Especiales Semana

Carrera de marcas

Varias diseñadoras y empresarias de la Costa están tejiendo un nuevo polo de desarrollo de las confecciones y la moda en Colombia.

10 de octubre de 2004

Un grupo de mujeres diseñadoras de la región está consolidando una industria que desde hace varios años ha logrado mantener un importante flujo de exportaciones hacia varios países del Caribe, Centroamérica y Estados Unidos.

La clave del éxito ha estado en la creatividad. Sin preguntarse todavía cómo las van a beneficiar los acuerdos que busca firmar el gobierno colombiano con Estados Unidos, estas mujeres han logrado meter poco a poco sus productos en mercados exigentes con una mezcla de creatividad y calidad.

Pero lo más importante es que se están reinventando al tiempo como diseñadoras y empresarias. A muchas de ellas no les preocupa que se hable de si tienen o no fama, ni que están a la sombra de la internacional Silvia Tcherassi. Una de las claves de su avance, según explica la barranquillera Judy Hasbún, ha sido la decisión de vender, la de "diseñar un producto creativo, competitivo y de marca para que la gente pueda comprarlo y usarlo. De nada sirve tener nombre si nadie compra tu ropa".

Con esta mentalidad, varias de ellas se han asociado con tiendas nacionales e internacionales para diseñar y producir líneas económicas, que a la vez han movido la producción regional.

"Me decían que al hacer esto me iba a 'perratear', pero en el fondo me interesa que mis prendas se vendan y no sólo sean vistas en una pasarela para que la gente me diga: 'y eso quién se lo va a poner", dice Hasbún.

En Cartagena, entre tanto, la cuestión se dio como un asunto espontáneo; primero se fueron despertando de sus talleres y se relocalizaron en pleno centro histórico, hasta que las vías se convirtieron en una especie de pasarela. Allí, entre la Calle San Juan de Dios y la Santo Domingo, cerca de los mejores hoteles de la ciudad amurallada, hay ya unos 30 almacenes que se han convertido en una vitrina que les permite a varias diseñadoras atender el mercado local e incluso exportar.

"Se creció esto, comenta Ketty Tinoco, una de las primeras diseñadoras en colonizar el sector. Es como un vecindario en el que la gente irradia confianza, es una mezcla de fama, glamour y ventas; la gente que viene de vacaciones pasa por los locales y compra", agrega.

Para María del Pilar Agámez, inquilina del vecindario de la moda, todo este movimiento le permitió decidir su mercado. "Sólo me interesa exportar". Sus prendas blancas se venden como pan caliente en Costa Rica, Panamá, Ecuador y México. Ella señala que la promoción que se ha hecho en el exterior ha sido fundamental para que se les abran las puertas, en especial en las tiendas del Caribe.

"En el exterior no te conocen, allá no hay fama por lo que te debes posicionar por la calidad y el cumplimiento de tu producto", cuenta por su parte la diseñadora cartagenera Beatriz Camacho. En este sentido, el punto que le ha servido para abrir puertas a estas costeñas reside en su creatividad y en especial, en los trabajos hechos a mano.

Gracias a esto, el sector, que aún no se puede comparar en tamaño con la industria textilera antioqueña, ha dado pasos firmes que se han visto reflejados en el aumento de las exportaciones, en particular hacia países de la cuenca del Caribe como Venezuela y México, entre otros.

Todo este movimiento ha significado que sus producciones se incrementen la que ha jalonado a pequeña escala el empleo local, teniendo además de presente que deben mejorar sus procesos productivos para ser más competitivas, en especial cuando se tiene en la mira la firma de un acuerdo trascendental como el TLC. "Hay que ser creativos y competitivos, indica Beatriz Camacho; la presentación se hace de acuerdo con el producto, con cumplimiento en calidad y tallaje;todo es igual de importante".