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AQUI LO QUE HAY ES PLATA

Ayudado por la buena salud de la economía, el sector financiero colombiano registró cifras récord por tercer año consecutivo en 1994.

22 de mayo de 1995

QUE AL SECTOR PRIvado colombiano le ha ido relativamente bien en términos generales en estos últimos tiempos, es una afirmación en torno de la cual pocos analistas están en desacuerdo. Muestras como las de las 100 empresas revelan que a lo largo de la presente década ha habido mejoras constantes en los ingresos y las ganancias de la mayoría de las compañías analizadas, al tiempo que ha repuntado la inversión privada.
Sin embargo, también es indiscutible que no a todo el mundo le ha ido igual de bien en la fiesta. Al lado del buen desempeño de las cementeras, convive la crisis del sector textil, para solo citar un ejemplo notorio.
No obstante, existe una rama de la economía en la cual los buenos resultados se encuentran casi sin ninguna excepción: el sector financiero. Una vez más, en 1994 las diferentes entidades de crédito vivieron un año en el cual se rompieron los récords en materia de préstamos concedidos, de consolidación patrimonial y, por supuesto, de utilidades. Lo ocurrido ha sido definitivo para que hoy en día Colombia tenga uno de los sistemas financieros más sólidos de América Latina.
Tal es el caso de la actividad bancaria. Un estudio reciente hecho por la revista América Economía con base en los resultados a 30 de junio de 1994, reveló que a pesar de que el tamaño de las instituciones de crédito en Colombia sigue siendo pequeño, su desempeño es bueno si se tienen en cuenta elementos tales como las utilidades, la cartera vencida y la eficiencia administrativa. Dicho de otra manera, ningún banco colombiano está dentro de los 50 más grandes de la región (el Ganadero, que es el más grande, ocupa el puesto 53). Sin embargo, según la mencionada publicación, siete de los que operan en el país se ubican en el grupo de los mejores 25 bancos de América Latina, de acuerdo con un índice de calidad definido por la misma revista.
Los resultados de ese análisis no hacen sino confirmar la impresión de que el sector financiero en Colombia ha crecido con buen pulso y buena letra a lo largo de estos últimos años. Los recuerdos de la crisis financiera de 1982 son hoy tan sólo una nota de pie de página en la historia de una actividad cada vez más vigorosa, sin desconocer la existencia de problemas puntuales.
Las explicaciones de lo sucedido tienen que ver con la confluencia de dos factores afortunados. Por una parte, una economía sólida que ha sido definitiva para apuntalar el crecimiento de la cartera de créditos y el desarrollo de nuevas alternativas. A pesar de los innumerables problemas del país, éste ha registrado tasas satisfactorias de aumento en la producción interna, así como en el ritmo de inversión y en el comercio exterior.
El otro elemento que ha sido definitivo ha sido la presencia de un marco regulatorio particularmente estricto. Al tiempo que se han abierto las compuertas para que entren nuevas entidades o para que se creen filiales que puedan complementar las posibilidades que ofrece la matriz, la Superintendencia Bancaria se ha encargado de ajustarle las tuercas al tratamiento contable de diversos rubros, al igual que a las exigencias que determinan cuánto puede crecer una entidad. El resultado ha sido un sector financiero que ha crecido con rapidez, pero sin desbordarse. Tal como dice el presidente de Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif), Javier Fernández Riva, "el sistema se ha fortalecido a través de un régimen de provisiones contables probablemente excesivo".
Esa reflexión es trascendental cuando se miran las afugias en que se encuentran los sistemas financieros de otros países. El caso más extremo es, por supuesto, el de Venezuela donde a lo largo de los pasados 16 meses todo se derrumbó como un castillo de naipes con excepción de un puñado de entidades que todavía quedan en manos del sector privado. Aunque todavía se discute cuánto perdió el país vecino por la crisis financiera, un estimativo conservador llega fácilmente a los 10.000 millones de dólares, suma que ha sido asumida por el Estado venezolano. De la misma manera, los problemas que han tenido recientemente entidades de México y Argentina demuestran una vez más que en esta materia no hay como tener las puertas abiertas, pero las riendas bien cogidas.
