Hans Magnus Enzensberger:

“Occidente inventó el terrorismo”

Poeta, ensayista, escritor y editor, a sus 78 años Enzensberger es uno de los más admirados intelectuales de Occidente, y su nombre comienza a sonar en la lista de los probables premios Nobel. En entrevista exclusiva con Arcadia desde Berlín, su infatigable espíritu crítico y su inteligencia se alzan como un bálsamo contra el escepticismo.

Esther Andradi
19 de junio de 2007

El azul le sienta bien. Todo su atuendo es de ese color, incluso sus zapatillas deportivas. Nos hemos citado en el Instituto Cervantes, donde una hora más t pideces de los intelectuales es que tienen muchísimas respuestas falsas... Que se dediquen a trabajar en lo suyo en vez de entretenerse con ellos mismos. A diferencia de los intelectuales, los traductores son imprescindibles, son los culíes aristocráticos de la literatura. Son de oro, porque una literatura sin traducción es estéril”, dice.
Enzensberger ha visitado Colombia varias veces, admira la calidad del periodismo colombiano, y definió el Festival de Poesía de Medellín como un milagro. “Acaso haya que viajar al fin del mundo para convencerse de que un par de versos pueden conmover todavía hoy a una ciudad entera como en los tiempos de Homero”. Pero no duda en definir a las farc, las auc y el eln como “perdedores radicales”, un concepto que explora en su último libro. Este hombre polémico que vio la guerra de Irak como un triunfo contra la tiranía, hoy critica duramente la “Cumbre de los 8” que tuvo lugar en Alemania mientras se realizaba esta entrevista.
Así que usted propone que la próxima Cumbre tenga lugar en una isla...¿En dónde?
“En una isla del Pacífico o del Caribe, en un pequeño estado que no tenga dinero, así pueden construir toda la isla para sus fines. Que levanten un hotel, monten guardias, instalen cañones contra los terribles enemigos, es decir que sea como una cárcel de extrema seguridad para grandes criminales. Entonces estarían bien seguros entre ellos, y al mismo tiempo, no nos molestarían a nosotros, que es lo más importante. Porque es increíble lo que están haciendo. Se comportan como una fuerza de ocupación, que además de ser muy cara para Alemania ¡estamos en nuestro país y no se nos permite el ingreso! Y que se definan como cumbre...esa metáfora es de por sí muy traicionera. Es megalomanía. Ellos se imaginan que están en una gran nube, en el Olimpo y desde allí retumban. Y si ellos son la cumbre quiere decir que nosotros estamos bien abajo... Por otra parte es muy divertido, porque Heiligendamm, el lugar donde están reunidos, es más plano que esta mesa. Es un delirio hablar de cumbre”.
Es un placer conversar con él. Gesticula, golpea la mesa, mueve sus brazos, es elocuente, irónico. Histriónico. Detrás de su mímica y su voz se esconde el talento de un actor. Pero él es un escritor, mejor dicho, un poeta. El pensamiento de Enzensberger recuerda esas imágenes de Caspar David Friedrich que observan desde la perspectiva del águila. Y con el humor como soporte, compañero inseparable. Un hombre que atravesó el siglo con su obra polifacética, que se propuso educar a los alemanes con los libros, que acompañó con sus ideas el movimiento estudiantil y las protestas de los años sesenta. Y la revolución cubana y la desilusión después.
¿Y hacia dónde va el mundo ahora? ¿Qué puede orientarnos?
“No tengo idea de adónde va el mundo. Es maravilloso que el imperio soviético haya desaparecido, que todos los países detrás de la cortina de hierro se hayan desembarazado de esa opresión, pero al mismo tiempo el capitalismo ya no tiene límites. Antes Occidente tenía que estar prevenido, había que impedir que la gente desarrollara simpatías por el comunismo, había que preocuparse por el bienestar social, ser corteses con los obreros, no se los podía echar simplemente a la calle, pero ahora esa presión no está más, el capitalismo no tiene opositor, y eso ciertamente es malo, porque ya no hay quien lo contenga”.
Solo la naturaleza, ¿no?
“Sí, pero ese ya es otro tema. Porque es la diferencia entre pensar a corto o a largo plazo. En un gran consorcio, cada tres meses hacen balance de sus acciones. Es un horizonte muy corto, apenas tres meses, a lo sumo un año, y luego se suceden fusiones y todo ese teatro, pero la ecología requiere un pensamiento a largo plazo. Años. Se habla del cambio climático, pero en la calle todo está bien. A corto plazo todo funciona, hay cada vez más autos y más grandes, ningún problema. Y esto concierne también a los políticos. Como cada cuatro años hay elecciones, solo se puede hacer algo en los primeros dos años porque después se acercan las próximas elecciones y tiene que andar con mucho cuidado si quieren ganarlas nuevamente. Y así están las cosas porque hay elecciones y no queremos que deje de haberlas. Pero no me pregunte cómo cambiar el mundo, solo soy un escritor...”.
