"El machismo es cosa del pasado"

SEMANA: Usted, como mujer, está marcando todo un hito en la historia de la Armada. ¿Es un buen síntoma de que en Colombia el machismo está en vía de extinción?

Paola Cordero Pardo: En Colombia hemos avanzado mucho en la igualdad de sexos, el machismo es cosa del pasado. Hay un abismo entre las generaciones de nuestras madres y abuelas y la mía. Yo, por ejemplo, jamás he sufrido el machismo. He contado con las mismas oportunidades de los hombres. Aquí, en mi institución, todos somos iguales.

SEMANA: Recientemente en Estados Unidos hubo un gran escándalo en las instituciones armadas por el acoso sexual de que son víctimas algunas mujeres por parte de oficiales superiores. ¿Se han presentado casos similares en Colombia?

P.C.P.: Nunca. Hemos tenido contacto en cursos con mujeres oficiales de Estados Unidos que nos han contado algunos hechos de allá pero aquí esto no ha ocurrido jamás. Hay mucho respeto.

SEMANA: ¿Y usted? ¿En su condición de mujer no maltrata a los hombres ahora que tiene poder?

P.C.P.: Ni pensarlo. Yo debo recibir buen trato de ellos y corresponder de igual manera.

SEMANA: ¿A cuántos hombres manda usted?

P.C.P.: En estos momentos tengo mando sobre 400 hombres pero para mí ya es un hecho normal. Mi caso es similar al de muchas mujeres que en el país han demostrado que hemos alcanzado la igualdad.

SEMANA: Igualdad en el hecho de que usted está ad portas de comandar un buque de guerra.

P.C.P.: En estos momentos me estoy preparando para eso. En seis meses me gradúo y ya podré ir a bordo de una fragata. Con el tiempo seré comandante.

SEMANA: ¿Ese es su sueño?

P.C.P.: En principio sí pero yo, como todos los cadetes, miro más allá: algún día llegar a ser almirante, el máximo grado de nuestra Armada.

SEMANA: En el imaginario colectivo el mar es cuestión de hombres, de soñadores, de aventureros.

P.C.P.: En parte es cierto pero el mar siempre invita a suspirar, es fuente de inspiración, el mar también es muy femenino.

SEMANA: ¿El mar es para quererlo?

P.C.P.: Quererlo sí pero también respetarlo al máximo, eso sí, sin temerle.