ENTREVISTA

"Formo parte de la más joven generación literaria colombiana"

El periodista Daniel Samper Pizano dio el salto del periodismo a la literatura con su primera novela 'Impávido coloso' que se lanza esta semana en Colombia.

7 de abril de 2003

SEMANA: Usted escribe editoriales, columnas, crónicas, libros. ¿A qué horas sacó tiempo para escribir una novela?

DANIEL SAMPER PIZANO: En nuestros países, al menos, casi todas las primeras novelas y la mayoría de las segundas, terceras, octavas y vigésimo terceras han sido escritas robando tiempo a las actividades del autor que le permiten comer: desde la medicina o la contabilidad hasta la agricultura y el trabajo habitual del periodista. Pocos tienen la fortuna --a veces inhibitoria-- de una beca para escribir una novela, o la desgracia --en muchos casos fructífera-de un par de años en la cárcel que permitan el fecundo trabajo del ocio, como le pasó a un tal Miguel de Cervantes. Básicamente, el que quiere escribir, saca el tiempo.

SEMANA: La mayoría de los periodistas que han dado el paso hacia la literatura lo han hecho siendo jóvenes. ¿Por qué usted espero tanto?

D.S.P.: Por lo que usted dice en la pregunta anterior: por andar escribiendo editoriales, columnas, crónica y libros. Y leyendo. Y viendo fútbol, y jugando scrabble y sacando crucigramas. Y durmiendo. Y yendo a cine. Y echando carreta con los amigos.

SEMANA:¿Qué tan difícil es saltar del periodismo a la literatura?

D.S.P.: En mi caso no lo ha sido mucho, porque desde hace muchos años leo, estudio y escribo ficciones. Cuando era universitario ya gané un premio de cuento, y otros cuentos míos se han publicado en revistas como Eco, Colcultura, Golpe de Dados y Estravagario. El último apareció el año pasado en El País (España). Lo que pasa es que ha sido una actividad marginal, arrinconada por la cantidad de páginas que escribo como periodista. Así, pues, que más o menos tengo en calentamiento el músculo de la narrativa. Además, hay muchos recursos que son comunes al periodismo y la literatura, y si algo logró la narrativa del siglo XX fue aproximarlos hasta la intimidad y, en ocasiones, el contubernio.

SEMANA: ¿Y qué tan complicado es desencasillarse de los temas de humor para meterse en una obra de ficción seria?

D.S.P.: Desde el principio tuve claras dos cosas al respecto. Primero, que no quería hacer una novela de humor (aunque es un género delicioso, y las hay magníficas). Y, segundo, que eso no podía significar una especie de purga destinada a evitar que el humor aflorara en mi estilo. De modo que dejé que el humor fluyera cuando se le daba la gana, porque no es ni siquiera parte de mi modo de escribir, sino de mi modo de ser. Creo que ayudó muchísimo y que se convirtió en un aceite que permite el rodamiento más fácil de la trama. Por otra parte, el que ejerce el humor en mi novela no es el relator: son los personajes.

SEMANA: Su novela transcurre en el Brasil de los años 70. ¿Por qué no tomó cómo escenario a Colombia?

D.S.P.: Porque siempre me dio vueltas en la cabeza el tema de los viajes colectivos -mudar de escenario, como es obvio-, y tengo un viejo cariño por Brasil, un vecino maravilloso al que desconocemos casi por completo (Pelé, Paulo Coelho, Nelson Ned y ahora Lula son los pocos brasileños que Colombia reconoce). Es fascinante la manera como Brasil combatió con la música a la dictadura militar (que fue la que inauguró los terribles desmanes ocurridos en el Cono Sur en los años 70), y me parecía que era un hecho digno de contarse. Quizás era aparentemente más fácil tomar como escenario a Colombia, pero allí mismo acechaban muchos problemas del posrealismo mágico. Brasil me permitía cambiar de tramoya.

SEMANA: ¿Tiene algún episodio autobiográfico?

D.S.P.: Muchos, naturalmente. El viaje colectivo que provoca toda clase de intensas pasiones, antipatías, amistades, amores, es síntesis de muchos que hice como periodista. Me llamaba la atención que en ellos siempre se suspendían las normas habituales de convivencia y entraban en juego otros valores más extremos y permisivos, cuya explosión era función de su fugacidad.

SEMANA:Usted ha dicho que el novelista se hace a partir de la segunda novela. ¿Ya está preparando otra?

D.S.P.:Creo, evidentemente, que una primera novela --buena o mala- la escribe cualquiera. Hasta yo. El título de novelista sólo puede discernirse a partir de la segunda. Me divirtió tanto escribir Impávido coloso, que estoy ya trabajando en otra. ¿El tema? Como diría el maestro De Greiff, ya no lo sé (sí lo sé, mas no lo digo).

SEMANA: ¿Usted aspira a ser el sucesor de García Márquez?

D.S.P.: Yo, pese a mi provecta edad, formo parte de la más joven generación literaria colombiana, la que empieza a mostrar su obra. Nuestra labor, pues, no consiste en suceder o desplazar a GGM, sino a Franco, a Gamboa, a Laura Restrepo, a Serrano, a Abad, a Vallejo, a Consuelo Triviño y demás viejitos veteranos de la generación literaria que nos antecede. Los nuevos novelistas, como corresponde, tendremos que asesinar al padre, que son nuestros hijos. Mierda: he ahí un tema como para mi tercera novela.

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