En América Latina los poetas son como el oráculo, uno espera de ellos respuestas y por eso se les pregunta casi todo sobre el mundo, la vida, el futuro.
“Es extraño, porque en realidad los poetas no son más inteligentes que cualquier otra persona. Además hacen muchas tonterías. Piense usted en un Neruda con sus odas a Stalin... Suele haber vendedores de periódicos que son muy inteligentes y poetas que son muy tontos. Hay que diferenciar, porque hay intelectuales muy inteligentes y otros muy estúpidos...¿Cual será la razón de esa confianza...? ¿Tal vez la desconfianza con los políticos?”.
Usted además de poeta es ensayista, crítico...
“...y traductor y editor de revistas y escritor de dramas y ópera y... pero es que uno tiene que divertirse. Escribir poemas no es una profesión. Tal vez con los narradores sea distinto, ellos son maratonistas. Thomas Mann, por ejemplo, trabajaba como un empleado público. A las nueve de la mañana se sentaba, miraba el reloj y escribía su novela hasta la una de la tarde. Era un trabajo disciplinado, tenía un plan, tal vez un esquema, una estructura... pero así no se puede escribir poesía. No se debiera. Sería peligroso. Hay algo muy peligroso en un poeta y es la grafomanía, la sobreproducción...Uno escribe veinte mil poemas. Y como hay cosas que sabe hacer bien, demasiado bien, escribe rutinariamente. Piense en Neruda. En él ya era patológico. Aquí hay una botella de plástico. Se sentaba y escribía ‘Oda al plástico’.”
¿Y César Vallejo?
“Vallejo es otra cosa. Y no es una casualidad que él no haya escrito veinte mil poemas ni una oda para cada cosa. Es el más grande de Latinoamérica, en la lírica no hay alguien como él. No fue fácil traducirlo, porque hay muchos subtextos, en Vallejo hay formas que llegan de las lenguas indígenas, su sintaxis incluso no es la más común, no construye sus versos con la ortodoxia del español, se toma muchas libertades y por eso no se lo debe planchar, no se le puede quitar todos sus pliegues, tiene que sonar extraño también en alemán, porque él tiene esa característica”.
Usted es uno de los pocos alemanes de su generación que se interesaron por España desde su juventud.
“Viajé por España siendo estudiante, cuando Franco aún estaba muy firme en el poder. Cuando era un país muy atrasado y se decía “detrás de los Pirineos comienza África”. Vi cuando las mujeres en Andalucía no podían ir solas a la calle, tenían que ir acompañadas por un hermano o una madre, porque eran todavía las costumbres árabes... Hoy las mujeres en España son totalmente libres. Y a mí me fascinan esas transformaciones. Incluso antes de que Franco muriese ya se sucedían encuentros con escritores, comisiones obreras, y he observado año tras año cómo ese país se transformaba. Latinoamérica también me ha interesado muchísimo, especialmente porque si uno habla español es más sencillo, en China sería más difícil porque ahí soy iletrado, analfabeto, en cambio en Latinoamérica no. Y me fascina esa diversidad. Los alemanes creen que Latinoamérica es una sola, toda igual, no perciben las diferencias. Si uno va de Buenos Aires a Asunción es como el día y la noche. Pero en la política, es terrible: no se extinguen esos dictadores, vuelven siempre, siempre son reelegidos. Chávez, por ejemplo. Ahora se habla de nueva izquierda. Pero de nuevo no tiene nada, son viejas ideas, es el populismo de siempre. Imitar a Castro a casi cincuenta años de la revolución cubana...es absurdo. Pero se puede apelar al populismo, ¿no? Latinoamérica tiene ese vecino gigante, hay motivos legítimos de enfrentamiento contra Washington, razones históricas, se entiende, pero es una rutina, no es nada nuevo”.
Pero también es una reacción a las políticas neoliberales de los años noventa.
