Entrevista a Gay Talese

La pluma que inmortalizó a Sinatra

Junto a Hunter S. Thompson, Truman Capote, Norman Mailer y Tom Wolfe, Gay Talese es el último reducto de lo que en los años setenta se llamó el Nuevo Periodismo. Es considerado por muchos el mejor periodista vivo de los Estados Unidos. ¿Qué hace hoy en día Talese? Responde en exclusiva para Arcadia.

Joaquín Botero
23 de mayo de 2007

El día antes de volar a Gales a la boda de Pamela, su hija mayor, el icono del periodismo Gay Talese tuvo la cortesía de recibirme en su casa en el Upper East Side. La expectativa de una reseña en un medio en español sobre su último libro, A Writer’s Life, le hizo separar dos horas en medio de los alborotados preparativos del viaje. “La abuela de mi futuro yerno cumple cien años y el deseo de todos es celebrar la boda lo más cerca posible de ella”, dice el autor. Tras verlo subir las escaleras con saltos de colegial, y notar su talle de veinteañero, se podría imaginar en qué condiciones de salud alcanzaría los cien años el hombre de setenta y cinco que casi todos los días va al gimnasio. El escritor, que puede pesar lo mismo hoy que hace cincuenta años, igualmente ha balanceado los mismos temas a lo largo de su carrera: fracaso, persistencia, raza, inmigración, identidad, entre otros.

Gay Talese es conocido como “el reportero de los reporteros”. En español es conocido por su libro Fama y oscuridad en el que aparece una selección de las notas que escribió durante sus diez años como redactor del diario The New York Times, al igual que los perfiles que publicó en varias revistas. Entre ellos está “Frank Sinatra está resfriado”, considerado el más importante del periodismo estadounidense en los últimos cincuenta años. Luego aparecerían los famosos libros de exhaustiva investigación: sobre The New York Times (El reino y el poder), sobre la mafia italiana (Honrarás a tu padre) y sobre la revolución sexual (Mujer de tu prójimo) todos publicados en español por Grijalbo. Pero, para mala fortuna de los lectores, descatalogados. Tales obras son paradigmas en las escuelas de periodismo de todo el mundo. Además fue hasta los años ochenta un best seller no sólo en el mercado en inglés, sino en todo el mundo. Rico y famoso, y sin dejar de escribir todos los días, Talese empezó a mandar obras a la imprenta con más lentitud. Tras Mujer de tu prójimo pasarían doce años antes de Unto the sons (1992), una épica sobre su familia desde el siglo xiv hasta el masivo éxodo de italianos a América. El extenso libro no ha sido traducido al español. Luego transcurrirían catorce años antes de presentar su reciente libro, A Writer’s Life (2006), el cual no alcanzó el nivel de ventas esperado. Como uno de los famosos personajes que el autor retrató en sus momentos difíciles, Talese batalla con su oficio y con las críticas.

Sin embargo, este hijo de un sastre sigue siendo considerado el mejor escritor de no ficción entre sus contemporáneos. Incluido en la famosa antología que recopiló Tom Wolfe a principios de los setenta con el título de El Nuevo Periodismo, sigue siendo tan representante del género, que él es el único veterano conocido entre los lectores hispanos que aparece en The New New Journalism el reciente libro de entrevistas del profesor de nyu Robert Boynton. Sin ser novedosa, la tan mentada revolución literaria que significó el Nuevo Periodismo tenía que ver con la manera en que el oficio usó elementos de la ficción: diálogos completos, escenas, detalles cotidianos como describir el estatus de los personajes, además el punto de vista en tercera persona “desde la cabeza del personaje”, todo con extensa reportería y adhesión a los hechos. Obras como A sangre fría, de Truman Capote, y Los ejércitos de la noche, de Norman Mailer, y autores como Hunther Thompson, Joan Didion y el mismo Wolfe fueron modelos de esta tendencia. En contraste con los anteriores autores que se movieron o mueven entre distintos géneros, Talese nunca ha experimentado con la ficción. Por el contrario, se ha vuelto más meticuloso en sus métodos de investigación y por eso sigue siendo incluido en las antologías de la siguiente generación de escritores de no ficción más ambiciosos que sus antecesores: si Wolfe aspiraba meterse dentro de las cabezas de sus personajes, los ‘nuevos nuevos’ reporteros se volvieron parte de sus vidas, sumergiéndose al punto de pasar inadvertidos “como una mosca en la pared” (entre los conocidos en español se destacan Jon Krakauer, Eric Schlosser y Susan Orlean). O en palabras de Talese: “Para viajar a través del tiempo con ellos hasta ver lo que ellos ven”. Así el autor italoamericano vuelve una y otra vez a los lugares y a los personajes. Para él, exactitud es el principal objetivo. En segundo lugar, Talese es el poeta del lugar común que ha demostrado que se puede escribir gran no ficción acerca de lo ordinario.
“Yo escribo historias que están conectadas con mi vida”. A Writer’s Life’ es un híbrido de memorias y reportajes con los que el autor batalló por más de una década, los noventa, “la peor de mi vida”. También podría verse como cuatro libros en uno, entrelazados con narraciones en tono de reminiscencia sobre su infancia, sus viajes a Italia, su matrimonio y su paso por el ‘Times’. Proyectos que fueron rechazados por editores y que el autor rescata.

