a la comandancia del Ejército, representa una clase de oficiales distintos a los generales troperos tradicionales. Mantilla y sus hombres son respetados en el interior de la institución, hacen parte de una generación muy bien preparada y están sintonizados con los avances de la guerra a nivel internacional, y los estándares cada vez más exigentes en materia de derechos humanos de las reglas de combate.

Por último, la ratificación de quien es el uniformado más popular del país, el general Óscar Naranjo, quien al continuar al frente de la Policía queda como el oficial activo más antiguo, no solo es un reconocimiento a su labor, sino una señal de que esa institución puede estar ante un problema de sucesión. Al menos por ahora, no parece haber madurado, entre los generales que lo siguen en la línea de mando, un reemplazo.