Especiales Semana

A un clic del poder

Los ciudadanos han encontrado en Internet una poderosa herramienta para controlar a sus gobernantes y participar en política

Ricardo Duarte
13 de noviembre de 2000

Para los candidatos en campaña el megáfono es ya un aparato en vía de extinción. Con la aparición de Internet se ha transformado para siempre el ejercicio de la política en el mundo. Estamos en el inicio de una gran época: la política y la democracia electrónica. Es un fenómeno global pero donde mejor se vive es en el contexto político norteamericano, por su cultura y desarrollo tecnológico, y claro, por la actual coyuntura electoral.

La influencia de la red en la política parte en 1994 cuando apareció la primera página web de un político, la de Ted Kennedy. En esa época los candidatos y las campañas, como sucede hoy en Colombia, entendían su presencia en Internet como un sitio que sólo servía para publicar electrónicamente la información básica que ya se tenía en papel.

Esa manera de entender la utilidad de Internet cambió en 1998 cuando Jesse Ventura, hoy gobernador de Minnessota, ganó las elecciones por el uso que le dio al componente electrónico en su estrategia de campaña. No tenía sede política, tan sólo un empleado remunerado. Con su sitio web y valiéndose de correos electrónicos —a 3.000 inscritos en su lista— organizó un ejército de voluntarios para su campaña. Anunciando por correo electrónico sus eventos proselitistas logró reunir más participantes en sus actos públicos que sus opositores. Al final Jesse gastó 30 veces menos que sus rivales y triunfó. Después de elegido su página web la convirtió en un sitio administrado por un grupo de voluntarios para interactuar con sus electores y gobernados.

Luego, en 1999, cuando la Comisión Federal de Elecciones de Estados Unidos autorizó las contribuciones on line a las campañas políticas, se produjo otro impacto sustancial. Así, en los dos meses siguientes a dicha autorización, un candidato que buscaba la nominación para la presidencia, Bill Bradley, había recaudado un millón de dólares en línea. Tres meses más tarde otro candidato, John McCain, recaudó en la red, en tan sólo 24 horas, un millón de dólares; pocos días después aumentó el fondeo en línea hasta un total de 6,4 millones de dólares.

Otro hecho histórico que planteó la necesidad de considerar Internet como otro mecanismo legal para aumentar la participación democrática en elecciones, consultas o referendos se llevó a cabo del 7 al 11 de marzo pasado cuando se realizaron las primeras elecciones que organizó el Partido Demócrata en el estado de Arizona. Más de 85.000 residentes votaron en esos comicios, generándose un aumento en la participación de votantes mayor de un 600 por ciento con respecto a las elecciones de 1996. Del total de votantes, cerca de un 80 por ciento lo hicieron cómodamente antes del día de las elecciones mediante dos mecanismos: a través de Internet (35.768 votos) o con tarjetón enviado por correo con antelación (32.159 votos).

Y por estos días, desde el primero de octubre hasta el 7 de noviembre próximo, se está llevando a cabo el primer ciberdebate interactivo de la historia. Tiene como sede una plataforma virtual compuesta por los 17 centros de tráfico por Internet que involucran al 85 por ciento de los navegantes americanos, en la que los actuales candidatos vienen respondiendo diariamente en línea a las preguntas de los electores sin filtros de ninguna naturaleza. Este es un nuevo recurso para periodistas y ciudadanos que usualmente no tienen acceso directo a los candidatos.



La diferencia

El elemento diferenciador que hace que Internet tenga un impacto creciente y sustancial sobre la política es su facultad de permitir la comunicación de ‘doble vía’ entre todos y cada uno de los actores de la comunidad política. Convierte en emisor al que antes sólo era receptor de la comunicación. Ello está cambiando irreversiblemente las relaciones ciudadano-gobierno, elector-candidato, ciudadano-representante, y así sucesivamente los vínculos entre todos los miembros del mundo político.

Así que en la medida en que Internet se masifique en cada nación y todos los miembros de la comunidad política local entiendan y utilicen las herramientas interactivas, mayor será el grado de influencia y participación directa del individuo en la democracia y la política. Serán más sólidas las comunidades en torno a todo tipo de intereses o causas comunes, menor el poder del dinero en la política y menor la intermediación. Ahora bien, no hay que olvidar que para que estos beneficios se cristalicen es urgente garantizar que no haya sectores de la población sin acceso a las herramientas virtuales para evitar que se agrande la brecha entre ‘conectados’ y los que se quedan por fuera.

En todo caso con Internet sucede como cuando aparecieron los procesadores de palabras. Uno se pregunta cómo hace 50 años se podían escribir libros y no morir en el intento. Hoy no se concibe el mejoramiento de la democracia y la política sin Internet. Esa herramienta que está rompiendo las barreras a las ideas y a la comunicación de doble vía y que permite atacar los vicios de la política tradicional. Por eso debemos prepararnos para ser activos en la transformación democrática y política, inducida por una nueva herramienta electrónica: Internet.