Los que lo conocen dicen que Eusebio Blanco tiene un posgrado en aguante, y que es más blandita la totuma que usa en vez de sombrero que su cabeza testaruda. Y a juzgar por lo que hizo por su hija, tienen razón.
Todo comenzó cuando, a punta de tanto bregar, de tocar puertas aquí y allá, y de aplicar a las oportunidades de educación que se ofrecen para los jóvenes en estado de vulnerabilidad, su hija Yuliana obtuvo la oportunidad de aplicar a una beca para estudiar fisioterapia, gracias al Fondo Educación Superior Para Todo (Fondo FEST) de la Secretaría de Educación de Bogotá, administrado por el Icetex.
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Cursó el primer semestre, y cuando padre e hija llenaron el formulario para ingresar al siguiente, se equivocaron al llenar los datos: en vez de registrar que comenzaba a cursar el segundo semestre, consignaron que adelantaría el primero.
Ese error tan sencillo le costó la continuación de sus estudios, porque las normas de los fondos que otorgan esos beneficios son tan estrictas que no permiten la corrección de un formulario ni subsanar errores en la información que se aporta.
En la práctica se trataba de un tecnicismp, que se hubiera resuelto con un chequeo sencillo en una base de datos; es decir, solo se necesitaba que alguien certificara que la joven entraba a segundo semestre y no a primero. “Es que fue un detallito, nada más, algo que se podía corregir muy fácil, pero no nos permitieron arreglarlo”, explica el buen Eusebio.
Comenzó entonces un calvario de tres años en el que se enfrentaron al muro de la burocracia. Curtido en las lides del boxeo aficionado, no se dio jamás por vencido y entendió que un solo golpe no bastaba para noquearlo. Así que decidió acudir a las herramientas legales para que su Yuliana pudiera hacer realidad el sueño de ser la primera de los Blanco en ir a la universidad.
“Los golpes del boxeo le enseñan a uno que cuando se es inteligente se pueden sacar las batallas adelante; me fortalecí, me propuse que a mi hija no le iban a negar su estudio, y en esas me puse”, asegura con una convicción que contagia.
Interpuso seis derechos de petición, dos tutelas y acudió a cuanta entidad y consultorio jurídico le aconsejaron, para superar el problema del formulario mal diligenciado, pero nadie dio respuesta positiva y su hija seguía sin estudiar.
“Esta no ha sido una lucha fácil, perdimos dos tutelas, yo hice más de diez protestas por el derecho que tiene mi hija Yuliana a estudiar, todo siempre de manera respetuosa, pero en todas las entidades lo ignoran a uno”, explica.
En esas duró dos años, y una buena tarde al calor de un tinto, decidió que era hora de llamar la atención públicamente y visibilizar el drama que, como él, enfrentan miles de padres al año, luchando “por un derecho que se convirtió en privilegio”.
Se encadenó entonces de manera pacífica y sucesivamente en las oficinas de la Secretaría de Educación de Bogotá, en la Personería distrital, en el búnker de la Fiscalía, en las escalinatas del Congreso, y finalmente, en la sede del Icetex.
“Y comencé a gritar a boca llena que no era justo que a Yuliana Blanco le vulneraran sus derechos y se burlaran de ella. Mis protestas jamás generaron daño alguno ni malestar en la comunidad, y dejaron una enseñanza para todos los padres: qué es la persistencia”, relata con una rabia que no desaparece de su ceño fruncido.
En todos y cada uno de esos episodios se quedó sin voz de tanto exigir el derecho de su hija a estudiar, unas veces bajo la lluvia, otras bajo el sol, con sed, frío y hambre, pero en todas con la certeza de que si se quedaba callado, ella estaba destinada a repetir el circulo vicioso de la pobreza.
Yuliana, que lo acompañó en casi todas las protestas y encadenamientos, se debatía entre la tristeza que le daba ver a su padre preso de la angustia, y la satisfacción de sentir de su lado a ese superhéroe sin capa que se graduó de terco en las calles bogotanas.
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“Sentía miedo de que alguien le hiciera algo en medio de una protesta, pero yo me metí y me apropié de ese sueño de él de que yo estudiara. Si él no fuera mi papá yo solo sentiría una admiración profunda. No hay muchos padres que se arriesguen así por cumplirles los sueños a sus hijos”, dice la futura fisioterapeuta.
Transcurrió otro año antes de que alguien se apiadara de su drama. A oídos del presidente del Icetex, Mauricio Toro, llegó la historia del hombre que se había encadenado para pedir que revisaran la postulación a una beca embolatada por un tecnicismo.
“Nos encontramos que, por el error en el formulario de inscripción, de algo que era totalmente subsanable, que por una dificultad de comunicación entre las dos entidades, Yuliana no había podido acceder a este Fondo. Pero lo solucionamos ahí mismo. Esto es lo que estamos logrando, que estas personas accedan o continúen sus estudios y cuenten con nuestro apoyo”, explica Toro.
El funcionario y su equipo pusieron manos a la obra, gestionaron la corrección del formulario ante las instancias correspondientes y en pocos días le dieron a Yuliana la mejor noticia de su vida.
“Estamos transformando nuestros procesos, actualizando nuestras etapas de acompañamiento, para hacerlas más humanas. El caso de la familia Blanco refleja las oportunidades que el Icetex está gestionando y fortaleciendo para el beneficio de los jóvenes que tienen el sueño de estudiar. Es la apuesta primordial por humanizar la entidad para que los colombianos cuenten con nuevas oportunidades a partir de la educación”, sostiene el director.
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El episodio, según Eusebio, deja una moraleja: desistir no es una opción porque “si tuviera que hacerlo por cualquiera de mis otros dos hijos, lo haría de nuevo sin pensarlo”.
Para Yuliana la lección es empatía, porque “tengo muchos conocidos que siguen luchando por querer ir a la universidad y casi nadie se pone en los zapatos de ellos. Gracias al Icetex mi sueño está vivo, pero hay mucha gente que necesita ayuda”.
Y para el director de la entidad es claro que hay una oportunidad de mejora para que los requisitos de los fondos que abren las puertas a la educación superior sean menos rígidos e inflexibles, de manera que en el futuro un error en un formulario no equivalga a un portazo en la cara.
“En este proceso de humanización, el Icetex está haciendo un proceso de revisión para reducir el número de preguntas, pasos y documentos que se solicitan para que sea cada vez más cercano y más fácil; y la invitación también va a quienes constituyen fondos con la entidad, a los Ministerios que nos entregan recursos en administración y sacamos convocatorias conjuntas, para que por favor sigan este ejemplo”.
Son las cuatro de la tarde. Eusebio y Yuliana toman el TransMilenio rumbo a su casa en Bosa, en el sur de Bogotá. Él, feliz y “guapachoso”, mientras se acomoda su infaltable totuma; ella, con la sonrisa eterna de quien exorcizó todos sus miedos: “Ahora sí puedo ser un excelente profesional, con mi propio consultorio. Peleen por sus sueños, que los sueños sí se cumplen”.