"NI TAN AMIGO NI TAN SECRETO"
Cada vez que se acerca el día del amor y la amistad, que por lo demás debieran se todos, no hay empresa, compañía, oficina o familia que pueda escapar al jueguito del amigo secreto.
Porque siempre, curiosamente siempre, resulta alguien que lanza la idea, se ofrece gustosamente a hacer los papelitos con los nombres de todos, y hasta pone las condiciones.
Y sea que todos estén de acuerdo o no, se inicia la repartición de nombres, y con ella los "ayes": de fulano porque no le vaya a salir el nombre de perano a quien no puede ver ni en pintura, y qué pereza regalarle a ese idiota; de todos, porque no vayan a estar "tan de buenas" y les toque el jefe, porque qué le da uno a ese tipo que tiene de todo y no le gusta nada; o del que tiene que meter la mano a la bolsa más de una vez, porque la primera se sacó a sí mismo.
Pero no bien se han repartido los nombres, empiezan a circular las chocolatinas anónimas, las galleticas, las cajas de chicles, y todo tipo de golosinas que más de uno, por conservar la línea, guardará discretamente, para mandárselas a su amigo secreto, o para regalárselas luego a sus sobrinos.
La encargada de servir los tintos verá duplicada su tarea. Ahora tendrá que hacer más viajes a la cafetería, a comprar chucherias para dejarlas luego en total complicidad y discreción, sobre determinado escritorio. Y los empleados empezarán a llegar más tarde y a salir más temprano para tener tiempo de comprarle el detallito del día al amigo secreto.
Y como en todo juego, están los que saben jugar y los que no.Mientras unos, cumplidamente tienen algo para mandarle a su amigo secreto, otros apenas si se acuerdan de él el último día, y muchos ni eso. Obviamente, estos últimos son los que quedan en evidencia al final, exhibidos por ahí en alguna cartelera, acusados de tacaños, perezosos, incumplidos, malos jugadores, saboteadores.
Tampoco han de faltar los bromistas. Esos que le regalan cuchillas de afeitar al que se está dejando crecer la barba.
Así, unas veces animado, y otras sin interés, transcurre el jueguito hasta el día del amor y la amistad, cuando se descubren los "amigos", y se hace el intercambio de regalos a los que, obviamente, se les ha fijado un límite de precio por lo alto y por lo bajo. Pero a pesar de esa "ayudita", conseguirlos es tarea que le saca canas a más de uno de los jugadores. porque regalar no es facil. Si resulta difícil regalarle algo a los verdaderos amigos, mucho más a alguien secreto y muchas veces desconocido, al menos en cuanto a gustos.
Entonces, no faltara quien dé algunos de esos regalos universales, ideales para salir del paso: una botella de aguardiente, un estilógrafo. un best-seller o un disco.
Como tampoco ha de faltar el pesado, que se aparece con una enorme caja preciosamente envuelta, y que hace pensar a más de uno, en lo afortunado de su amigo secreto. Sólo que al final, la caja no tiene más que un finísimo perro, cruce de calle con carrera; o una gallina, acompañada, por supuesto, de una botella de aguardiente, y de yucas, plátanos y papas, para un laborioso ajiaco o un complicado sancocho. Regalo que pone a su dueño a pensar, más que en la comilona, en la forma como llevará ese paquete a su casa, y en las caras y las burlas que le van a hacer cuando llegue.
En un juego de éstos que se respete, no podrá faltar el que a última hora descubre que, a pesar de haber sido tan cumplido y haber llevado su regalo, no era el amigo secreto de nadie, y que con razón nunca le llegaba siquiera un detallito.
En fin, que en broma o en serio, el juego del amigo secreto es otro de los infaltables elementos del día del amor y la amistad que, como el día del padre, el de la madre, el del abuelo, el del tio etc., también se ha convertido en un negocio más para enloquecer a vendedores y a compradores, entre los que no pueden faltar quienes piensan que de no dar regalo este día, arriesgarán a sus amigos.
Sólo falta, para completar el cuadro clínico de esta enfermedad septembrina, que a alguna empresa investigadora le dé por estudiar lo que disminuye el ritmo de trabajo en esta época, para que ahora se hable de las grandes cifras que pierde el país por el simpático jueguito del amigo secreto.
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