“Lo grande que es perdonar”, de Adriana Arenas

La política del arte

El perdón es el eje de la próxima exposición de la artista pereirana en la galería Casa Reigner. Videoinstalación, fotografía, pintura, son las técnicas para confrontar la realidad del país utilizando elementos kitsch.

Liliana López Sorzano
23 de mayo de 2007

Dice un fragmento de “Lo grande que es perdonar”, un reggaetón de Vico C: “Te doy hasta la luna con su esplendor, te doy hasta mi sangre por tu piedad, doy lo que sea para que tu corazón mire, lo grande que es perdonar”. Aunque parezca extraño comenzar hablando de Adriana Arenas con la letra de una popular canción, no lo es tanto, pues ese es el nombre que ella eligió para su exposición que se verá a partir de este 31 de mayo en la galería Casas Riegner de Bogotá. La letra de la canción hace alusión a la reconciliación amorosa y al reciente pasaje de la historia colombiana cuando el gobierno promulgó la Ley de Justicia y Paz como instrumento para reinsertarlos en la sociedad. “La idea del conjunto de la obra gira en torno a la invisible e irreal línea entre lo legal y lo ilegal. Lo legal solo es ilegal cuando está penalizado. Si lo ilegal se despenaliza se convierte en legal”, dice.

Las luces de discoteca más la canción, omnipresentes en todos los espacios de la muestra, son la ambientación de una exposición conformada por pinturas de paisajes, videos, hologramas, papel de colgadura y fotografías. Para Arenas tanto la música como el video funcionan como el dibujo: son ejes estructurales de la obra.
Ella, una pereirana que estudió Arquitectura y Artes en la Universidad de Los Andes, y que se graduó en Mercadeo y Publicidad en el Politécnico Gran Colombiano, que viajó a Londres para hacer cursos de fotografía y nuevos medios y luego hizo una maestría en Bellas Artes en el Pratt Institute de Nueva York, dice que lo suyo es minimal kitsh, dos términos que se anteponen y se ofenden. A Arenas le gusta jugar con dos niveles. A nivel visual todo es bello pero con ironía clava dagas de un contenido fuerte, como si estuviéramos escuchando conversaciones entre la bella y la bestia. Son esos juegos y tensiones propios del arte conceptual los que le resultan interesantes. Arenas utiliza técnicas diversas para lograr ese doble juego: video-instalaciones, impresiones digitales y fotografías: “Trabajo con ciertas premisas. Para mí el tiempo y lugar definen el contexto. La altura, el ancho y la profundidad, el espacio. El espacio y el contexto son materiales y el video es un objeto. La edición es al video lo que la descontextualización es al objeto físico (ready made)”.

¿Y qué es lo que el espectador ve? Arenas toma símbolos y representaciones de la lucha armada, de la revolución, de la cultura popular y de la globalización. Ella explica esa mezcla diciendo que se trata de explorar las relaciones de identidad entre lo local y lo global. Por ello, en sus pinturas, utiliza impresiones digitales sobre lienzo: inserta en paisajes comunes y corrientes de Colombia ilustraciones de pájaros y elementos del equipo de un guerrillero como una hamaca con techo de nailon impermeable, un refugio contra fuego de mortero, y una silla de plástico apilable como símbolo de globalización. El conflicto armado y las fuerzas subversivas son, al final, lo mismo en todo el mundo, ya sea el colombiano, el de los tigres en Sri Lanka o el árabe- israelí.

Puede que resulte un lugar común criticar la realidad y tener posturas políticas en el arte, en especial en un contexto como el colombiano. Arenas dice que para ella es inevitable. La realidad, que en sí misma le parece redundante, la política y los conflictos son temas, insiste, que no puede pasar por alto en su proceso creativo.

La obra de Adriana Arenas ha sido expuesta y reconocida sobre todo en el exterior. Ha realizado exposiciones en Estados Unidos, Francia, España, Bélgica y República Checa, y fue seleccionada por el Lower Manhattan Cultural Center para su programa de residencias en el ya desaparecido World Trade Center, donde, durante seis meses en 1999, tuvo su estudio en el piso 91. En Colombia, su obra fue ganadora en el Salón Nacional de Artistas del 2004 y obtuvo mención de honor en dicho salón en 1998. El hecho de haber vivido por fuera tanto tiempo hace que su obra haya adoptado posturas diferentes. Cuando estaba lejos, su obra se ocupaba más de los recuerdos del país de una manera sublimada e idealizada. A su regreso, el impacto de tener la realidad nacional cara a cara hace que produzca bajo esta tensión. ¿Perdonar es divino?