Especiales Semana

ACCIONES

27 de febrero de 1989

Si las cosas funcionaran como Dios y el mercado mandan, ésta debía ser una de las alternativas preferidas de los inversionistas colombianos. Sin embargo, desde hace tiempo las acciones están de capa caida. Tanto, que en 1988 las transacciones de estos papeles en las bolsas de valores fueron de 21 mil millones de pesos, apenas un 4.1% del total negociado. Lejanos están los días en los cuales las acciones eran el termómetro de la economía y el mejor regalo que abuelos y parientes daban a un recién nacido que, desde la misma cuna, se convertia en accionista de alguna de las grandes empresas del país.

La disminución del interés de las gentes por invertir en acciones comenzó a finales de la década de los 70, cuando varios de los grupos económicos más poderosos del país empezaron a disputarse el control de las compañías inscritas en la bolsa. Escándalos como el de los Fondos de Inversión del Grupo Grancolombiano y la puja por el control del Banco de Bogotá; fueron desplazando al pequeño accionista que empezó a sentir que no tenia nada que hacer en ese mundo de tiburones. El creciente control de grandes volúmenes de acciones en manos de unos pocos ha desfigurado el mercado. Según la comisión Nacional de Valores a diciembre 31 de 1987, el 0.2% de los accionistas de las firmas inscritas en el registro nacional de valores, poseia el 81% de las acciones en circulación.

Esta circunstancia ha llevado a que los precios de las acciones se muevan más por factores de tipo especulativo que por razones de fondo. En otras palabras, los movimientos de precio no siempre se ajustan a la situación real de las empresas. Un caso tipico fue lo que sucedió el año pasado.
Mientras que a septiembre de 1988, las utilidades de las empresas industriales inscritas en bolsa aumentaron en 57%, los precios de estas acciones eran menores que a comienzos del año. Y ese no es el único caso.

En teoría, el precio de una acción debe asimilarse a lo que los especialistas conocen como el valor patrimonial, que consiste en el saldo de activos y pasivos, dividido por el número de acciones en circulación. Sin embargo, en la práctica, las cosas no son así. Mientras hay acciones sobrevaluadas, hay otras que están muy por debajo de su valor patrimonial. Un ejemplo claro es el de Avianca. A septiembre de 1988, el valor patrimonial de la acción era de $54.82, pero su precio la semana pasada era de apenas $10.50. Por lo tanto, en teoría, sería un excelente negocio comprar la compañia al último precio en bolsa y luego venderla obteniendo un precio cercano al valor patrimonial. Si eso se pudiera hacer, la diferencia seria de unos $44 por acción, lo cual multiplicado por 530.8 millones de acciones en circulación, daría una utilidad de 23.355 millones de pesos. Pero las cosas no funcionan asi. En primer lugar, no todas las acciones de Avianca están en el mercado, y en segundo lugar, es poco probable que quienes tienen el control de la empresa quieran vender su paquete accionario. En todo este análisis, hay gente que puede argumentar que el valor ,patrimonial no refleja adecuadamente la situación de una compañía y que por lo tanto no se puede hacer este tipo de cuentas alegres. No obstante, es llamativo que el precio en bolsa de una acción equivalga a menos del 20% de su valor patrimonial, algo que no suele ocurrir en condiciones normales. Casos de subvaloración abundan (ver cuadro).

Pero este no es el único fenómeno.
La sobrevaloración también es frecuente. Para citar un ejemplo, hay que destacar el caso de Cartón de Colombia, cuyo valor patrimonial a septiembre de 1988 era de $194.12, pero que en su transacción más reciente se vendió a $675, es decir, a casi tres veces y media más de los que se supone que debe costar. Este ejemplo tampoco es el único, pero sirve para demostrar que algo no está funcionando en el mercado de valores. Sin embargo, hay dos factores favorables que se pueden tener en cuenta. El primero es que los dividendos recibidos están exentos de impuestos desde la reforma tributaria de 1986. Aunque no todas las acciones otorgan dividendo, en el caso de las que sí, ese es un hecho que debe considerarse. El otro tiene que ver con un cambio reciente en la legislación tributaria. Según éste, la utilidad en la venta de acciones de sociedades anónimas abiertas, por parte de accionistas que posean un patrimonio bruto inferior a 20 millones de pesos, no será gravada como renta ni como ganancia ocasional, si las acciones se venden a través de la bolsa.

Esto, sin embargo, no evita que frente a la realidad descrita, los inversionistas que se arriesguen a colocar su dinero en acciones, tengan muy presente que es un mercado de alto riesgo, debido a la relativa falta de lógica del mismo. Aunque la teoría indica que en ciertas acciones hay campo para hacer grandes utilidades, la práctica sugiere que un novato puede llegar a perder hasta la camisa.-