Especiales Semana

BUCK ROGERS MODERNO

Lo que hasta hace poco era ficción, un vuelo libre en el espacio sideral, se hizo realidad durante el último viaje del Challenger.

12 de marzo de 1984

La escena parece sacada de la serie "Buck Rogers en el siglo XXV". Por primera vez desde que se iniciara la carrera espacial, dos astronautas norteamericanos, Bruce McCandless y Robert Stewart, dieron una caminata a 300 kilómetros del planeta sin estar atados a la nave madre que los esperaba 100 metros más abajo.
Usando una especie de silla propulsora que le costó a la NASA la tontería de 15 millones de dólares, los astronautas del Challenger sentaron el precedente para el próximo viaje en abril, cuando la nueva tripulación tratará de reparar un componente del satélite Solar Max, puesto en órbita hace tres años, y colocarlo en la dirección correcta, en un esfuerzo por salvar el transmisor que costó 150 millones de dólares.
Sin embargo, el éxito de la caminata espacial no fue suficiente para eliminar el sentimiento de fracaso entre los miembros de la misión. Horas antes de la caminata, la pérdida de dos satélites de comunicaciones y el estallido de un globo de plástico que iba a servir de boya en el vuelo próximo de abril, hicieron que el balance del vuelo 41-B -tal era el código de la misión- fuera el más pobre en términos de resultados desde que se iniciara la época de los transbordadores. Amén de los 180 millones de dólares que costaron los dos transmisores perdidos -el Westar VI de la compañía Western Union y el Palapa 2 del gobierno de Indonesia- el fallido intento de ponerlos en órbita puede ser especialmente costoso para la NASA y retrasar el envío al espacio de decenas de satélites en lo que queda de la década.
Tal como están las cosas, la pregunta que se hacen en todas partes alude a quien le corresponde la responsabilidad de lo sucedido. Aunque muy seguramente pasarán semanas antes de que se conozca un reporte oficial, el dedo acusador se dirige hacia el cohete impulsor que debía colocar al satélite en una órbita dada una vez que hubiera abandonado el transbordador. Según los reportes fragmentarios que se conocen, el nitrógeno líquido usado como combustible ardió solamente durante 20 segundos cuando debía haberlo hecho durante minuto y medio. Como resultado, ambos satélites quedaron fuera de curso, por miles de kilómetros, haciendo imposible rescatarlos.
La McDonnell Douglas, fabricante de los cohetes propulsores, arguye que no hay razón para culpar a los impulsores pues éstos ya han sido empleados con éxito en 16 intentos del mismo tipo. "No obstante -dijo Charles Ordahl, vicepresidente de la compañía- lo que pasa sugiere que puede haber existido un problema técnico común con esos dos motores".
Mientras tanto, la NASA se ha visto obligada a suspender las operaciones similares con el objeto de tranquilizar a sus clientes. Para la agencia espacial norteamericana tal movimiento ha sido particularmente difícil pues una parte importante del costo del lanzamiento de los transbordadores está siendo financiada con la colocación de satélites (entre 10 y 30 millones de dólares por aparato). Obviamente, si al final se encuentra que los recientes problemas no son responsabilidad de la NASA, muchas compañías respirarían tranquilas ya que tanto el Columbia como el Challenger se han convertido en los principales medios para poner satélites en el espacio, con pedidos ya establecidos hasta 1988.
De hecho, la compañía francesa Ariane, principal competidor de la NASA en este campo, ha tenido algunos problemas técnicos y no parece contar con mucha capacidad en el futuro inmediato, lo que, sumado a un eventual atraso en el programa espacial norteamericano, podría demorar un par de años la instalación de nuevos satélites de comunicaciones. Recientemente se ha sabido, por ejemplo, que el gobierno del Canadá estaría reconsiderando el envío de su satélite, programado para dentro de unos meses.
Por otra parte, no se sabe si se efectuará un vuelo supersecreto del transbordador en el cual éste llevaría material del Pentágono pues se quiere minimizar el riesgo de dejar algún aparato flotando a la deriva en el espacio.
Incluso hay analistas que predicen que la misión del tercer transbordador, el Discovery, que deberá partir en junio con seis astronautas por una semana, podría ser aplazada indefinidamente.
De todas maneras, lo cierto es que las consecuencias de la pérdida de los satélites ya empieza a notarse. Apenas conocida la noticia, varios miembros del pool de compañías aseguradoras en la Lloyd's de Londres aseguraron que las primas para asegurar el lanzamiento de un satélite podrían fácilmente doblarse o triplicarse, debido a los 180 millones de dólares en pérdidas que han debido asumir los reaseguradores (compañías que se encargan de asegurar a las compañías de seguros). Si bien en el caso específico del Westar VI y del Palapa 2 se estaban preparando demandas contra la Hughes Aircraft Co. y contra la McDonnell Douglas es innegable que, cualquiera que sea el resultado, la industria espacial ha sufrido un grave retroceso.