Especiales Semana

Así arrancó la odisea

Al principio todo fue aventura, audacia y emoción. La historia de cómo un puñado de pioneros forjaron la televisión en Colombia

6 de junio de 2004

Domingo 13 de junio de 1954. Titulares de primera página de El Tiempo: 'Habrá amnistía para presos políticos', 'Protesta del embajador de Francia ante la Cancillería', 'Inaugurado el Banco Popular Hipotecario ayer en Bogotá', 'Fracasa el sistema de semáforos', 'Pronto inicio del Mundial de Fútbol en Suiza',

y abajo, tímido y pequeño, el titular: 'El Presidente se dirige al país por la televisión a las 7 p.m.'.

La publicidad del diario, más vanguardista, revelaba mejor lo que se venía. Entre uno que otro aviso de Televisores Crosley, Siemmens y Philco "primero en televisión", aparecían cantidades de anuncios de aparatos de radio en realización. Era un pálido reflejo de aquello que se iba a inaugurar esa noche en el país y que Rooosevelt había inaugurado en abril de 1939 en Estados Unidos y

Hitler en 1936, con motivo de los Juegos Olímpicos de Berlín.

Al otro día, El Tiempo publicó en la esquina superior izquierda de la primera página:

"Con magnífico éxito se inauguró anoche la televisión en Bogotá. En perfectas condiciones retransmitió la torre de Manizales. Gran nitidez de la emisión. Un atrevido debut a control remoto. La TV colombiana, en su aspecto técnico, ha entrado por la puerta grande y anticipa grandes augurios. Ningún otro país ha debutado con tan magnífico éxito".

El gran reto

La idea de traer la televisión a Colombia se gestó desde 1936, cuando el entonces capitán Gustavo Rojas Pinilla viajó a Berlín como agregado de una misión para comprar municiones a raíz de la guerra con el Perú. Allí conoció todo acerca de este último invento y guardó en su cabeza la idea de traerlo algún día al país. Por eso cuando Rojas se tomó la Presidencia el 13 de junio de 1953, inició inmediatamente labores para hacer realidad este sueño.

Encomendó la realización del ambicioso proyecto al director de la Radiodifusora Nacional, Fernando Gómez Agudelo, de tan solo 22 años. El primer problema, entre muchos que se presentaron, fue cómo irradiar la señal en un territorio tan arrugado como Colombia. Era casi imposible conseguir antenas para este cubrimiento. Por eso, después de muchas consultas, se supo que la empresa alemana Siemmens era la única que construía equipos de tal magnitud.

Gómez viajó a Boston a conocer las antenas MTI, pero resultaron ser especiales para terrenos planos. Luego fue a Alemania. La orden era inaugurar la televisión antes de cumplirse un año del gobierno militar. Muchos dudaban que las antenas pudieran cubrir eficientemente el extenso y montañoso territorio nacional.

El ministro de Hacienda Carlos Villaveces dio vía libre a la inversión de 10 millones de pesos. Los estudios se realizaron con equipos de Siemmens y la Dumont. Días después, Gómez hizo aterrizar ilegalmente un avión en el aeropuerto de Catam en el que venían los primeros equipos.

Los expertos escogieron al Hospital Militar en los cerros orientales de Bogotá para instalar las antenas e irradiar la señal, pero casi no lo autorizan por temor a que las ondas hicieran daño a los pacientes. La ubicación de la torre de 30 metros sobre el hospital fue una proeza que requirió de especialistas europeos. Incluso Lange, un ingeniero de fama mundial, pronosticó que terminaría cayéndose, pero no tuvo razón.

Se montó entonces la repetidora en el cerro del Gualí, en el nevado del Ruiz, que cubría Antioquia, Valle del Cauca y Caldas. Luego se instaló otra en el páramo de la Rusia para Boyacá. Pero cuando muchas cosas estaban listas, pocos días antes de la inauguración, se dieron cuenta de que nadie en el país sabía manejar cámaras ni dominaba el tema de la producción de televisión. Por tal razón, Gómez viajó a La Habana, Cuba, y contrató a 25 técnicos de un canal quebrado llamado Canal 11, quienes llegaron el primero de junio a Bogotá.

El primero de mayo se hizo la primera prueba entre Bogotá y Manizales y luego se realizaron otros ensayos desde un almacén de J. Glotttmann en la calle 24 de Bogotá. Mientras tanto los estudios se acondicionaban en los sótanos de la Biblioteca Nacional.

Como eran pocas -tan sólo 400- las familias que poseían televisor, se importaron 1.500 más para venderlos a través del Banco Popular. Eran objetos realmente costosos, por lo que se ofrecía hacer el pago en módicas cuotas mensuales. Cuando el salario mínimo de un colombiano era de 120 pesos aproximadamente y un arriendo de una casa en un barrio de clase media bogotano podía costar 60 pesos mensuales, un aparato Siemmens costaba 350 pesos.

La inauguración

Se acercaba el día. El 12 de junio por la noche un grupo de actores ensayaba la obra que iba a presentarse al día siguiente en la inauguración de la Televisora Nacional. Era dirigida por Bernardo Romero Lozano, padre del actual libretista Bernardo Romero Pereiro, y actuaban Hugo Pérez, Carmen de Lugo, Gonzalo Vera Quintana y Álvaro Ruiz, entre otros.

El acto oficial lo originaron desde el Palacio de San Carlos a las 7 de la noche del domingo 13 de junio. Estaban presentes ministros, periodistas, empleados y funcionarios. La expectativa era total. Rojas Pinilla se dirigió al país para declarar oficialmente inaugurada la televisión en Colombia. Luego, desde los estudios de la calle 24 presentaron un programa animado por Álvaro Monroy Guzmán en el que también aparecieron Los Tolimenses. Además se montó la obra Tarde de Paul Vilar.