“Por supuesto, pero los verdaderos problemas son caseros: élites inescrupulosas, la falta de un Estado de Derecho, la corrupción, no se puede decir que Washington es el responsable de todo ello. El Ejército y todos esos personajes llenos de condecoraciones, sus uniformes, sus arbitrariedades y sus entradas de opereta provocan sonrisas en Europa, pero son mortíferos. Y la gente vuelve a votar a esos personajes. La historia del peronismo es impresionante, es también muy difícil de entender, aunque le repito: me interesa muchísimo, pero no entiendo todo. Viví un año en Cuba...y sí entiendo a Cuba. Pero Argentina es para mí inexplicable... O Chile, que parecía un país ordenado, con una democracia estable, durante largo tiempo casi un país modelo, y de pronto Pinochet. ¿Cómo se entiende esto? Pero no soy un experto, apenas un visitante”.
En los ochenta usted escribió que la televisión era un medio nulo. ¿Sostiene lo mismo hoy?
“De vez en cuando hay diez minutos interesantes en la televisión, después otra vez la publicidad y estupideces por el estilo. Pero también escribí que uno puede tomar estimulantes o tranquilizantes, o cocaína, drogas diversas, y que mirar televisión es menos dañino que cualquiera de esos medios aunque el efecto es similar, solo que no produce daños orgánicos. Es solo un lavado de cerebro. Es que cada progreso, sea cual fuere, tiene un precio, no hay ninguno que sea perfecto, sin excepción. Cada medicina tiene efectos colaterales, y viene con indicaciones para el uso, repletas de consideraciones y advertencias por los efectos secundarios...Lo mismo pasa con los medios digitales”.
En El perdedor radical usted habla de sus preocupaciones...
“También escribí un libro sobre Durruti, el anarquista español (El corto verano de la anarquía), porque de alguna manera ellos también eran terroristas, como los anarquistas rusos de principios de siglo. Pero el terrorismo ha ido evolucionando, ya no son grupos de románticos, ahora son organizaciones mafiosas, perfectamente articuladas, muy eficientes. Hay algo que a Occidente no le gusta oír y es que el inventor del terrorismo moderno es Occidente. Las Brigadas Rojas, el ira, eta...Y es una característica de la cultura árabe que todo es importado. Nada se les ha ocurrido a ellos. Es muy interesante este aspecto de la globalización también. No solo los bancos, los aviones, los grandes consorcios internacionales, también la criminalidad se globaliza. Son los efectos colaterales de la globalización”.
¿Qué queda entonces, Titanic, aquel poema suyo de fin de siglo?
“¡No, no estamos al final de nada! El gran barco se fue a pique, sí, pero en el poema ese mismo día diez mil barcos llegaban a puerto, como siempre, no era el fin de la navegación. La humanidad es muy difícil de extinguir y no porque no haya habido intentos. Varias guerras mundiales, se intentó exterminar a los judíos. Pero nada resultó. Somos una especie tenaz, muy resistente, obstinada. Es interesante, ¿no? Porque las hormigas también son talentosas. Cucarachas, virus, bacterias, y sin embargo los seres humanos han conseguido dominar el mundo. No es poco mérito”.
Hans Magnus Enzensberger está convencido de que la enfermedad profesional del escritor es el narcisismo, que a lo largo del tiempo es insalubre solo escribir. Entonces desarrolló su oficio de editor dirigiendo la colección “La otra biblioteca”. “Con la mano derecha escribo, con la izquierda edito. Es algo muy saludable porque uno se puede poner el saco del editor o del autor en forma consecutiva. Además es fantástico descubrir autores, porque los grandes consorcios editoriales compran, mientras que los pequeños editores descubren”.
Y recuerda cuando recibió dos poemas de G.W. Sebald, aquel alemán nacido también en Baviera, que eligió vivir en Inglaterra y murió prematuramente en 2001. “Quiero más” sintió al leerlo. “Había otro tono en esa lengua” y lo publicó por primera vez en Alemania. “Hoy por hoy tenemos muchos más recursos de los que disponian los griegos, por ejemplo, pero habría que preguntarse si la sustancia es mayor que entonces. Es una forma de dilución. Tenemos un crecimiento patológico. En realidad no hay ninguna crisis del libro. La crisis del libro está en el contenido, porque la mayoría de los libros son malos”.
¿Y cómo se sobrevive?
“No es para nada malo ser una minoría. Las minorías son lo mejor de la sociedad, que nos dejen tranquilos, somos porfiados, obstinados, y conseguimos lo que queremos. Los grandes cometen grandes errores –Daimler Chrysler, enormes presupuestos, enormes pérdidas–, ...las minorías tienen la ventaja de que sus errores son también pequeños. Siempre hago la comparación que la lírica es como la hierba mala. En una huerta uno aspira a cosechar fresas o frijoles y puede hacer lo que le dé la gana que siempre crecerá algo a los costados, algo que nunca puede exterminarse del todo. Es la hierba silvestre. No importa que no sea dominante. Es resistente”.