La Distritofónica: Tres años de música independiente

¿A qué suena Bogotá?

De mayo a octubre el sello independiente más fuerte que existe en Bogotá presentará a sus diversas agrupaciones en el Teatro Colón. Un grupo de productores y músicos están decididos a mostrar que es posible hacer una música de la ciudad. ¿Qué es La Distritofónica?

José Alejandro Cepeda
23 de mayo de 2007

La música, como la realidad, parece hoy fragmentada. Aunque el mundo siga pareciéndonos igual, ¿dónde residen finalmente las ideologías, lo bueno, lo malo… el arte? En todas partes y en ninguna. En tiempos como estos, en que una canción remite más a un archivo electrónico de bolsillo que a un surco de vinilo, vale la pena preguntarse para qué sirve un sello musical al fin y al cabo. En Bogotá, un grupo de jóvenes ha venido haciéndose esa pregunta dentro de la denominada nueva música colombiana, y está cumpliendo tres años de responderla bajo el nombre de La Distritofónica.

Los sellos nacen por vocación o por intereses comerciales respetables. Es decir, tienden a dos modelos: independientes, que realizan grabaciones lo más autónomas posibles o, por el contrario, dependientes de la lógica de una industria. En el primer caso, como el hormiguero, un sello independiente cobra vida propia a partir de sus partes: cada una de las notas, instrumentos, músicos, conciertos y grabaciones que lo soportan. Aceptemos que el buen sello (Motown, ecm, Deutsche Gramophon, Sazam en el rock argentino o el Real World de Peter Gabriel constituido género en sí) se parece más a un conveniente karaoke, a una lúcida rockola o a un armónico carrusel, donde el oyente decide qué disco poner o a cuál caballito subirse.

La nueva música colombiana es una categoría en formación que describe lo indescriptible de parte de la música que produce el país hace más de una década: su gran diversidad asumida desde una perspectiva de ciudad, donde confluyen ritmos del Atlántico o el Pacífico con el rock, el funk o la electrónica, catalizados en buen porcentaje por el jazz. Grabarla no es fácil. Requiere músicos con buena formación, que investiguen, produzcan resultados y, además, una audiencia curiosa. En La Distritofónica, cuenta Alejandro Forero, uno de sus fundadores, “el origen se da por la necesidad que tenemos de comunicar nuestra música, que construya catálogo y público. Ver que las disqueras establecidas no les interesa lo que hacemos y difícilmente lo harían, nos llevó a organizarnos y tomar la decisión de meterle la ficha y creer en nuestra propuesta”.

El proyecto se desprende en parte de la ruta del jazz colombiano señalada por Antonio Arnedo y continuada por grupos como Curupira, pero también de la actitud de sellos como Gaira, que ofrecía desde un revalorado Carlos Vives a un iconoclasta Bloque de Búsqueda, pasando por la delicada Lucía Pulido. Esa actitud autónoma de los noventa heredada del rock ha capitalizado grabaciones de metal, punk, hip-hop e incluso salsa, que aprovechan la tecnología que permite reducir costos, autoproducirse y buscar una distribución que recupere por lo menos la inversión.

Frente a esta reconversión sonora, La Distritofónica caracteriza su trabajo colectivo desde abajo sin imponerse barreras. “No prima el sentido del rescate, de ir a las raíces. Simplemente es la apropiación natural de unas músicas que son patrimonio de todos, realizadas en este caso desde Bogotá lo que ya significa un proceso cultural. Pero no pretende necesariamente un ejercicio de intelectualidad o de cómo ser buen colombiano porque se utiliza el patrón rítmico de un currulao. El sello es espontáneo, respetuosa e irrespetuosamente diverso de lo que ofrece la realidad diaria, lo mejor hecho posible sin que se note la costura”, afirma Luis Daniel Vega, realizador y comentarista musical miembro del proyecto.

La Distritofónica promueve quince agrupaciones, ha publicado siete discos y quiere estimular otras iniciativas. En su aproximación prima la actitud ecléctica, el trabajo en grupo, la independencia y el sonido de ciudad. Precisamente esa sensación de “lo urbano” (expresión que ha comenzado a abusarse en otros contextos) sobresale, y refleja un carácter directo lleno de relieves. Contrasta con la valiosa y complementaria propuesta de Chonta Records, el sello que produce música colombiana contemporánea desde Nueva York. Allí en algunos casos el sentido de fusión etnológica, cientificidad, calidad o la propia nostalgia del músico producen un sonido limpio que contrasta con el de La Distritofónica, que en su bogotaneidad puede llegar a sonar “muy Nueva York”. Ese sonido –para juzgarlo en directo– se presentará en el Teatro Colón junto a otras propuestas entre mayo y octubre a modo de celebración. “Trabajar cansa”, decía Pavese. Pero también produce resultados.