Especiales Semana

ANTIOQUIA

22 de abril de 1991

MACHETE, CARRIEL Y RUANA
Amanece. Los primeros rayos del sol empiezan a penetrar la densa neblina que todavía cubre las montañas y los valles. El trinar de los pájaros anuncia la llegada de una nueva jornada de trabajo. El día despierta y el arriero vuelve a preparar su mula para la carga, para iniciar otro día de labores campesinas.
En medio de la agreste cordillera, de la montaña imponente que se levanta a oriente y a occidente, los cafetales esperan la recolección. El noble fruto de la tierra paisa se ofrece generoso a sus cultivadores, que con el tesón característico de los montañeros, han aprovechado al máximo sus bondades.
En realidad, las difíciles condiciones del suelo antioqueño sumadas a la complejidad de su paisaje forjaron con el tiempo un campesino a toda prueba, emprendedor y recursivo.
La rebeldía de la tierra lo dotó de destreza y de un temperamento recio para el trabajo, que le permitió abrirse camino a golpe de machete por mesetas y valles hasta lograr una colonización sin precedentes en la historia colombiana.
Ese campesino de ruana, firmemente afianzado en sus tradiciones religiosas y familiares; ese arriero incansable, ávido de progreso, fue el artífice de lo que hoy es Antioquia ante el país y ante el mundo. Tanto que actualmente todo el pueblo paisa sigue conservando el talante y las costumbres de aquellos abuelos colonizadores que enseñaron a sus descendientes el amor a la familia, a la tierra, al trabajo y a la patria.
Hoy el arriero antioqueño ha sido tipificado por sus canciones -permanente recuerdo de ancestros y costumbres-; por su acento inconfundible que traspasó las fronteras hasta abarcar el norte del Valle y del Tolima y todo el Viejo Caldas; por su incansable espíritu de trabajo; por su lealtad y su palabra de honor. Por eso el hecho de portar un carriel -símbolo inequívoco de la tradición y de la idiosincrasia paisano significa simplemente una identificación física con la región antioqueña. Significa también un claro compromiso de entrega y respeto por los valores que forjaron aquellos ascendientes de prolíficas familias.
Para el campesino antioqueño, en el carriel está resumida la historia de su pueblo, de sus costumbres, y de sus creencias.
En él se han guardado por años todos los símbolos de una tradición que ni siquiera el paso inevitable de la tecnología y de la industrialización ha logrado desprender del espíritu paisa. Los dados, la baraja, la imagen de la sIrgen y todos los demás elementos que se han cargado en el carriel por cientos de años, hacen parte ya de una estirpe legendaria que ha sido desde siempre una de las que más ha colmado de satisfacciones al país.
Fieles a esa cultura pujante que fue capaz de modificar para su conveniencia el medio rebelde en que le tocó desarrollarse, son también el típico zurriago -baston de mando de arrieros y chalanes moldeado con la resistente madera del verraquillo-, la mulera, la enjalma, la barbera y el pañuelo rabo de gallo; insignias de un estilo de vida inimitable, configurado a través del tiempo por el ingenio y la astucia del habitante de la montaña. El mismo que se convirtió en colonizador, en intrépido comerciante de mercancías de acero, mármol, porcelana y cristal, en el incesante cultivador que logró extraer del suelo rebelde la mata de café.
Regionalista, aferrado a su núcleo familiar y a su terruño, el paisa también ha demostrado que es el colombiano con mayor capacidad de migración.
Hoy no existe capital departamental adonde los antioqueños no hayan llegado. El espíritu paisa se ha esparcido por todo el territorio nacional, dejando la semilla de su estirpe por los caminos recorridos.
Por eso cada amanecer antioqueño hace recordar a todos aquellos mineros y campesinos que decidieron un día poblar las montañas y hacer de su tierra rebelde un refugio seguro y próspero para las generaciones futuras.


