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| Foto: Carlos Julio Martínez

ENTREVISTA

“Aquí destruyen una vida en un segundo”: Nicolás Castro

SEMANA habló con el joven que la Fiscalía acusó de terrorismo por comentar en Facebook que iba a asesinar a uno de los hijos de Álvaro Uribe. Lanzó el libro ‘El terrorista de internet’ con su versión de la historia.

23 de abril de 2016

SEMANA: ¿Usted hoy a qué se dedica?

Nicolás Castro: Hasta hace poco fui profesor de Filosofía en un colegio. Pero renuncié para dedicarme a la novela.

SEMANA: ¿Por qué escribió un libro de ficción?

N.C.: Porque me garantiza un blindaje jurídico necesario y no me hace sentir obligado a demostrar nada de lo que digo ahí.

¿Pero el libro está basado en la realidad?

N.C.: Quien investigue sabrá que lo que cuento es cierto. Yo no estaba dispuesto a seguir escondiendo lo que pasó. Además, desde que me acusaron, los propios fiscales me dieron los elementos para una ficción: me señalaron de cosas que parecían sacadas de una película.

SEMANA: ¿Qué cosas?

N.C.: Se inventaron que yo era un terrorista. De hecho, de ahí viene el título del libro, de ironizar semejante acusación.

En enero de 2009 usted hizo un comentario en el grupo ‘Me comprometo a matar a Jerónimo Uribe’. Hubo un escándalo y, en diciembre, lo llevaron preso. ¿Qué pasó luego?

N.C.: Pasé cuatro meses y medio en el patio R2 de la Picota, el pabellón de los funcionarios públicos. Allá encontré a antiguos ediles, alcaldes y hasta agentes de inteligencia.

SEMANA: ¿Qué sucedió después de la cárcel?

N.C.: Terminé en prisión domiciliaria, donde pasé otros cuatro meses. En julio vencieron los términos y quedé en libertad. Quise retomar mi vida y mi carrera, pero la Fiscalía insistió y me citaron a juicio oral, a pesar de que los abogados de Uribe ya se habían retirado.

SEMANA: ¿Pero lo absolvieron?

N.C.: Sí, en dos ocasiones. Primero, en noviembre de 2011, me retiraron el cargo de terrorismo. Y en mayo de 2012, el Tribunal de Cundinamarca demostró que no había indicios siquiera para señalarme de “instigación para delinquir”. En esa ocasión, un magistrado concluyó que no había pruebas para decir que un comentario en un grupo de Facebook fuera terrorismo y que lo que escribí no era para tanto revuelo.

SEMANA: ¿Y qué pasó después?

N.C.: Me fui, casi en calidad de refugiado, a Buenos Aires, donde viví dos años. En 2014 regresé a Bogotá para hacer una maestría de Escrituras Creativas en la Universidad Nacional.

SEMANA: Si mira en retrospectiva, ¿qué dice su caso sobre las redes sociales?

N.C.: Lo que ocurre ahí es un reflejo de nuestra sociedad. El problema no está en la herramienta, sino en la cultura.

SEMANA: ¿Usted volvería a hacer lo que hizo?

N.C.: Si supiera lo que iba a pasar, ni loco. Pero hay que recordar que en esa época las redes apenas cogían fuerza y yo tenía curiosidad. Yo me metía a grupos de todo tipo y actué como actué porque vivía en un país sumamente polarizado.

SEMANA: ¿Qué lección deja su caso?

N.C.: Que uno debe cuidarse, no solo en internet. En este país pueden destruir una vida en un segundo, por una sospecha o por una cortina de humo. Lo que yo escribí surgió de un sentimiento de una generación habituada a vivir en medio de la tensión y a usar un lenguaje violento.

SEMANA: ¿Hoy usa las redes sociales?

N.C.: Tengo la misma cuenta de Facebook. En cierto momento la cerré, pero luego la reactivé. También tengo un blog. Twitter no me gusta porque evito los foros públicos.

SEMANA: ¿Hoy se comporta de otra manera cuando usa Facebook?

N.C.: Sigo siendo curioso y uso Facebook para informarme. Pero soy más cuidadoso con mis expresiones. Es que uno no sabe si por ahí hay alguien que quiera volver a ponerlo a uno en una situación complicada.