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¿SE ESTA MURIENDO EL SINDICALISMO?

El ex viceministro de Trabajo y especialista en temas sindicales, Germán Bula, responde a la pregunta, a la luz del fracaso del paro del 27 de octubre.

GERMAN BULA
5 de diciembre de 1988

El común denominador en la actitud de los comentaristas de oficio y de coctel en relación con e frustrado paro general del pasado 2 de octubre, lo constituye sin duda un inocultable satisfacción, una especie de euforia, de morbosa delectación alrededor del "fracaso de Jorge Carrillo" . Pareciera como si en el momento de hacerse el comentario se estuviese viviendo en un país diferente, ajeno a los ingentes problemas de narcotráfico, el terrorismo, la guerrilla y los grupos paramilitares. Porque luego de las primeras frases eufóricas si se inquiere al circunstante sobre la razón de su alegría, se lo conduce a nuevos niveles de reflexión. Alguno llega a cambiar el deleite por un "¡Ay!" lastimero, compasivo del "pobre Carrillo".
Jorge Carrillo se equivocó, y difícilmente lo reconocerá por razones de táctica. Entre las explicaciones que ha dado sobre los motivos que condujeron al fracaso de la huelga destaca dos: una inculpación a la guerrilla y a los aparatos políticos que ésta tiene infiltrados en los sindicatos y el señalamiento de una actitud extremadamente represiva por parte del gobierno.
Los llamamientos que Jorge Carrillo hizo a los sectores armados para que no se inmiscuyeran en el paro del 27 de octubre no podrían resultar más ingenuos. Tal vez lo único igualmente ingenuo fue la actividad que en dirección a probar que la guerrilla sí tenía intenciones de participar, desplegaron algunas personalidades del gobierno. Este es el único país en donde es necesario probar que una guerrilla sedicentemente marxista participaría en un paro general obrero convocado además por una central en la que tienen asiento dirigentes de izquierda. Pedirle a la guerrilla que no participe en un paro de esa naturaleza o intentar probar lo que es un hecho notorio, y obvio, equivale a pedirle a los polvoreros que no participen en la época navideña o a abordar la insulsa tarea de probar que lo van a hacer. Ambas actitudes, en las que la simetría del simplismo vuelve a aparecer, tienen origen común: se trata de que tanto sectores de la CUT como del gobierno y del establecimiento, han confundido el anarco-sindicalismo con el sindicalismo anarquista. Los sindicatos obreros o cualquier asociación profesional o patronal pueden incurrir en determinadas circunstancias históricas en actos o conductas anarquistas: esto es simplemente anarquismo, pero no anarco-sindicalismo. El anarcosindicalismo no es asunto de forma. No se trata en él de asumir actitudes anarquistas, desde la silla de un sindicato, sino que se trata de un fenómeno preciso y determinado. Nos referimos, cuando hablamos de anarcosindicalismo, a la confusión entre el partido político y el sindicato, y esa fue la conducta que se asumió no sólo en relación con el paro, sino la conducta que se ha venido asumiendo por los dirigentes de la CUT desde hace varios meses.
Son evidentes las diferencias que existen entre el partido político y el sindicato. En el partido, las decisiones son el trasunto del programa, de la estrategia y de la táctica políticas; los militantes se suman al partido bajo la convicción de luchar por un tipo de sociedad, por un tipo de Estado, por el poder político, mientras que los sindicatos agrupan a los trabajadores en su condición de asalariados pero independientemente de su ideología, credo religioso o político.
Los sindicatos no se quedan en el estrecho marco de la lucha económica y está bien que expresen su opinión en materia política, todos ellos incluidos los sindicatos democráticos por supuesto. Pero de allí a la pretensión de actuar como partido hay buena distancia.
La actitud anarco-sindicalista es una actitud facilista. Pretende el dirigente sindical, aupado por sus éxitos, que puede coger el cielo con las manos. Confunde entonces las cosas, se olvida del carácter sindical de la organización que dirige, y siéntese por de pronto al frente de huestes claramente políticas. Las reivindicaciones levantadas para el paro del 27 resultaban más propias de un partido político reformista que de una central de trabajadores. Y así como el actor no debe confundir su papel, las gentes tampoco lo confunden. Vale decir, salvo coyunturas excepcionales, esperan del movimiento sindical acciones y llamamientos típicamente sindicales como esperan del movimiento político acciones y llamamientos típicamente políticos. De entrada pues, la forma y el contenido del paro, y sus convocadores, estaban llamados a la frustración. Los factores invocados por Jorge Carrillo: la guerrilla y la represión, vienen a ser secundarísimos frente al fracaso inminente de una acción impregnada de anarcosindicalismo, desviación que tiene por virtud golpear en últimas a los sindicatos. De allí deriva la primera parte (anarco) de su nombre, por cuanto luego de las acciones anarco-sindicalistas lo que sigue es el debilitamiento de la organización sindical. La confusión de partido y sindicato conduce en última instancia a que llegadas las doce, desaparecida la ilusión del partido, solo queda la realidad de un sindicato debilitado y golpeado, y a eso se podria reducir el acontecimiento que acabamos de presenciar.
La verdad monda y lironda es que en la CUT se agrupan sindicalistas de distintísimas tendencias ideologicas: comunistas, socialistas, socialdemócratas de distintos matices, conservadores, liberales, independientes y sin partido. Una gran heterogeneidad caracteriza a la base del movimiento sindical colombiano incluida la Central Unitaria de Trabajadores. En el nivel directivo están discutiblemente representadas las bases pero hay una fundamental diferencia: mientras los sectores de la llamada izquierda en la CUT tienen un aparato de expresión política a través del cual canalizan su actividad sindical, los sectores democráticos y socialdemocráticos carecen de él. Esta diferencia que para el lego parecería sin importancia, resulta trascendental por cuanto existe una mayor dinámica en la acción de los dirigentes que tienen un brazo de expresión política, o político-militar, que deriva en la capitalización del movimiento en su conjunto. Hemos escuchado las recientes declaraciones y pronunciamientos de Carrillo y encontramos satisfactorio el valor civil con que ha encarado el debate, no obstante compartir el criterio de que bien hubiera podido comenzarse antes. Sin embargo, la propuesta de Jorge Carrillo de pedir a los sindicalistas que sean solamente sindicalistas, y de que su presencia en la CUT no pueda ser a nombre de un partido político, no tiene futuro. La solución está sin duda más asociada a la vinculación decidida de los partidos democráticos al movimiento sindical y en general a las distintas formas de organización popular. En medio del clientelismo y la corrupcion reinantes, ¿harán los partidos aquello que la coyuntura les demanda? Enorme responsabilidad la de las tendencias progresistas de los distintos partidos, mayormente ahora que el palo no está para cucharas. Alguien dijo que el país necesita un Churchill. Ya lo creo; a ver si los señoritos de coctel se percatan de que el momento es de lucha por la democracia y la salvación nacional, una lucha amplia que demanda generosidad y sacrificio.