Alonso Cueto

Viento huracanado

Es peruano y ganó el Premio Herralde de novela. Es un escritor deslumbrante que puebla sus libros con un Perú de personajes cotidianos de la clase media urbana y que se alza como contrapeso del país burgués de Vargas Llosa y Bryce Echenique.

Conrado Zuluaga
22 de enero de 2007

Mario Vargas Llosa dice del estilo de Alonso Cueto que se trata de “una prosa rápida y arrolladora, que mezcla descripciones, diálogos, reflexiones y monólogos en una misma frase”. Y es cierto, ésta es una de las peculiaridades de un escritor lleno de potencia y maestría, cuyos relatos están marcados por un desarrollo interno vertiginoso que conduce al lector a una experiencia muy cercana a encontrarse inmerso en la realidad narrada.

Alonso Cueto (Lima, 1954) es autor de una docena de libros y ha sido distinguido con varios premios, como el Wiracocha del Perú, por su novela El tigre blanco, y el Anna Seghers de Alemania, por el conjunto de su obra. Su novela La hora azul, premio Herralde en 2005, fue también elegida en China en 2006 como la mejor novela del año escrita en lengua castellana. Su nombre puede parecer desconocido para muchos lectores colombianos, pero su obra, que estará entre nosotros en el próximo Hay Festival, da fe de un oficio consolidado.
Tras vivir en Madrid dando clases de inglés y viajar por Europa, en 1979 Cueto hizo un doctorado en la Universidad de Texas, donde escribió su tesis doctoral sobre la obra de Juan Carlos Onetti.

Cueto ha dicho que la vida le parece aburrida y monótona, y que lo que busca hacer en su literatura es inventar historias basadas en la realidad pero que llevan las cosas que pasan en ella a extremos. Y tanto Grandes miradas –llevada al cine por Francisco Lombardi– como La hora azul están basadas en hechos reales. En la primera, Fujimori y Montesinos aparecen como personajes y en la segunda, la guerra civil de Sendero Luminoso (1980-1992), el telón de fondo, está sólidamente documentada. Pero Cueto no escribe novelas históricas, como podría pensarse dentro de ese afán por clasificar que se extiende por diversos sectores. No, se trata de novelas, es decir, de textos narrativos, de creación literaria pura y simple, en una palabra, de ficciones.

La hora azul (la hora de la primera madrugada), como lo revela la novela casi al final, es un relato desolado que explora sin piedad el lado oculto de la sociedad. De la sociedad, es cierto, pero en particular de las familias que la conforman. Estas últimas son océanos con una gran extensión de territorios inexplorados, y descubrir los secretos que guardan no sólo es una tarea difícil, sino que esta exploración desestabiliza todo el andamiaje que se ha construido durante años, y amenaza con arrojar por la borda el trabajo de una vida entera. No importa que se trate de una injusta muerte violenta, de un sacrificio heroico, de una discreta y mesurada defunción, lo cierto es que los personajes de La hora azul, todos sin excepción, “se han quedado sólo con su muerte”. Y esta trágica circunstancia conduce en buena medida a la anulación de la esperanza. De allí que sólo los que fueron capaces de mirar a la muerte de frente, de regresar del abismo a donde fueron conducidos por la izquierda fundamentalista o la atroz represión del Estado, los decididos a resistir, son los “únicos verdaderos habitantes de la vida”. Ése es el verdadero meollo de la obra de Alonso Cueto, y lograrlo con tanta destreza literaria lo convierte en uno de los grandes talentos de la narrativa contemporánea. No hay que perdérselo en el Festival.