Especiales Semana

AMOR Y AMISTAD

10 de octubre de 1994




MUCHO CORAZON
Con una labor de más de 20 años en beneficio de los niños de la calle, Jaime Jaramillo y la Fundación Niños de los Andes son el mejor ejemplo de amor y amistad.

CUANDO A UN NIño se le ofrece amor a manos llenas, el resultado es un adulto que repite los pasos con todos los que lo rodean, llámense amigos, familia, conocidos y hasta desconocidos. Es el caso de Jaime Jaramillo, un colombiano que puede ser considerado como el mejor ejemplo de amor y amistad que pueda haber en los últimos tiempos.

Todo el país y prácticamente el mundo entero conoce de su labor y lo admira por ello. No falta quienes lo creen loco o un fenómeno que nace una vez cada 100 años. Pero lejos del análisis profundo sobre el origen de un amor tan grande por los niños, lo único cierto es que este manizaleño se decidió a cuidar de los más indefensos porque se lo enseñaron de pequeño, cuando sus padres compartían con los ancianos y los trabajadores de su finca.


CUENTO DE NAVIDAD

La inquietud por los demás siempre fue real, pero nunca como llegó a serlo en la Navidad de 1973 cuando un carro que pasó lanzó una caja a la calle y una niña que jugaba la recogió. Estaba tan embelesada mirando la caja que no vio una tractomula que iba pasando y que tampoco se dio cuenta de su presencia. Jaime Jaramillo, que había estado observando la escena, no pudo evitar que el vehículo levantara a la niña por los aires y la aplastara. Al final sólo quedó el pequeño cuerpo sin vida al lado de una caja de muñeca, vacía y absolutamente intacta.

Con el alma adolorida y llena de resentimiento, Jaime decidió comprar todos los juguetes que pudo, alquilar un traje de papá Noel y salir esa noche a las calles a regalarles a los niños que encontraba a su paso, un poco de la alegría que el destino le había robado horas antes a la pequeña anónima. Esa noche conoció niños quemados, de labios leporinos, retrasados y maltrados, lo que además de tristeza le dio fuerzas para continuar con su misión más allá de la Navidad de hace 20 años.

Así fue como sacó de su propio bolsillo y del de sus padres los fondos para las operaciones de los quemados y de los de labios leporinos, para la ropa y la alimentación de los niños abandonados y para la asistencia médica de todos los que se iban enterando y llegando a sus manos. Todo esto durante 14 años, tiempo durante el cual logró ubicar jóvenes rehabilitados en las petroleras, y por éstas se enteró el mundo de su labor. Fue así como nació la Fundación Niños de los Andes, que actualmente se sostiene fundamentalmente de aportes privados de personas y empresas. El Estado hasta el momento no ha tenido una participación digna de destacar. El único intento lo realizó el gobierno pasado que junto con el despacho de la primera dama y el Instituto de Bienestar Familiar donaron a la Fundación la suma de 290.000 pesos. Lo que, sin ser desagradecidos, no cubre ni siquiera un día de alimentación para todos los niños que actualmente reciben atención allí.


CARIDAD Y COMPROMISO

Todos estos aportes han dado frutos. Actualmente son cientos los hombres de bien que hacen parte de la sociedad colombiana. Con familias y retos inculcados por 'papá Jaime' que los compromete a ayudar y sacar a otro niño de la calle. Lo que se ha convertido en una cadena sin límite, ya que ha trascendido las fronteras de la capital. Y esto por cuenta de las cinco sedes repartidas en Manizales, Tauramena (Cusiana), Bogotá, Cajicá y Subachoque.