Para no perderse ni un detalle del fenómeno, las personas en las calles se agolpaban frente a algunas vitrinas céntricas de Bogotá y Medellín donde el gobierno había ubicado televisores.

Una vez pasado este primer episodio bien producido por el cubano Gaspar Arias y por el productor Manuel Medina Mesa, que venía de la Radio Nacional- comenzaron los planes acerca de cómo seguir en el futuro para que la televisión fuera un medio educativo y de "sano esparcimiento", combinado con el patrocinio comercial.

La buena calidad de la imagen y al cubrimiento de lugares recónditos desvirtuaron los oscuros presagios de los expertos extranjeros. Con 15 estaciones principales y 85 retransmisores pequeñas se logró una meta, que con sistemas convencionales habría requerido una cantidad 10 veces superior. Maurice Lin, jefe de Radio y televisión de la ONU, decía sobre la televisión colombiana: "Si continúan con ese ritmo, la televisión sería una de las primeras del mundo... otros motivos de sorpresa es la nitidez del video, muy superior a la de Estados Unidos".

Trabajo artesanal

En septiembre llegaron a Buenaventura la primera unidad móvil -tipo Tele-Cruiser- y las cámaras Dumont, que se inauguraron en octubre para cubrir la manifestación rojaspinillista en Girardot. Luego se usaron en las carreras de caballos en Hipotecho. Se hizo evidente entonces la necesidad de ampliar los estudios de la Biblioteca Nacional, en la calle 24, aunque todavía se improvisaba demasiado. "A veces por la mañana no se sabía qué se iba a hacer por la noche, y cuando se veían muy acosados ponían al pianista (el productor Hernán Villa)a tocar algo", afirma Luis Fernando Múnera, en su libro La radio y la televisión en Colombia.

A los pocos meses nació la propaganda. Se pusieron cuñas al principio y al final de los programas en Noticiero gráfico -creado para hacerle propaganda al gobierno-; en el Lápiz mágico, con los mejores caricaturistas y patrocinado por el Banco Popular; Conozca a los autores, de corte educativo; Mares y marinos de Colombia; Esta es su vida. Los primeros espacios deportivos estuvieron a cargo de Carlos Arturo Rueda y otros especialistas de la radio.

Se trabajaba dos horas al día y como solo había un estudio, se emitía un programa en vivo y otro pregrabado, en cine, alternados para dar tiempo de preparar las escenografías y los vestuarios. Las cámaras eran grandes y difíciles de mover; la iluminación, muy pobre y el estudio, pequeño. Las transmisiones se hacían desde las 5 de la tarde hasta máximo las 11 de la noche.

Los créditos de los programas eran elaborados a mano, incluso un director los hacía en su casa con Griffin de embolar zapatos de colegio. El maquillaje, que por cierto era bastante exagerado, estaba a cargo de un español -el Papi Catalá- de una compañía teatral, quien lo fabricaba con vegetales, tierra y vaselina.

Las escenografías se limitaban a telones donde estaban pintadas las puertas, las ventanas, el cielo, las mesas, los floreros. Como no existía la labor de hacer libretos, se ponían en escena clásicos griegos. El trabajo era tan intenso, montando diariamente dos y tres obras con letras aprendidas de memoria, que los actores recurrían a trucos como pegar las hojas de los libretos a las ventanas, a las sillas o a la espalda de un compañero para irlos leyendo. Los actores tenían que cambiarse en los pocos minutos de comerciales y promociones. Algunos se ponían un vestuario encima de otro desde el principio parar irse quitando partes según la necesidad.

Con el tiempo, el gobierno militar ofreció espacios en arriendo. La primera programadora privada de televisión, fundada en 1956, fue Punch de Alberto Peñaranda y de su esposa Cristina. El nombre lo sacaron de una famosa revista inglesa de humor, y en pocos años convirtieron esa empresa en un semillero de talentos que luego fueron grandes protagonistas de la televisión, como Pacheco, Gloria Valencia, Amparo Grisales, María Eugenia Dávila, entre muchos otros. Al poco tiempo nació RTI, liderada por el propio Gómez Agudelo. Las agencias de publicidad como Atlas y MacCann, o las empresas como Colseguros o Suramericana, también alquilaban espacios y presentaban obras teatrales, musicales o noticieros que patrocinaban. Todo se hacía en vivo y en directo, por lo que ocurrían muchos y graciosos errores.

Tener televisor era lo máximo. "Muchos tenían televisor, pero no tenían carro, por ejemplo", dice Héctor Londoño Libreros, decano de la publicidad en Colombia. Y Guillermo González, un testigo de la época recuerda que "la gente se volvió loca por la televisión porque era una distracción muy grande para los bogotanos que no tenían mucho que hacer".

Durante varios años la gente sólo podía ver un canal. En 1967 apareció un nuevo canal, privado, El Teletigre, cuya dueña era una política muy aguerrida llamada Consuelo de Montejo. Estuvo al aire sólo tres años y luego se convirtió en el Canal 9, que más adelante fue el Canal A, hoy institucional. Los canales regionales salieron al aire en 1986 y, hace seis años, los dos canales privados nacionales.

Sin duda, lo que empezó como un experimento tenaz, producto del trabajo y del ensayo de un grupo de pioneros en 1954, se volvió una enorme industria cultural con un impacto enorme sobre la sociedad, la política, la economía y el desarrollo tecnológico colombiano. Como dijo Eduardo Lemaitre: "Tres cosas han hecho de este país de países una nación con propósitos comunes y le han dado la compactación para existir como un todo unitario: la Constitución del 86, el río Magdalena y la televisión".