La política invade el cine

Nada será igual después del 11 de septiembre. El cine, cinco años después del atentado contra las Torres Gemelas, parece enganchado a la política. Así lo demuestra el festival de cine más importante de América, con sus filmes sobre probables atentados a Bush o a Blair, el horror de Abu Ghraib o la febril demencia de la globalización. Crónica especial desde Toronto.

Hugo Chaparro Valderrama
18 de septiembre de 2006

Toronto continúa su romance con la política”, anunció un titular de prensa el primer día del festival. ¿De qué manera? Con registros tan desconcertantes sobre personajes de la historia reciente como propone la investigación que en d.o.a.p. (Death of a President, La muerte de un presidente) analiza los motivos que ocasionarían el posible asesinato de g. w. Bush. ¿Qué sucedería tras un crimen enrarecido por misterios sin solución a corto plazo semejantes a los que aún rodean el asesinato de j. f. Kennedy? La pregunta la sugiere el director, médico y periodista británico Gabriel Range con esta ficción que imita el estilo de un documental modelo History Channel, que invita a imaginar lo que sería la historia del mundo sin las imposiciones bélicas desplegadas con el pretexto de la supremacía.

Y es que el Festival mismo fue marcado por la sombra de los acontecimientos, tras ser suspendido por primera vez en su historia durante la crisis de Nueva York el 9/11. Y las películas que se han estrenado durante esta versión recuerdan que las noticias y la historia se han convertido en la materia primordial para que el cine le recuerde a su público que el mundo no es Dinseylandia. Entre el periodismo y la historia, el Festival de Toronto desnuda la insolencia del poder y ofrece una posición para que la polémica no admita indiferencias. Se sitúa al margen de lo políticamente correcto, haciendo de su “incorrección” un signo de vitalidad creativa y honestidad ante el desastre. Una actitud que define a los documentalistas Michael Tucker y Petra Epperlein en The Prisoner or: How I Planned to Kill Tony Blair (El prisionero o cómo planeé asesinar a Tony Blair), un registro de la pesadilla que sufrió el reportero de British tv, Yunis Khatayer Abbas, acusado de planear el asesinato de Tony Blair. Las sospechas y las fantasías paranoicas de la política internacional hicieron que el reportero y sus dos hermanos fueran encerrados en la prisión de Abu Ghraib, donde fueron sometidos a toda clase de interrogatorios, hasta que fueron liberados, nueve meses después, con un lacónico sorry.

El menú de la violencia fue variado en el Festival: la Segunda Guerra Mundial, los nazis, la Guerra Civil Española, Vietnam, el conflicto en el Medio Oriente, la ocupación de Argel por Francia en los anos sesenta, el apartheid en Sudáfrica, el espionaje en Alemania oriental, Afganistán después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el antes pero sobre todo el después que marcó los niveles de violencia a principios del siglo xxi.
Alejandro González Iñarritu explicaba en la rueda de prensa sobre su ultima película, Babel, de qué manera las barreras idiomáticas, la incomunicación, las fronteras que podemos imponerles a los otros y a nosotros mismos ocasionan conflictos como los que narra la película, que está dirigida a públicos de distintas geografías, que viaja de un extremo a otro del mundo, revelando de qué manera los conflictos masivos afectan a los individuos, incluso en la burbuja de felicidad que pueden prometer unas vacaciones. Entre una pareja de norteamericanos anclados en Marruecos debido a un accidente; una adolescente japonesa, sordomuda y conflictivamente ansiosa en un Tokio tumultuoso, donde apenas puede comunicarse con su padre, y el cruce de fronteras entre México y Estados Unidos, Babel ofrece una visión panorámica del aislamiento, el temor ante los otros o lo que Brad Pitt, uno de sus protagonistas, señaló como paranoia y proteccionismo cuando recordó a su personaje, un norteamericano que pasa de la corrección turística y el aire condescendiente ante la pobreza marroquí, a la ira, la soberbia y el desprecio frente a la miseria que apenas reconoce como un matiz de tarjeta postal en el paisaje.

“La seguridad es sólo una ilusión”, comentaba una crítica polaca en la sala de prensa del Festival refiriéndose a Babel. Insistía en que los Estados Unidos, después del 9/11, es un país que se siente inseguro en su propio territorio. Inscrita en un doctorado de estudios cinematográficos en Nueva York, con un corte que apenas le dejaba un velo pelirrojo en la cabeza y una piel en la que era fácil reconocer largas horas de encierro para ver el mundo a través de la ventana que ofrece la pantalla, señalaba la ingenuidad que permite que los ciudadanos sean manipulados, incitados al miedo por los noticieros que hacen del extranjero una amenaza parecida a la que sufrían los astronautas de las películas de ciencia ficción por parte de los marcianos y otros terroristas intergalácticos. La crítica polaca concluía: “Afortunadamente, el cine nos permite comprender qué sucede hoy en el mundo, pero sólo si nos interesa entender que se trata de algo mas que una simple fantasía”. .