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Mucho Lucho

Espontáneo, inteligente, malicioso, lleno de sentido del humor _ es el único que lo tiene _ Lucho es un gran ejemplo de superación personal

María Isabel Rueda
25 de marzo de 2002

A nadie se le pasa por la cabeza que Luis Eduardo Garzón, o ‘Lucho’, como le dicen sus amigos, tenga el más mínimo chance de ser el próximo presidente de Colombia. Pero poco a poco su famoso buzo, que es la pieza clave de su indumentaria, se ha ido entronizando en la actualidad política. Y ya hay varios por ahí que confiesan que por convicción, o con una ri-

sita picarona con la que piensan mandar un mensaje contra el Establecimiento, que van a votar por Lucho en la primera vuelta y dejar el voto por el candidato favorito para la segunda.

Ni Serpa ni Noemí reúnen tanta gente dispuesta a desafiar el concepto del ‘voto útil‘ como Lucho.

Prueba del fenómeno es que muchos opinaron que el debate de la semana pasada lo había ganado el candidato por el cual ya tenían la decisión de votar, pero que eso sí, el segundo puesto había sido para Garzón. Y es que, aunque los debates no sirven casi para nada porque muy pocas personas modifican después de ellos su intención de voto, tienen consecuencias secundarias como la de perjudicar al que, ganando en las encuestas, acepta ir, y la de catapultar a un desconocido al que le dan en bandeja la oportunidad de alternar con los candidatos más populares. Y ese fue el caso de Lucho, que por las razones mencionadas fue, técnicamente, el que ganó el debate.

Espontáneo, inteligente, malicioso, lleno de sentido del humor —entre otras, es el único de todos los candidatos que lo tiene, y eso también le da puntos de ventaja— Lucho Garzón es un gran ejemplo de superación personal.

Hace unos días, en el programa Yo, José Gabriel, quien logró hacerle a Lucho un extraordinario perfil humano, presentó con gran orgullo a su mamá, de la que reveló que había sido empleada del servicio en casa de unos alemanes. Lucho ha hecho de todo: fue caddy en el Country Club, ayudante de carpintería, mensajero, cobrador y maletero. Confesó que no quería recordar sus épocas de sindicalista de Ecopetrol, cuando cayó en la tentación de trastocar sus valores por cuenta de unos privilegios mal entendidos, que son la peste del sindicalismo colombiano. Con gran naturalidad habla de su transición del comunismo, línea dura, a una izquierda no guerrillera en la que hoy milita, y desde la cual fustiga por igual a la subversión armada como al paramilitarismo.

Pero si bien no tiene en el presente posibilidad presidencial, dentro de cuatro años podría ser una sorpresa, en el caso —nada improbable, por la ley del péndulo— de que después de que el país experimente el gobierno de derecha que está ad portas de ganar las elecciones, la gente quede hastiada.

Por eso de Lucho no solamente hay que admirar sus contrastes humanos sino escucharlo con atención. Algunas de sus tesis son muy controvertibles, como la de que debe establecerse una diferencia entre sabotaje y terrorismo —como si la hubiera— para no graduar a las Farc de lo segundo sino de lo primero, que es como Garzón pretende mantener abierta la puerta del diálogo con las Farc. Pero no sólo eso: algunas de sus tesis son inviables, como la de derrotar a las Farc sin Ejército.

Garzón, como yo y muchos otros colombianos, creía y cree en la paz negociada. Pero por ahora ese camino está temporalmente cerrado, y si estamos en la guerra, ningún colombiano que sea enemigo de la lucha armada se puede mantener en la neutralidad.

La gran ventaja de Lucho es que representa a una izquierda ‘conversable’, lo que ha sido el motor de su evolución ideológica. Con él, como quedó demostrado la semana pasada, se puede hacer el debate, y cuánta falta que eso le hace al país.

Si Garzón logra poner el millón de votos que aspira a sacar en las próximas elecciones, habrán confluido por fin en Colombia dos cosas que parecían imposibles: que la derecha consiguiera un candidato viable, y la izquierda un candidato capaz de superar sus niveles históricos.

En cualquier caso, y sin importar las diferencias que se puedan tener frente a sus tesis, o quizá por cuenta de ellas, Lucho Garzón, con todo y buzo, se ha vuelto un hombre absolutamente necesario en la democracia colombiana.