De cada uno de estos puntos han salido jóvenes que a lo largo de su vida no sólo han sacado al niño del compromiso, con su protector, sino que lo han seguido haciendo con muchos más, cumpliendo con la cadena que asegura que el que recibe amor no da otra cosa distinta que amor. Hay quienes han sacado adelante hasta a 12 niños de la calle. Y como era de esperarse, de tantos pequeños recogidos no podían faltar los sobresalientes. Es el caso de Andrés Gómez, que actualmente se encuentra en Florida estudiando en la Academia Nick Bollettieri de donde han salido deportistas de la talla de André Agassi. O el caso de Víctor Manuel Calderón, que hace cuatro años vivía en una alcantarilla y que hoy, a sus 19 años, trabaja con una multinacional petrolera en el Brasil a bordo de un barco de exploración de la compañía estadounidense Wenstern International Inc., con un sueldo de 3.000 dólares mensuales.

Todo lo anterior es la respuesta que se obtiene de los niños que llegan a la Fundación y que asumen cada etapa de superación con la seriedad que la mayoría de las personas no quiere ver en estos niños. La primera de estas etapas empieza en la calle. Hasta allá llegan las patrullas de rescate conformadas por voluntarios y colaboradores de planta de la Fundación, quienes inician charlas y visitas con los niños. Los que optan por salir de la calle llegan a una primera sede en Subachoque, donde un completo equipo de profesionales se encarga de desintoxicarlos de la droqa e iniciar con ellos un proceso de recuperación, lo que no es sencillo y por eso intervienen en él muchas personas. Luego siguen terapias que comprenden desde el reencuentro con la naturaleza -mediante faenas agrícolas- hasta terapias sicológicas como la aromaterapia, deportes, turcos, saunas y todo lo que ayude a sacar del cuerpo y de la mente las dependencias adquiridas en la calle. Esta etapa no tiene una duración definida, ya que depende exclusivamente de la rapidez con que el niño se desintoxique y adquiera habilidades que lo hagan apto para pasar a la siguiente etapa. Este paso se efectúa en la casa de Cajicá; allí llegan los niños a continuar con su aprendizaje en talleres y escuelas y con sus estudios de primaria y bachillerato formal. Los que son muy inteligentes lo hacen en colegios de los alrededores y los que presentan deficiencias fisicas o sicológicas por medio de especialistas que los ayudan a descubrir herramientas propias que les faciliten su reintegro a la sociedad.


LA PIEDRA DEL CAMINO

Sin embargo, no todo va a seguir siendo tan bien planificado como hasta ahora. El pasado 29 de julio el destino le puso una piedra de prueba a la Fundación Niños de los Andes. Un corto circuito provocó un incendio que acabó con camas, equipos de sonido, televisores, equipos odontológicos y médicos, enseres, ropa, frazadas, juguetes y todo lo que hasta entonces eonformaba un mundo seguro y afable para 90 niños. La casa era bastante antigua y por lo mismo construida con materiales que facilitaron a las llamas acabar hasta con el último techo, muro y cimiento levantado, lo que implica que los costos para devolverle a los niños la casa y la totalidad de lo que tenían son bastante altos. Los cálculos sobrepasan los 600 millones de pesos. Afortunadamente lo material tarde o temprano se recupera, y la integridad física de los niños no sufrió daño alguno.

Por lo que, tanto Jaime Jaramillo como el equipo que lo acompaña, están empeñados en obtener toda la colaboración necesaria para resucitar la sede de Cajicá de entre las cenizas.


El primer paso programado para iniciar esta tarea descomunal es un concierto con Leny Andrade, una de las mejores voces del jazz actual en el mundo, que realizará una presentación patrocinada por Continental Airlines, el próximo 15 de septiembre. Todo esto dentro del marco del Festival de Jazz.

El precio de las boletas oscila entre 40.000 y 60.000 pesos, y se encuentran a disposición de empresas y particulares que quieran aportar un granito de arena para levantar lo arrasado por el fuego. Y si aparte de esto cada empresa voluntaria se interesa por patrocinar una estancia de la futura casa, como la cocina o el centro de salud, puede hacerlo fácilmente sólo comunicándose con la Fundación.

Lo realmente importante de todo esto, y más allá de ganar laureles por cuenta del buen corazón, es el de devolverles la fe y la esperanza a los niños que llevaban un buen terreno ganado de superación y que ahora ven suspendida su rehabilitación por este infortunado incidente.