Especiales Semana

AMOR Y AMISTAD

8 de octubre de 1984

ENTRE EL BLUYIN Y LAS OSTRAS
Los afrodisiacos: ¿mito o realidad científica?
Es mucho más afrodisiaco un bluyín bien puesto que una langosta a la Thermidor, y esta afirmación no intenta destruir un mito, sino más bien mediar en una vieja polémica entre los que creen fielmente en los afrodisiacos y los que los encasillan en el lugar de las leyendas.
Para comenzar, la palabra proviene de un ser mitológico Afrodita la diosa griega que los latinos asimilaron a Venus y que representa la belleza y el amor. Según Hesíodo, ella nació de la espuma de mar fecundada por la sangre de Urano, quien fuera mutilado por Cronos, con semejante origen, nacida del seno de las olas, Afrodita no podía menos que traer al mundo tres hijos, que sin duda, han dado mucho que hablar: Eros, Hermafrodito y Eneas. Todo lo que rodea esta divinidad mitológica habla del amor y del erotismo, no en vano originó la palabra afrodisiaco que viene del griego Aphrodítee: Afrodita, Venus, dos nombres que excitan el apetito venéreo (del latín Venereus, de Venus, diosa de la hermosura y del deleite sensual).
Así que no hay una sola raíz relacionada con la palabra afrodisiaco que no sea cómplice del deseo sexual.
Sin embargo, para la medicina, parece ser que las extrañas propiedades llamadas afrodisiacas se quedan en la mitología por falta de una prueba científica. Un testimonio de este desprecio (por algo que gusta tanto), lo da las mil y tantas páginas del diccionario médico de Salvat, cuando ni siquiera se toma el trabajo de definir la palabra afrodisiaco. Por otra parte son muchos los médicos que se niegan a creer en la existencia de sustancias que estimulen el apetito sexual y que, según muchos, se encuentran en los mariscos en cantidades que harían palidecer de envidia al mejor de los amantes. Pues la verdad es que las proteínas de los mariscos y otros alimentos a los que se les acomodan estas propiedades, son tan efectivas como las que contiene la carne, el pollo, los huevos, aunque éstos no tengan la misma alcurnia de la langosta. Tanto las proteínas de unos, como las de los otros pueden lograr que una persona sea más fértil que otra, simplemente por estar mejor alimentada y no por la procedencia de lo que consume.
Queda claro que una persona bien nutrida, en condiciones físicas y psicológicas normales, tiene mayor capacidad que una desnutrida y llena de problemas, para responder sexualmente, aunque jamás haya comido cazueía de mariscos. Las sustancias misteriosas de los animales de mar forman parte del folclor cultural, aun con el reconocimiento de sus altos valores proteínicos.
AFRODISIACOS EN HUMILDES FRASQUITOS
Mientras los médicos y los gourmets sofisticados tiran desde distintos cabos de la polémica, en los anaqueles de las farmacias, ignorantes de sus deseados efectos, reposan sustancias afrodisiacas reconocidas cientificamente y recetadas por los médicos (y sólo por ellos). Se trata de hormonas utilizadas en alteraciones orgánicas y deficiencias hormonales detectadas por exámenes tan complicados como su nombre: radio-inmunoanálisis.
Estas sustancias que mal administradas, sin prescripción ni control médico tienen efectos negativos, no están en capacidad de corregir alteraciones de orden psicológico, cultural o defectos en el aparato reproductor, que con frecuencia provocan disminución en la libido, y que deben ser tratados con ayuda del psiquiatra, del psicólogo, del cirujano o de una adecuada educación sexual impartida, ojalá, desde los primeros años de vida.
POR OJOS, BOCA Y NARIZ
Pero existen otras cosas que no son sustancias afrodisiacas y sin embargo, sí cumplen a cabalidad esta función, y son todos los estímulos que llegan a través de los sentidos: el tema de una película o de una pieza teatral, las imágenes impresas, la sensualidad de algunos materiales como la seda fría o una alfombra de piel, el erotismo de una canción, la moda, y en fin una lista interminable de cosas muy bien explotadas por la publicidad al servicio de la sociedad de consumo, que mientras halagan mimosamente los sentidos, estimulan los centros de excitación en la base del cerebro y se convierten de golpe en los mejores afrodisiacos. O que digan lo contrario los diseñadores de esos pantaloncitos cortos cortos que se usan para patinar, si ¿son los más adecuados para proteger la piel de una caida? Y no en vano, a los perfumes se les ponen nombres como "Momento Supremo", "Extasis", "Amor Amor" y "Hora Intima".
Al lado de este ejército de afrodisiacos, se encuentran otros que explotan para sus bolsillos las propiedades de algunas sustancias; encabezan la lista las famosas pomadas orientales, que se venden en cantidades exorbitantes con nombres tan sugestivos como "Tigre". Realmente estas pomadas son fabricadas a base de Salicirato de Metilo, una sustancia analgésica semejante a los bálsamos que usan los deportistas para sanar de sus esguinces y desgarres musculares. Así que desilusiónese, las pomadas afrodisiacas orientales, no son más que vulgares bálsamos analgésicos.
El Lícor de Mandrágora es otro excitante conocido, hasta el maestro Valencia lo menciona en sus poemas.
Se trata de una raíz que ya en la Edad Media gozaba de fama y era usada para prácticas supersticiosas, sus propiedades son análogas a las de la Belladona. La "Atropa" produce manifestaciones generales de exitación del sistema nervioso central, agitación, locuacidad, vértigos, risa, alucinaciones y,en altas dosis,puede producir delirios, coma y hasta la muerte. Se trata de un narcótico que nada tiene que ver con los poderes afrodisiacos. Finalmente hay quienes creen que la marihuana y las drogas heroicas tienen efectos eróticos, pero ignoran que su uso habitual disminuye progresivamente la función sexual y desde el punto de vista médico están consideradas como verdaderos venenos sexuales. Todas estas vueltas sobre un tema tan discutido, comprueban la poca exageración de la afirmación inicial: ante un bluyín bien puesto, un pelo lindo, suave y limpio como de anuncio publicitario y una coqueta sonrisa, no hay cazuela de mariscos que valga. -