| Foto: Natalia Botero

ENTREVISTA

“¡No estamos solas!”

El Ministerio de Trabajo acaba de ordenar que todas las empleadas domésticas deberán estar afiliadas a las cajas de compensación. SEMANA habló con María Roa, que lidera un nuevo sindicato que pretende unirlas.

20 de abril de 2013

SEMANA: Ya tienen un decreto que las respalda. ¿Cree en esas medidas?

MARÍA ROA: Sí. Es importante acatar la ley, solo así podemos exigir. Las cosas han cambiado: hace algunos años no teníamos derecho a nada. Estoy segura de que, con el respaldo del Estado, el panorama seguirá transformándose.

SEMANA: El suyo es el primer sindicato que reúne a víctimas y mujeres de origen étnico...

M. R.: La Unión de Trabajadoras del Servicio Doméstico es pionera en el mundo. Somos afro, chocoanas, antioqueñas y desplazadas. Queremos mejorar la calidad de vida de las empleadas: que se les remuneren las horas extras, que se les paguen primas y prestaciones sociales. Hay muchas que trabajan más de 16 horas al día y ni siquiera ganan el mínimo.

SEMANA: ¿Cuál es el beneficio?

M. R.: Salir del olvido y saberse protegidas. Hay muchas empleadas que no saben que las vulneran. Asesoramos en lo jurídico, tenemos trabajadoras sociales, psicólogas... Nos reunimos una vez al mes en la Escuela Nacional Sindical, en Medellín.

SEMANA: ¿No les dará miedo acercarse a ustedes?

M. R.: Es una preocupación frecuente. Muchas se quedan calladas por temor: ¿Perderé mi trabajo si entro al sindicato? Yo les digo que aquí estamos para que eso no ocurra. Y cabe añadir que hoy los empleadores están dispuestos a ceder. 

SEMANA: ¿Cómo le fue abriendo el sindicato?

M. R.: Yo estaba decidida y saqué adelante la iniciativa con unas amigas. Coincidíamos en un parque y hablábamos de nuestra situación. Durante ocho meses jugamos con la idea, hasta que yo dije: ¡Lo que hay que montar es un  sindicato!

SEMANA: ¿Se sienten discriminadas?

M. R.: Seguimos siendo un “problema social”. Ser empleada es ser mujer, muchas veces proceder de las regiones y ser desplazada o miembro de una minoría étnica. Pocas tienen estudio y la mayoría son cabezas de familia. Muchos empleadores se aprovechan; algunos abusan y nos someten a la esclavitud. Yo siento que la gente en la calle nos sigue mirando por encima del hombro. 

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