VOLVER AL CAMPO
A diferenciade otros departamentos, donde la agricultura y la ganadería han sido los pilares de la economía y el mejor medio de sustento de sus pobladores, Antioquia ha tenido que luchar contra las desventajas de una tierra ácida, para poder desarrollar medianamente el sector agrícola. A pesar del café, las flores y el plátano, productos vinculados a la agricultura comercial, es decir, a la agricultura de exportación, el departamento de la montaña ha experimentado un estancamiento notable con respecto a otras actividades de la economía, como la industria y el comercio.
Hacia principios del siglo pasado, la agricultura antioqueña era incipiente y sólo se concentraba en pequeños cultivos aledaños a las minas, que cumplían con la única tarea de abastecer de alimentos a los trabajadores mineros.
Con el tiempo, y debido a la acidez de los suelos que dificultaba su aprovechamiento máximo, los pobladores decidieron emigrar haciaotras tierras más benévolas, como las de Caldas, el norte del Valle y Tolima. Estas berras fueron en un principio las surtidoras de alimentos de la vieja Antioquia, antes de que se descubrieran zonas más productivas dentro del departamento: el sudoeste de Urrao, del Cauca, del Magdalena medio y de Urabá.
En los inicios del sigla XX, la agricultura antioqueña logró desarrollarse gracias al incrementa paulatino de las exportaciones de café y al incremento de nuevos cultivos.
El fríjol y el maíz, alimentos tradicionales de la población antioqueña, constituyeron los principales productos, al igual que la panela. Pero incluso el maíz, que durante el siglo pasado llegó a producir 120 mil toneladas al año y que le Permitía no sólo abastecer el consumo interno, sino también exportar a otros departamentos, hoy en día produce menos de la mitad del consumo total, que se aproxima a las 250 mil toneladas de maíz. En realidad, la agricultura no ha crecido al mismo ritmo de otros sectores de la economía.
Si bien la industria ha sido la gran edificadora de la economía antioqueña, no cabe duda de que el sector agrícola puede llegar a desarrollarse con igual entusiasmo, con la adopción de nuevas tecnologías y un estimulo permanente de la actividad; sobre todo en aquellos renglones que se encuentran en potencia pero que no han logrado un incremento en su producción por falta de apoyo.
Al fin y al cabo, se trata de que la dependencia de la dinámica de la agricultura antioqueña en pocos productos, disminuya con el paso del tiempo, ya que hoy en día el café y el banano constituyen más del 58 por ciento de la producción total del departamento. A pesar de la importancia substancial que para Antioquia y el país representa la agricultura de exportación, la agricultura tradicional, es decir, aquella destinada al consumo interno y a la subsistencia del campesino, es trascendental dentro de la estructura de los sectores de producción. Por su participación en el área agricola útil, por la población a ella vinculada y por su aporte a la oferta de alimentos.
De hecho, el abastecimiento de alimentos proviene casi en su totalidad de la agricultura campesina, caracterizada principalmente por la procucción de maíz, frijol, plátano, papa y yuca. No obstante, la capacidad de abastecimiento no es la mejor y en muchas oportunidades Antioquia ha tenido que importar los mismos productos de otros departamentos.
Sin embargo y a pesar de las dificultades del suelo antioqueño para el desarrollo de la agricultura, las expectativas son alentadoras, siempre y cuando se logre una buena inversión de capital y se adopten las tecnologías adecuadas. El altiplano oriental del departamento, por ejemplo, posee condiciones bastante favorables para incentivar el cultivo de flores de exportación. De igual forma, en regiones como el valle medio del Cauca, el Magdalena, el sudoeste y el propio Urabá, se ha comprobado la aptitud de las tierras para desarrollar cultivos de frutas de clima cálido y medio, como maracuyá, mango y melón, además de cítricos. Los especialistas manifiestan que es probable que las 60 mil toneladas de frutas producidas por el departamento anualmente, pueden duplicarse en un periodo de cinco a ocho años.
Otra perspectiva de gran importancia para el país es la posibilidad de explotación del caucho en aquellas tierras cálidas que hoy son utilizadas para cultivos menores. La siembra de caucho podría llegar a desarrollar toda la región del valle del Magdalena, buena parte de Urabá y las faldas de la cordillera Occidental.
Si en el siglo pasado, las tierras antioqueñas eran consideradas poco productivas, hoy las cosas han cambiado. El departamento paisa ha demostrado, a través de sus cultivos, que es posible diversificar. Y no es raro que en pocos años, Antioquia también se caracterice por su producción agrícola en el ámbito nacional.
Por ahora, los diversos programas de agroindustrialización en la zona de Urabá, como la producciór, de proteina foliar a partir de pastos artificiales y la elaboración de aceite de palma, son ejemplos sólidos de la capacidad agraria de Antioquia.