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María Fernanda Gonzáles.

ENTREVISTA

La maratón de Uribe y Santos por las palabras

La investigadora María Fernanda González acaba de lanzar el libro ‘El poder de las palabras’, donde analiza cómo Álvaro Uribe, Hugo Chávez, Juan Manuel Santos y las Farc han usado el lenguaje para conquistar a la gente.

19 de marzo de 2016

SEMANA: ¿Cuántos discursos estudió?

María Fernanda González: Llenarían un texto de Word de 1.500 páginas para cada personaje. De las apariciones de Chávez en Aló Presidente estudié 627.560 palabras; de los consejos comunitarios de Uribe, 599.073; de los discursos de Santos como ministro de Defensa y presidente, 1.316.354, y de las Farc, 1.454.518 pronunciadas durante el proceso de paz.

S.: ¿Cuáles fueron las ideas más recurrentes?

M.F.G.: En el caso de Chávez, la igualdad y la revolución para reivindicar a los pobres. Como presidente, Uribe insistió en el binomio seguridad-libertad. Santos ha redundado en la justicia social y, por supuesto, en la paz. Las Farc, por su parte, en la lucha de clases y el socialismo.

S.: ¿Qué conclusión tiene sobre Chávez?

M.F.G.: Que si bien se definió como un revolucionario, su discurso no fue dogmático. A diferencia de las Farc, nunca habló de lucha de clases. Quería un cambio de modelo, pero no tenía un proyecto sólido. El socialismo, para él, era un sinónimo de alegría y libertad. Su discurso fue utópico y soñador.

S.: ¿Sobre Uribe?

M.F.G.: Mediante un discurso de derecha, logró permear las aspiraciones de toda una sociedad, volverse cercano a ella y enamorarla. La gente, hasta hoy, conoce de memoria los mensajes de su presidencia.

S.: ¿Y Santos?

M.F.G.: En cuanto al lenguaje, claramente rompió con Uribe. Su comunicación es pragmática, diplomática y busca la excelencia.

S.:  Pero, comunicando, a Uribe le fue mucho mejor.

M.F.G.: Uribe supo llegarle a la gente. Él pega más, y esa es una debilidad de Santos, que tiene referentes etéreos. Aquello del país mejor educado en 2025 o la entrada de Colombia a la Ocde son propuestas interesantes, pero abstractas. El martilleo de Uribe fue más efectivo. Pero yo aún no me atrevería a decir que uno es mejor que otro.

S.: ¿Por qué?

M.F.G.: Porque el discurso es como una maratón, y la carrera todavía no ha terminado. Santos sigue en la presidencia y no ha firmado la paz. Sin resultados finales es prematuro dar un ganador.

S.: ¿Uribe ha sido igual de efectivo como senador que como presidente?

M.F.G.: No tanto porque su discurso hoy lo muestra viudo del poder. Además, en el fondo de su comunicación hay una mentira: el ‘castrochavismo’. ¿Sabe por qué se lo digo? Porque mi análisis me permite demostrar que Chávez no es un marxista y que, por ende, no puede haber un término tal. Sin embargo, Uribe no ha cambiado su método de martillar mensajes sencillos. Diciendo siempre lo mismo en el mismo tono, la gente termina aprendiéndoselo.

S.:  Usted comparó las palabras de Santos como ministro de Uribe y ahora como presidente. ¿Qué cambios notó?

M.F.G.: Que la tesis de que es un traidor de la causa uribista no es tan cierta. Santos tuvo puesta la camiseta de esa corriente, pero le quedaba estrecha y solo la usó para llegar a la Casa de Nariño. Lo que hallé es que el santismo viene de tiempo atrás y no es de esencia uribista. Santos pronunció la palabra paz más veces como ministro de Defensa que en sus primeros cien días en la presidencia.

S.:  Hable ahora de las Farc. ¿Qué encontró en su discurso?

M.F.G.: Lo que han dicho durante las negociaciones en La Habana permite ver que su discurso dogmático ha empezado a evolucionar. Se han acomodado a los grandes problemas de hoy, han adoptado críticas contemporáneas al modelo neoliberal y se han acercado al movimiento altermundista. Esta conclusión permite acabar con el temor de algunos colombianos de que la paz llevará al país al socialismo o el comunismo. Si bien estas corrientes fueron la base de la guerrilla, hoy ellos tienen una nueva agenda.

S.: ¿Cuánta demagogia encontró en las palabras que estudió?

M.F.G.: Yo hice el análisis libre de prejuicios, y por eso no quiero usar de entrada el término demagogia. Más bien, lo que noté es que, para todos ellos, el lenguaje está atado al juego político, y ahí son necesarias la diplomacia y la astucia. Cada palabra que pronuncian está milimétricamente determinada. Para ellos, el discurso es la herramienta que les permite seducir al auditorio, y cada uno, a su manera, lo hace. Chávez y Uribe lo lograron. Santos tiene dificultades, pero todavía no podemos terminar de evaluarlo. Y las FARC, por su parte, deben enfrentar el reto inmenso de cautivar con un renovado discurso político.

S.: ¿Por qué debería alguien leer su libro?

M.F.G.: Yo hice este trabajo de manera desapasionada y eso me permitió sentarme a escuchar a estos cuatro actores. Yo pienso que hoy en Colombia hay una necesidad imperiosa de tolerancia, y por eso debemos saber escuchar al otro. Este libro permite eso.