Hecha esa consideración vale la pena reiterar, como lo hizo recientemente la Superintendencia Bancaria, que "el año 1994 fue bueno para el sector financiero en general y para los establecimientos de crédito en particular". Tal comportamiento se ha traducido en una importancia creciente de la actividad dentro de la economía nacional. Según la Superbancaria, aquello que los especialistas conocen como la profundización financiera, va por buen camino. La relación entre activos del sistema como proporción del Producto Interno Bruto pasó de 48 por ciento en 1991 a 65 por ciento en 1994, mientras la cartera pasó de representar el 28 por ciento del PIB al 40 por ciento en el mismo período.
Dicho comportamiento ha estado acompañado por una ampliación de la base de entidades, así como por cambios estructurales importantes. Quizás el más destacable consiste en el espacio creciente del capital privado en el sector. Ese proceso se consolidó en 1994 con la venta de las acciones del Banco de Colombia al grupo Gilinski por una suma superior a los 400 millones de dólares.
Por otra parte, se crearon las administradoras de fondos de pensiones que en un futuro cercano van a manejar una proporción significativa del ahorro nacional. Así mismo, se registraron cambios en los bancos de Caldas, hoy Banco Nacional del Comercio; en el Banco Latino, hoy Banco Pacífico; en el Banco Cafetero, hoy Bancafé; y en el Banco Colombo Americano que se convirtió en el Bank of America. Así mismo se creó el Banco de Boston y el organismo cooperativo de grado superior Coopdesarrollo se convirtió en banco al finalizar el año. En el campo de las corporaciones financieras se le abrió la puerta a Colcorp y a Corfitequendama.
Ese proceso fue todavía más agudo en el área de las compañías de financiamiento comercial, cuyo grupo se vió incrementado por las empresas dedicadas al negocio del leasing, que aprovecharon una serie de normas al respecto.
El hecho más destacado del año, en términos generales, fue el crecimiento patrimonial del sector, equivalente al 51 por ciento. Esta circunstancia permitió sostener un elevado ritmo de aumento en la cartera de créditos, la cual creció en un 42 por ciento. A este respecto, vale la pena destacar el aumento en los préstamos de las Corporaciones de Ahorro y Vivienda (51 por ciento), de las Compañías de Financiamiento Comercial (50 por ciento) y particularmente de las CFC especializadas en leasing cuyo incremento fue del 631 por ciento.
Frente a un ritmo de crecimiento tan rápido es apenas lógico que en 1995 la velocidad sea un poco menor, no solo porque es difícil sostener el paso, sino también porque la Junta Directiva del Banco de la República ha hecho pública su preocupación al respecto. De tal manera, existe una meta oficial de crecimiento en la cartera no superior al 35 por ciento en el año. Esta, a decir verdad, ha venido aumentando a una tasa 10 puntos más alta, lo cual ha ocasionado a su vez alzas considerables en las tasas de interés. Los analistas confían en que el mayor costo del dinero, sumado a la persuasión de las autoridades, sea suficiente para que el sector levante un poco el pie del acelerador. Sin embargo, aun si los objetivos se cumplen, el crecimiento de la actividad crediticia sería superior al 10 por ciento en términos reales, una cifra nada despreciable en cualquier ramo.
El único interrogante, por ahora, es el comportamiento de la cartera vencida, la cual ha crecido de manera importante en los últimos meses. Aunque ese es un factor preocupante, la verdad es que buena parte de lo ocurrido tiene que ver con la adopción de normas más estrictas en esa materia por parte de la Superintendencia Bancaria. Tal como dice Javier Fernández, de Anif, "la situación todavía es manejable".
Todo dependerá, por supuesto, del comportamiento de la economía en los años por venir. Y aunque esta no parece estar cerca de las tasas espectaculares de crecimiento que registran los países del sureste asiático, sí es lo suficientemente buena para garantizar que el sector financiero va a seguir por un buen camino. Aunque haya baches en el futuro, la solidez que se ha conseguido garantiza que estos se puedan sortear sin mayores traumatismos. Sólo queda esperar que la mano dura que ha demostrado el gobierno en materia de regulaciones no se afloje para que así el sector financiero pueda seguir demostrando que es posible escribir rápido, pero con buena letra.