Homero Aridjis

Una naturaleza poética

El poeta mexicano es uno de los principales abanderados del Grupo de los Cien, un movimiento ecologista que busca hacer conciencia sobre la barbarie que ejerce el hombre en contra del medio ambiente.

Juan Felipe Robledo
22 de enero de 2008

Homero Aridjis nació en Contepec, Michoacán, México, en abril de 1940, y su obra como poeta y narrador, así como su trabajo como traductor, profesor de Literatura en universidades norteamericanas –Indiana, Nueva York, Columbia e Irvine–, la obtención de doctorados honoris causa y de premios de poesía como el Aguascalientes en México o el Premio Global 500 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en 1987 en nombre del Grupo de los Cien, la organización en 1991 y 1994 del Encuentro en Morelia Hacia el Fin del Milenio (una reunión de escritores, científicos, ambientalistas y
representantes de grupos indígenas), su designación en 1999 como Ambientalista del Año por la revista Latin Trade, la distinción John Hay Award de la Orion Society de Estados Unidos en el año 2000 –­­recibida por Aridjis en el marco de un coloquio de escritores y científicos sobre la mariposa Monarca–, el premio Fuerza para la Naturaleza en 2001 por su larga trayectoria en defensa del medio ambiente, otorgado por el Natural Resources Defense Council, el Premio del Milenio para Liderazgo Internacional en el Medio Ambiente, recibido en el 2002 de manos de Mikhail Gorbachev y de Global Green, su labor como embajador y agregado cultural de México ante Suiza, los Países Bajos y la Unesco, la fundación y dirección del Instituto Michoacano de Cultura y la organización de festivales de poesía en su estado natal y en el Distrito Federal, además de su designación como presidente del Pen Club Internacional, son rostros diversos que sostienen su preocupación fundamental por conseguir que se intensifique la conciencia de la defensa del ambiente en un mundo cegado por la barbarie del progreso técnico. Su actividad incesante para que la ecología ocupe un sitio central en la conciencia del hombre lo llevó a ser cofundador en 1985 del Grupo de los Cien, una asociación de cien reconocidos artistas e intelectuales activamente comprometidos con problemas ambientales.
Su obra, en principio marcada por la influencia de Octavio Paz, ha ido ganando en autonomía y tiende cada vez más a la austeridad expresiva y la búsqueda de claridad y cercanía con sus lectores. Sus versos se nutren de forma consciente de la mística de los cantos de la tradición náhuatl y de los himnos de iniciación contemporáneos de los indígenas huichol. El ambiente y la naturaleza son temas recurrentes en su prosa y en su poesía. Él dice al respecto: “La ecología es poesía. La naturaleza y la poesía están íntimamente relacionadas. Yo defiendo el agua, la tierra, los árboles y los animales convirtiéndolos en el asunto central de mis poemas”.
Entre sus libros de poemas ocupan un sitio destacado Antes del reino (1963), Ajedrez-Navegaciones (1969), Los espacios azules (1969), El poeta niño (1971), Quemar las naves (1975), Vivir para ver (1977), Imágenes para el fin del milenio & Nueva expulsión del paraíso (1990), Tiempo de ángeles (1994), ¿En quién piensas cuando haces el amor? (1996) y El ojo de la ballena (2001). En sus versos descubrimos una constante obsesión por hablar del milagro de la existencia, la sorpresa fundamental por sabernos vivos y la celebración del hecho de atravesar el tiempo y el espacio en una suerte de aventura cósmica que no cesa. Oímos una voz que viene de remotas edades, y que celebra el mundo natural existiendo en nuestra memoria e inteligencia.