La historia que inicia y cierra A Writer’s Life es la de la futbolista china Liu Ying, quien falló un penalti en la tanda de desempate de la final de la Copa Mundo de fútbol femenino entre China y Estados Unidos en 1999. Al final del partido Talese no pensó en la celebración de sus entusiastas paisanas, sino en la mujer que no se veía en la pantalla. La imaginó frente a su guardarropa con los ojos llenos de lágrimas. “Nada en la vida de esta mujer la pudo haber preparado para lo que debía estar sintiendo, por lo que nunca en la historia de China una sola persona había estado avergonzada enfrente de tanta gente”. El autor decidió viajar a China a buscarla a sus propias expensas, pese a no tener itinerario ni contactos importantes. Talese se empecinó en ver qué hacen sus personajes para superar la derrota. Y esto es lo que hace fascinante y novedoso este libro, pues al mismo tiempo reflexiona acerca de sus luchas y fracasos como escritor.
Luego Talese me habla sobre restaurantes, la segunda historia: “Yo tuve dos padres… uno residencial y otro en los restaurantes. Sólo con el último yo fui un hijo feliz”. Igualmente en su vida actual, después de estar luchando todo el día con sus demonios en su estudio, el escritor parece encontrar la felicidad en los establecimientos que frecuenta casi todas las noches. Lugares de “reconocimiento, saludos y seguridad”. “Lo que ellos me ofrecen no es tanto el menú, sino preferiblemente las luces y sonidos alrededor que me sustraen de mí mismo”. Llevaba recopilando información desde los setenta sobre varios restaurantes famosos que frecuentaba y sus propietarios y anfitriones. Luego se concentró en un local en la calle 63 donde fracasaron doce negocios a lo largo de veinticinco años. Talese consiguió tener acceso detrás de las puertas de la cocina. Un territorio nuevo para él. En su historia intercambia palabras con los cocineros hispanos que oyen música de Roberto Carlos. Describe a uno de ellos, el asistente de chef dominicano Miguel Peguero, quien años atrás estuvo muy cerca de ascender a las ligas mayores del béisbol si no hubiera sido por una grave lesión. Ahora ve a varios de sus ex compañeros, a algunos de los cuales superaba en destrezas, triunfar en las Grandes Ligas. Tal proyecto de libro fue rechazado por el editor de Talese que no veía ventas potenciales. “El tipo de escritura que me gusta tiene relevancia histórica”, dice Talese con su voz joven. “Y las cocinas tienen relevancia histórica porque la gente puede hacer carrera y ascender y en eso se parecen al país mismo. Las cocinas son un ambiente muy democrático, por eso yo quería escribir acerca de ellas, porque hay ecos del pasado en cuanto a los prejuicios y la selectividad: lo que les tocó a los italianos ahora ellos lo hacen con los hispanos”.

La tercera sección del libro se ocupa del célebre caso de la manicurista ecuatoriana Lorena Bobbitt que le rebana el pene a John Bobbitt, su marido ex marino, después de que supuestamente la violara. Talese había sido invitado por la revista New Yorker a unirse y al poco tiempo le propone a la editora Tina Brown escribir sobre el caso que atrae la atención de todo el mundo. La mujer se entusiasma con la historia en manos del gran cronista del sexo estadounidense. Talese viaja a Virginia a cubrir el juicio contra Lorena Bobbitt que tiene que verse con su ex compañero cuyo pene había sido exitosamente reintegrado pocas horas después del tajo. El autor se encuentra con que los dos individuos ya han firmado pactos de exclusividad con distintos medios. El reportaje de diez mil palabras no entusiasma a Tina Brown. Talese pide una segunda oportunidad y la mujer lo rechaza de nuevo. Otro proyecto que no va a ningún lado.
En el cuarto fragmento del libro, Talese revisita Selma en el estado de Alabama, epicentro del movimiento por los derechos civiles que había cubierto por primera vez en 1965 para el ‘Times’. En los noventa, encuentra un escenario distinto, pero aún poca integración entre blancos y negros. Los matrimonios interraciales son vistos como una rareza. El tema étnico ha sido uno de los más recurrentes en la obra de Talese, influido por su época de universitario en Alabama, donde sólo veía negros afuera del campus universitario.

