ANTIOQUIA
MEDELLIN DE COMPRAS Y RUMBA
SON CUATRO AÑOS DE LA ACELERADA transformación de una zona residencial con grandes casas de dos y tres pisos en el más importante eje comercial de la ciudad. Son cuatro años en los que han ido apareciendo todo tipo de negocios de ropa y accesorios que ahora se suman a los anticuarios, las galerías y los almacenes de muebles que siempre ocuparon estas calles.
Es un panorama de avisos multicolores y vitrinas en diferentes arquitecturas y diseños. De bares y restaurantes para todos los gustos en una ciudad que hasta ahora empieza a vivir de nuevo en las noches de fin de semana. Es, en síntesis, la Zona Rosa de Medellín, ubicada en todo el centro de El Poblado entre las carreras 34 y 4 3A y las calles 9 y 10 A.
El eje es "la diez", una pendiente con suave declive donde a las 5 p.m. todo adquiere la brillantez sólida de lo nuevo y es posible empezar a recorrer con un poco mas de calma, uno a uno almacenes grandes y pequeños, que fueron antes las casas de tradicionales familias antioqueñas, las zapaterías, las viejas tiendas esquineras y hasta las apacibles solas de té frecuentados a la hora del "algo" por las señoras paisas.
Ahora, de arriba hasta abajo en esa misma calle, van apareciendo negocios como Max Mara, una firma que fabrica camas pintados o tallados a mano de millón y medio de pesos. Y junto a ella Vélez, un exclusivo almacén de zapatos, que es tan característico de la ciudad de hoy como la avenida El Poblado y sus "tacos" (para los bogotanos "trancones") de los viernes a las cuatro de la tarde.
Repartidas en toda la Zona Rosa hay muchas alternativas más. Está, por ejemplo, la Erre Esse que tiene la apariencia de un galpón de dos pisos a medio construir. Sus paredes en ladrillo y cemento le dan un aspecto entre artesanal e industrial complementado con los colores fuertes de los muros divisorios del nivel inferior. Y su putio trasero equilibra el conjunto donde se ofrecen lo último en zapatos y bolsos, y también vestidos desestructurados y fluidos en negro y tonos tierra como ordena la moda paisa de hoy.
Una manzana abajo está Estudio de Moda, cuatro almacenes en uno, pues la empresa comercializa en Colombia las marcas Girbaud, Diesel, Shooper y Unlimited. Y. cada una de ellas exige un ambiente especial y hasta distintas formas de doblar la ropa.
También para almorzar y cenar
La Zona Rosa de Medellín es definitivamente uno de los mayores despliegues de la creatividad y buen gusto paisas a la hora de diseñar espacios. La segunda gran prueba de esto son sus restaurantes. Uno de los más concurridos en este momento, El Boliche Azul, ocupa un lugar privilegiado, pues a su lado, muy cerca la calle 10A, pasa una de las quebradas del rio Medellín y esto, sumado a sus jardines colgantes y sus columnas coloniales en madera, le da un encanto campestre dificil de igualar.
Una cena en Medellín es más bien económica. Los platos fluctúan entre los 5 y los 13 mil pesos, y es posible encontrar grandes delicias. En El Boliche Azul, por ejemplo, hay que probar los raviolis con tres quesos y las ricuras del mar.
Pero esta no es, desde luego, la única opción. Otro restaurante que cabe recomendar, aunque funciona más como un bar, es Tabasco, al otro lado de la Zona Rosa, sobre la 37 con "nueve". Para los amantes de los platos mexicanos, fajitas, enchiladas y tacos son los fuertes de su carta, donde además aparecen exquisitos cocteles para entrar en ambiente. ¿Por qué no probar, por ejemplo, un cucaracho preparado a base de tequila, crema de café y brandy como inicio de una gran noche de rumba?
El primer martes de cada mes la cita en Tabasco es para los solteros. Llegan hombres y mujeres sin pareja que reciben una escarapela y eligen acompañante. El primer coctel corre por cuenta de la casa.
Hasta las 3 a.m.
Cada día es más frecuente la presencia de grupos de amigas o amigos que visitan los bares de la ciudad sin pareja. Para constatarlo basta ingresar a Berlín 1930, un lugar con una fachada sencilla sobre "la diez", parqueadero propio y mucha magia y bohemia de los jueves en adelante.
Un piano, cuadros de viejas escenas familiares, un armario repleto de botellas de cerveza, una mesa de billar y una pequeña cama a nivel del piso acompañada por una biblioteca casera en un rincón van armando el ambiente que sus visitantes, la mayoria galeristas, pintores y jóvenes ejecutivos prefieren a la hora de rumbiar.
¿La música? Completa. Del jazz al bolero. y claro, poca salsa y merengue porque la verdad, en gran parte de la Zona Rosa de Medellín la gente prefiere la tertulia al baile. El que quiere bailar lo hace, pero junto a las mesas.
O sobre ellas. Así sucede en otro de los sitios nocturnos más visitados de la zona en esta época: La Cantina. Un sitio que si de arquitectura "corrida" se trata, es escala obligada de los turistas. Las mesas en madera cubren los dos niveles y hacen honor a la antigua vocación de este lugar que antes funcionó como una carpintería. Desde las ventanas horizontales en lo alto del segundo piso se aprecian los techos de El Poblado con toda la tranquilidad de la noche o el piso de abajo en toda su extensión pues este es, en realidad, un segundo nivel-terraza.
Pero lo más curioso de la arquitectura de La Cantina, creada por Felipe Uribe, son los baños que simulan establos para los caballos. Con puertas giratorias cafés en pesada madera, marcadas con números, y abrevaderos como lavamanos. Mucho de Rolling Stones y The Beatles. Un pollo a la cantina delicioso y claro, taconazo, el coctel más pedido, con tequila, jugo de limón, triple sec y Canada Dry (o "Jinger", como dicen los bogotanos). Los paisas beben hoy tequila y más tequila.
El contraste
Ahora bien, cuando de rumba pesada se trata, lo que hay que frecuentar en la Zona Rosa es Blue Rock, un poco más arriba y también sobre "la diez" . Nada es común es este lugar, un gran salón repleto de mesas con una pantalla gigante para videos. Ni siquiera los dueños...
Uno de ellos, Carlos Uribe, estudió diseño de jardines en Nueva York y ahora está aquí, al frente del bar preferido por los ejecutivos más cercanos a los yuppies de otras ciudades, con su perra "Sasha" que trasnocha de jueves a sábado tanto como él. Una labradora con ojeras permanentes que llena su tiempo con palmaditas en el lomo de todos los clientes.
Jorge Cano, otro de los propietarios viene de trabajar en un banco y conversando sobre la transformación de estas calles en los últimos cuatro años, recuerda con nostalgia y cariño al habitante de la casa del lado que terminó trasladándose a vivir a otro sitio, porque hoy, nada que hacer, esta es zona de tráfico, de exclusivas compras, de rumba y diversión. Es la Zona Rosa.