Especiales Semana

Clases sin fronteras

Para las universidades, la internacionalización es un asunto de gran importancia. Por eso, ver estudiantes de diversas partes del mundo en programas de intercambio no tiene nada de extraño.

2 de septiembre de 2006

Un futuro politólogo francés que todavía no baila música latina. Una austríaca con novio tolimense. Una peruana 'colombianizada'. Nicolás, Dagmar y Carla vienen de tres países diferentes, pero los tres hallaron en Colombia una segunda patria.

Por diferentes caminos, cada uno llegó a una universidad bogotana. Y aunque dos de ellos se vayan pronto (Carla piensa quedarse), para cada uno este país dejó de ser las imágenes de droga y violencia que suelen mostrar los noticieros.



Un 'embajador' en Francia

Para Nicolás Maqueron este es un lugar interesante del que poco se sabe en Francia, o lo que se sabe, se sabe mal. Había estudiado español en su bachillerato y quería perfeccionar el idioma, pero cuando sus tíos vinieron a adoptar un pequeño colombiano, quedaron impresionados y le contaron a Nicolás sobre la belleza de los paisajes y la calidez de la gente. Él no lo dudó, alistó maletas y tomó el avión.

Desde hace un mes estudia en la facultad de finanzas, gobierno y relaciones internacionales del Externado. Sabe que la experiencia de intercambio, que durará un año, va a ser importante en su vida profesional y personal. Nicolás tiene 20 años y estudia en Francia ciencias políticas, y está interesado en el tema de la geopolítica.

Aunque extraña los vinos de su Burdeos natal, disfruta del aguardiente y le encantan las arepas. No sabe bailar salsa aún, pero ya muchas amigas le han enseñado los primeros pasos. Lleva poco en Colombia, pero ya estuvo por tierras santandereanas haciendo canotaje y espeleología en San Gil. Sus próximos viajes serán a Cartagena y a Santa Marta, ciudades de las que ha escuchado maravillas.

Cuando Nicolás se gradúe en Francia, una de sus opciones laborales podría ser el Quai D'Orsay, la sede de la cancillería francesa. Quizá en unos años Nicolás regrese como diplomático a Colombia. Lo que sí es seguro es que cuando regrese a Francia, Nicolás se convertirá en un 'embajador' de Colombia y de todo lo bueno del país.

Una futura doctora

Dagmar Wallnet, de 24 años, tenía tres opciones sobre el tablero: Serbia, Brasil o Colombia. Se inclinó por el país porque sabía español gracias a unos estudios en España, así como sabía inglés y estudiaba matemáticas, que eran los requisitos que le pedían para venir a Colombia. Lleva seis semanas cursando materias para su doctorado y siendo profesora auxiliar en el departamento de matemáticas de la Universidad Pedagógica.

Al principio, las cosas no fueron fáciles para Dagmar. En su viaje desde Viena se le extravió una maleta en París, y al llegar a Bogotá tuvo que soportar una monumental congestión en las salas de inmigración del aeropuerto El Dorado. Además, el agua le hizo daño y pasó una semana con problemas estomacales.

Pese a esos primeros inconvenientes, Dagmar está muy contenta en Bogotá, una ciudad que considera "muy grande", pues tiene tantos habitantes (ocho millones) como los de su país. Ha caminado desde La Candelaria hasta el Parque de la 93, y ya realizó la tradicional subida a Monserrate. También ha viajado a Choachí y a Ibagué, y sus compañeros de la Pedagógica la han invitado a Pereira y a Pasto.

De Colombia le gusta la amabilidad de la gente y las frutas tropicales, muchas de las cuales son desconocidas en Austria. Dagmar estará en Colombia hasta diciembre y luego volverá a Viena para seguir elaborando su tesis de doctorado. Cuando iba a venir a Colombia, la gente le decía que este era un país peligroso. Pero ella se considera una persona con pensamiento positivo y nada malo le ha sucedido. Por el contrario, ha viajado, ha rumbeado, ha mejorado su español y hasta ya tiene novio tolimense.

Una colombo peruana

Carla Castro es peruana y cursa administración de empresas en la Universidad del Rosario. Cuando terminó su bachillerato, Carla iba a estudiar en Perú e incluso alcanzó a inscribirse en la Universidad San Ignacio de Loyola, en Lima. Pero por razones familiares -sus padres se habían trasladado a Colombia- decidió venir a Bogotá. Llegó a la Universidad del Rosario atraída por su tradición.

Siempre se ha sentido muy bien en el país y a sus compañeros les parecía simpático su acento, o determinados modismos que muchos colombianos conocen bien gracias a la famosa 'perubólica'. Conoce Medellín, el Eje Cafetero, Santander y Tolima. De la comida le gusta el ajiaco y la bandeja paisa, eso sí, sin olvidar el cebiche o las papas de la huancaina, platos que sus amigos colombianos han disfrutado en su casa, donde se cocina como en Lima, con ingredientes traídos regularmente por su tío desde Perú.

Carla vive muy agradecida con Colombia, una tierra que le ha dado muchas oportunidades y en la que nunca se ha sentido extranjera. Está en octavo semestre y quiere, al graduarse, ir a España a estudiar una maestría para después dedicarse, tal como le han enseñado sus profesores, a hacer empresa en Colombia, su segunda patria. y