“El libro es una manera inusual de componer no ficción: escribir acerca del oficio y al mismo tiempo contar historias. No están maquinadas, sino tejidas con delicadeza. De esta manera A Writer’s Life’ es ambicioso como libro de no ficción”, dice Gay Talese mientras bebe agua. “Yo no quería escribir una memoria. Eso es demasiado fácil. Yo quería escribir historias interconectadas a la manera que lo hace Robert Altman en varias películas, especialmente en Short Cuts. Así es como a mí me gusta escribir. Lo que escribo no es imaginario ni exagerado, es verdadero y verificable. Consiste en ir a lo profundo de los hechos y tratar de verlos como un drama, como una crónica, como una sucesión de fotografías, escenas tras de escenas, que no se toman libertades con los hechos. Es reportaje, pero además es historia. Yo quiero hacer una no ficción duradera. Este libro tú puedes leerlo en cualquier momento”.

El camino a la anterior certeza estuvo lleno de espinas. En uno de los memorandos que el autor se escribe a sí mismo aparece una extraordinaria reflexión de sus propias batallas y su visión del mundo editorial: “¿Por qué no estoy escribiendo este libro más rápido? ¿Sufro de bloqueo? No, tú no sufres de ningún bloqueo, tú sólo estás revelando buen juicio en no publicar nada en este momento. Tú estás demostrando preocupación por los lectores en no colmarlos con mala escritura. Muchos escritores deberían hacer lo que tú estás haciendo, no escribiendo. Hay mucha mala escritura ahí afuera, ¿por qué sumar a eso? Las estanterías de Estados Unidos están cubiertas con libros de segunda categoría de escritores de primera categoría. Muchos de esos escritores tienen una audiencia fija y entonces los editores publican su material. Ellos publicarán lo que sea que venda. Pero los escritores deberían ser bloqueados. Podría ser bueno para la reputación de los escritores, para los costos de producción de las casas editoriales y para los estándares de lectura del público en general. Debería haber un premio nacional del libro que se dé anualmente a ciertos escritores por no escribir”.

La crítica más desfavorable del libro fue publicada en el suplemento The Book Review de The New York Times. “Talese… ha recapitulado y redoblado sus remiendos, agregando viejas notas y páginas manuscritas e intercalándolas con pedazos de autobiografía y autohumillación. El todo es menos que la suma de sus arbitrarias partes”. El articulista compara a Talese con otro de sus contemporáneos que pasa mucho tiempo en su burbuja en Manhattan: Woddy Allen. Dice que ambos formaron su carrera entre los sesenta y los ochenta pero que en los noventa perdieron la chispa. Y aunque se pueda sentir simpatía por la expedición de Talese a China, la apuesta no dio resultado, concluye el comentario.

Por el contrario, la revista universitaria Columbia Journalism Review fue generosa en los comentarios: “El resultado es un tipo de narcisismo invertido. Mientras que el narcisista descubre rastros de sí mismo en todas partes, el Talese omnipresente consiste únicamente de las historias de otras personas. “Mi punto de vista ve muchos lados”, dice Talese. Más que muchos periodistas, él posee un insaciable apetito por la información. Al tener que abrirse camino a través de la maraña de hechos y conexiones, ha limitado su producción a un libro cada doce años. Pero esa maldición es la llave de su don literario. Los pasajes en los que Talese descubre lo que él llama “la corriente de ficción que fluye por debajo del flujo de la realidad” son los más cautivantes trabajos de periodismo que yo he leído”, dice el crítico.

En 2009 Talese y su esposa cumplirán cincuenta años de matrimonio. Para ese aniversario, me dice, aspira haber terminado su actual proyecto. “Estoy escribiendo un libro acerca de mi matrimonio como ya escribí sobre el sexo y me incluí en el libro. Estoy excitado porque me gusta el reto. El tema es interesante y peligroso. Los escritores de no ficción no se ocupan del matrimonio. Ellos escriben acerca de crimen o el gobierno. Mientras que los escritores de ficción hablan sobre matrimonio, divorcio o adulterio. Ahora lo quiero hacer desde un ángulo y con un énfasis diferente. En este caso no voy a tener que viajar como en los casos anteriores. Para A Writer’s Life tuve que volar cuatro veces a China, además fui mucho a Alabama y Florida y acá perseguí a dueños de restaurantes por toda la ciudad. Yo tengo que hacer mucha investigación y eso toma mucho tiempo. Tú haces esta entrevista que te toma dos o tres horas, mientras yo debo realizar muchos encuentros de dos horas con cada persona. Pero yo disfruto la investigación. Yo disfruto conociendo personas”.