SALUD

Pacientes con trastornos motores, psiquiátricos y dolor crónico pueden mejorar su calidad de vida

Los tratamientos más avanzados para patologías como el Parkinson, distonías, temblor esencial, trastorno obsesivo compulsivo, agresividad severa, depresión y dolores crónicos, entre otros, ya están disponibles en Colombia.

2 de diciembre de 2014

En el siglo pasado, la mayoría de estas enfermedades –las que tienen que ver con movimientos anormales- eran consideradas ‘raras’ y para ellas no existía un significativo número de tratamientos. En la actualidad estas patologías son tratadas de múltiples maneras y, regularmente, se obtienen resultados positivos.

La mayoría de personas con alguno de estos trastornos del movimiento, padecen síntomas casi incapacitantes. Por ejemplo: en el párkinson la persona tiembla, presenta rigidez y tiene movimientos muy lentos; en las distonías el paciente adquiere posturas anormales, se tuerce con facilidad, mueve la cabeza involuntariamente o se le dobla el tronco; en el temblor esencial la persona tiene movimientos involuntarios –temblores- cuando va a coger un objeto o realiza actos tan simples como comer o vestirse.

Entre otras cosas, el origen de estas patologías es diverso; el doctor especializado en neurología, Francisco García lo explica: 

“Además de la genética, estos padecimientos pueden ser causados por el uso indiscriminado de medicamentos utilizados frecuentemente para malestares como el mareo o vómito, por ejemplo. De igual forma, enfermedades como el hipertiroidismo también pueden provocarlos.”

Tratamientos comunes

El tratamiento inicial para pacientes con movimientos anormales, dolor crónico y trastornos psiquiátricos –obsesivo convulsivo, agresividad severa y depresión- es farmacológico. En muchos casos, el paciente logra estabilizarse y llevar una vida normal; otras personas requieren de intervenciones quirúrgicas e incluso, para el caso de los trastornos psiquiátricos, es necesario recurrir a terapia electroconvulsiva.

Cuando la combinación de estos tratamientos no resulta exitosa, se abre una nueva posibilidad para el paciente: la estimulación cerebral profunda.

Sin embargo, pese a que se trata de una intervención quirúrgica con muy buenos resultados en la mayoría de los casos, el paciente debe someterse a una serie de estudios que lo califiquen como apto para dicho procedimiento. Estos estudios normalmente los hace un grupo interdisciplinario,  como ocurre en San Vicente Fundación: “somos un grupo de 17 especialistas encargado de analizar minuciosamente el caso de cada paciente antes de someterlo al tratamiento.”, afirma Adriana Lucía López Ríos, Neurocirujana Funcional de este centro de salud.

Si la persona resulta no apta para este procedimiento, el equipo médico sugiere dar un tiempo de espera al paciente para analizarlo de nuevo, estudia la posibilidad de un nuevo tratamiento o recomienda un cambio de medicación.

¿Cómo funciona el tratamiento?

“Consiste en un neuroestimulador de 3 partes: el electrodo que va dentro del cerebro, la extensión – un alambre que comunica el electrodo que va al cerebro con la pila- y la pila.

“El electrodo se introduce en el cerebro a través de una incisión en el cuero cabelludo en forma de diadema; se abre una membrana que recubre el cerebro y se introduce el electrodo de 0,5 milímetros. Con ese electrodo se registran las neuronas y las diferentes capas neuronales y con esa información que arrojan, se comienza a buscar el punto exacto donde se genera la anomalía; una vez detectada, se deja el electrodo que se conecta a la extensión. Además, se hace otra pequeña incisión debajo de la clavícula y se implanta la pila que es un marcapasos cerebral similar a los marcapasos cardiacos “, explica la neurocirujana.

La mejoría en pacientes con temblor esencial y párkinson se ve inmediatamente después de la cirugía; desaparece el temblor, la lentitud y la rigidez; en las distonías los resultados se ven en el primer mes posterior al procedimiento y en los pacientes psiquiátricos puede demorarse hasta seis meses para ver los avances.

Según la opinión de la experta, los síntomas de la enfermedad o el dolor crónico que se padece se verán disminuidos en un porcentaje entre el 60% y el 95%. Esta mejoría lograda por  el tratamiento, genera un impacto altamente positivo en la calidad de vida de las personas que lo reciben y especialmente de las familias y grupos de cuidadores que los rodean.