En el principio existía la vendedora de modas. Y la vendedora demodas era aquella madame Baret a quien amó Casanova y a quien compró tantos pares de medias, polvos, afeites, guantes, abanicos y plumas. Después vino la maga de la moda, Rose Bertin, la primera de una larga serie de artistas del buen gusto, que hizo de María Antonieta el máxico tribunal de la moda y la más encantadora de las mujeres coquetas. La Bertin marcó el camino que siguieron más tarde Leroy, la eminencia gris de la política suntuaria de Napoleón, y Charles Fréderic Worth, fundador de la llamada alta costura, y todos los grandes modistos y diseñadores hasta nuestros días. Los Chanel, Dior, Lanvin, Balmain, Balenciaga, Patou, Laroche, Schiaparelli... que empezaron creando no propiamente para la masa, para esas legiones de hombres y mujeres que trabajan y cuyo tiempo e ingresos no les permiten seguir las consignas de la alta costura, sino que diseñaban para las más sofisticadas y prácticamente inexistentes mujeres de la alta burguesía o de la aristocracia en vías de extinción. Por último se produjo el milagro: la creatividad y el vuelo imaginativo nacidos en el estudio del diseñador se deslizaron en el campo de la confección "lista para llevar". Se democratizó la moda.
Entonces, eso que antes no era sino un encantador absurdo prácticamente inaccesible, la moda, se puso de moda. Y no como algo frivolo y superfluo sino como algo que lleva arte a la industria y al comercio, a la habilidad de imponer un gusto y de venderlo. Porque como decía el economista W. Hoving, "la moda es uno de los más poderosos elementos económicos en el ciclo de la distribución".
Es esto lo que en un rapto de entusiasmo y optimismo, y en palabras más directas, interpreta Marlene Henriquez, la espigada y exótica barranquillera que fuera modelo directa de Pucci: "Colombia vivirá de café y confección". Lo dice después de dos meses y medio de ardua labor para montar todo un espectáculo, tal vez la primera verdadera revista de la moda colombiana. Un show que la semana pasada presenciaron en el Centro de Convenciones de Bogotá desde ministros y altos ejecutivos de empresa, hasta diseñadores, artistas y gente sin pretensiones. Un espectácuio que registraron las cámaras de T.V. de Caracol y que todos los colombianos podrán ver el 20 y el 27 de julio. Una revista que se mandará en casetes a las ferias textileras del mundo para mostrar que en Colombia "sí se puede" .
Desde hace tiempo, con una experiencia adquirida en el campo del modelaje y de la enseñanza de éste Marlene Henríquez empezó a madurar la idea de reunir a varios diseñadores colombianos para montar con ellos una revista, espectáculo, show o como quiera llamárselo, con el propósito de probar que se puede ser profeta en la tierra. Y así, con lo que da la tierra: diseñadores, telas, ingenio, creatividad e imaginación, fue cobrando cuerpo el proyecto cuyo objetivo, según Marlene, era "mostrar que Colombia puede exportar moda, que los diseños colombianos son competitivos a nivel internacional". Convocó ruedas de prensa, hizo innumerables llamadas telefónicas, puso avisos, en fin, movió cielo y tierra hasta lograr que 18 diseñadores de Cali, Cartagena, Barranquilla, Medellín y Bogotá le cogieran la caña para montar el espectáculo que el fin de semana pasada dejó boquiabiertos a los asistentes.
En una escenografía centrada en el proceso de los textiles, en la cual su diseñador, Ricardo Jorquera, empleó más de 900 metros de tela, y bajo la dirección artística de Rubén Darío Serna, sin luces de neón ni efectos discotequeros, 40 modelos colombianos desfilaron por una larga pasarela y exhibieron cerca de 600 vestidos "made in Colombia" por colombianos con telas colombianas. Un espectáculo cuyo montaje alcanzó cinco millones de pesos sin incluir el costo de la ropa, financiado por diseñadores y empresas como Coltejer y Fabricato. Un millón de pesos se pagó a los modelos con tarifas entre 35 y 15 mil pesos según su categoría y trayectoria.
La revista duró hora y media, pero detrás de ese tiempo que para los organizadores pasó como un soplo, había un trabajo de muchos días y el grano de arena de más de 100 personas entre modelos, diseñadores, técnicos y maquilladores.
"En Colombia existe originalidad y creatividad. Hemos logrado desarrollar nuestros propios estampados y texturas, y aunque no se trataba de descubrir lo descubierto ni de partir de cero, pudimos demostrar que Colombia está en capacidad de ganar mercados en el extranjero con diseños originales y de calidad, a precios accesibles", dicen los organizadores. Efectivamente, los vestidos, elaborados en un 90% en telas de algodón, cuestan entre 5 y 25 mil pesos y presentan diseños que no tienen mucho que envidiarle a los europeos. En su presentación estuvieron acompañados por accesorios -joyas y zapatos-, diseñados y elaborados también en el país. Los modelos desfilaron en medio de unos efectos especiales de música y de luz acordes con cada uno de los vestidos y escogidos por cada uno de los diseñadores: Miriam Olier, Marta de Vengoechea, Maria Eugenia Vieira de Peña, Norma Rodríguez, Vicky Farkas, Carlos Laserna, Hernán Zajar, Monica de Joyce, Daniel Acosta, María Camila Mesa, Aura del Mar, Mónica Lince...
Fue, indudablemente, una vitrina de lo que puede hacer Colombia en materia de confección y de diseño. Como dicen quienes participaron en la revista "Colecciones 85, 20 propuestas de moda", ahora "Proexpo tiene la palabra". Porque ellos quieren exportar y convertir en realidad lo que Marlene Henríquez le dijera a SEMANA: "Colombia vivirá de café y confección". Así sea.
¡A EXPORTAR MODA!
20 diseñadores, 40 modelos y 600 vestidos en una original revista de moda "made in Colombia".
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