El escritor colombiano James Cañón abandonó la publicidad para dedicarse a escribir y aprender en inglés en la U. de Columbia.

El escritor colombiano James Cañón

Sin nostalgia de la Ñ

Realismo mágico para extranjeros escrito en inglés es la apuesta de un joven y desconocido escritor colombiano. ¿Quién es el autor de esta novela publicada por la prestigiosa editorial Harper Collins?

Juan Pablo Lombana
25 de julio de 2007

James Cañón ha cambiado de idioma y se ha ido lejos. Hace unos meses salió al mercado Tales from the Town of Widows and Chronicles from the Land of Men, [Cuentos desde el pueblo de las viudas y crónicas desde la tierra de los hombres] su primera novela. La segunda, en plena gestación, también será en inglés. Su nombre solía pronunciarse con la jota –articulación fricativa, velar y sorda–, mientras que en su apellido resonaba la elegante eñe de acuñación castellana, pero ahora es más común que lo llamen Lleims Cannon. Comunicarse con él puede no ser tan fácil por estos días. Una llamada a la oficina de su agente produce la promesa de una eventual respuesta sobre su disponibilidad. Luego, aparece un mensaje en el buzón de correo electrónico. Es él, diciendo que se encuentra en un retiro para escritores ubicado al norte del estado de Nueva York y que una serie de tormentas veraniegas ha desajustado las líneas telefónicas de la zona. Por suerte, el clima colabora y la llamada entra. La voz al otro lado de la línea suena familiar, como la de muchos colombianos expatriados. Transmite, además, una agradable sensación de sosiego.
El retiro se llama Saltonstall. Pasará un mes allí, como en un hotel con todo incluido, escribiendo mañana y tarde en su estudio privado y cenando en las noches con cuatro artistas. “Los días aquí se vuelven uno solo –dice–. El lunes es igual al jueves y el jueves es igual al domingo”. Este no es el primer retiro al que lo invitan. Es algo así como el sexto. Ha estado incluso en la Colonia MacDowell,
que es uno de los retiros para artistas más apetecidos de los Estados Unidos.
James Cañón está viviendo la vida de los escritores que logran insertarse en el intrincado mundo literario de los Estados Unidos. Se dedica en exclusiva a escribir, se relaciona con artistas sobresalientes de diversas disciplinas, busca refugio en lugares apartados y atiende solicitudes de los medios de comunicación. Esta suerte la debe a la decisión –no sólo inusual, sino extravagante y temeraria– que tomó después de emigrar a los Estados Unidos en la década de los noventa de escribir ficción en un idioma aprendido de adulto, luego de haber estudiado publicidad y de haber conseguido un puesto bien pago en una agencia de publicidad neoyorquina. Cuando abandonó la vida de asalariado, se empleó como mesero en un restaurante y, al cabo de dos años, se presentó en el programa de escritura literaria de la Universidad de Columbia. Lo aceptaron y comenzó a escribir los cuentos que terminarían siendo el germen de su primera novela.
Muy pronto se dio cuenta de que escribir en otro idioma le otorgaba una distancia con respecto al entorno que deseaba recrear: “Me separaba del patriotismo que todos llevamos, era como si pusiera una barrera entre Colombia y yo. Si quería escribir, tenía que hacerlo con ojos de extranjero”, por eso volcó su energía en perfeccionar el inglés. Pero no se detuvo ahí, sino que resolvió crear una obra dirigida específicamente al público estadounidense, ambientándola en el mundo rural tercermundista, en donde el exotismo rinde que da gusto, y narrándola en el lenguaje llano y directo que prefieren los lectores de su país adoptivo.
La novela cuenta lo que sucede en Mariquita (no la población tolimense sino una ficticia del mismo nombre) luego de que una columna guerrillera secuestra a todos los hombres en edad de portar armas, menos a dos, el insípido párroco y un joven rubicundo que se disfraza, felizmente, de mujer. Durante un tiempo, el temor y la desorganización se apoderan del pueblo. A la vuelta de un año las mujeres se apersonan de la situación y el divertimento sexual comienza a transformar la comunidad en un modelo de libertad, igualdad y fraternidad. Desde el inicio, Cañón conduce la historia con un ritmo fácil y un tono gozón, chisporroteando aquí y allá semblanzas de personajes y narraciones de acontecimientos que remiten al lector obligatoriamente al estilo de García Márquez. En el primer capítulo, por ejemplo, una joven abandonada por su pretendiente sufre dos meses de mal de estómago, hasta que, un buen día, pasa el día entero en el baño. Cuando por fin abre la puerta, sentencia que acaba de cagar su amor por Rodolfo. “Desde entonces –se lee más abajo en una línea solitaria–, Orquídea no volvió a tener ni novio ni diarrea”.
Lo maravilloso es que la mano de Cañón no tiembla ni se dobla, avanza armada de confianza, precisión y humor, y en esto han coincidido las reseñas aparecidas en algunas de las publicaciones más influyentes de los Estados Unidos, como el diario Washington Post y la revista New Yorker. La novela se ha traducido al holandés y al coreano y está por traducirse al francés, al alemán, al italiano y al hebreo, pero de momento, nada de español. Cañón piensa que al público hispanohablante puede no resultarle llamativa la novela porque “allá esas cosas son normales entra una mariposa negra en la sala y uno cree de verdad que viene visita”, y quizá tenga razón. Y, en su retiro, debe de estar tranquilo. Le ganó la apuesta al idioma y complació el apetito voraz del mundo angloparlante por una realidad mágica que parece no agotarse. Quién sabe, sin embargo, si más adelante vaya a sentir nostalgia de la jota y la eñe.