ENFOQUE
El trágico fin de Adrián Hernández
Cuando esta revista lo visitó, estaba en la ruina y un párkinson llevaba ya varios años afectándole la salud.
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El pasado 10 de mayo, SEMANA le contó al país la historia de Adrián Hernández, el mexicano que había convertido a Comcel en la segunda empresa privada más grande del país, pero que en los últimos años había pasado de disfrutar del éxito profesional y la opulencia a vivir casi en la indigencia y el olvido. Cuando esta revista lo visitó, estaba en la ruina y un párkinson llevaba ya varios años afectándole la salud. Las pocas personas con quienes mantenía contacto cuentan que los medicamentos que tomaba le habían afectado la respiración y que parecía “ahogarse” cuando hablaba o se movía. Pero la publicación de ese artículo le había devuelto la fe en la vida. Según le contó a SEMANA, al enterarse de su desgracia viejos amigos, antiguos empleados, representantes de ONG e incluso miembros del gobierno lo habían llamado para expresarle su solidaridad. Hernández decía incluso que sentía que “la vida me ha vuelto a sonreír y que la sociedad me ha vuelto a dar una oportunidad”. A las siete de la noche del jueves, sin embargo, la muerte le ganó. Mientras visitaba a un amigo en el noroccidente de Bogotá, el mexicano sufrió un paro cardiaco que lo mató casi al instante.