Especiales Semana

Con los pies en el barro

Un sacerdote se ha convertido en el bastón de apoyo y el líder de lucha de todo un barrio que necesita recuperar la esperanza para volver al lugar de donde los sacó la guerra.

27 de marzo de 2005

Al Suroriente de Cartagena, en el barrio Nelson Mandela, confluyen los pobres históricos con los desplazados que huyen de la trampa de la muerte. Hasta hace ocho años pocos se habían percatado de ello, pero al padre Rafael Castillo le bastó pisar las primeras calles del lugar para dimensionar la tragedia humanitaria de esa Cartagena desconocida y opacada por el turismo.

Como párroco de El Carmen de Bolívar había tenido que vivir el drama de los campesinos desarraigados de las distintas veredas de los Montes de María que llegaban buscando ayuda a la puerta de su iglesia. En 1993, en medio de la misión, asesinaron a uno de sus compañeros, el padre Javier Cirujano. Ese hecho lo marcó. "Decidí tomar distancia, reflexionar sobre lo que estaba pasando". Decidió irse a Europa a estudiar sociología. Pero regresó.

De vuelta a Colombia, el arzobispo de Cartagena, Carlos José Ruiseco, lo llevó a la parte más alta del barrio Nelson Mandela y le indicó "este es tu lugar de trabajo". Castillo se encontró con la difícil situación de los habitantes de la zona y el desamparo en el que se encontraban. Comenzó entonces su tarea con lo que él llama 'globalizar la solidaridad': los fines de semana les pedía comida, ropas, medicamentos, artículos de aseo personal a los fieles de la iglesia del barrio El Socorro, y los repartía entre los habitantes del suroriente de la ciudad. Particularmente en el Mandela, donde hay 17 sectores, cada uno correspondiente a una oleada migratoria. En esencia se puso a trabajar en un plan que articulara la ayuda proveniente de distintas partes, pero que no generara dependencia ni victimización.

La indiferencia de las instituciones y el desconocimiento que había del problema eran evidentes. Nadie sabía cuántos desplazados había en la ciudad ni dónde estaban. "Les dije: Yo sí sé y se los muestro", recuerda el padre Castillo, quien se encargó de hacer visible la magnitud del problema. Realizó un censo que le sirvió a las ONG y entidades gubernamentales para planificar y focalizar la ayuda. Esto permitió que se hiciera una alianza con la Red de Solidaridad, la Alcaldía de Cartagena y la Arquidiócesis, y a través de ésta se pudo atender a más de 1.500 familias.

Desde entonces, de alguna manera cientos de personas se han beneficiado de su labor. En su estadía como párroco de la comunidad se han conformado 24 organizaciones cívicas y juntas de vivienda que se han articulado con organizaciones privadas, gubernamentales y no gubernamentales de ayuda humanitaria. También se ha adelantado un proceso de acompañamiento y formación de grupos de docentes y maestros de las escuelas comunitarias que hoy son las nuevas instituciones educativas que albergan los niños y niñas del barrio.

La dinámica del barrio ha cambiado. Desde que el padre Castillo trabaja allí, han surgido grupos juveniles que estimulan el deporte, trabajan la identidad cultural, la formación en valores, los derechos humanos y la convivencia ciudadana.

En esta tónica se ha conseguido la estabilización socioeconómica de un creciente número de familias, con el apoyo del Centro Pastoral El Salvador, liderado por la hermana Beatriz Vansina, que se dedica a la promoción de la mujer en Cartagena.

Para el padre Castillo, el mayor avance en estos 10 años de historia del barrio como conglomerado humano es la manera como las personas han retomado su proyecto de vida. "Hoy en día los habitantes del Mandela saben que la orilla donde empezaron esta dura travesía se encuentra bastante retirada. Pero no haber llegado aún les mantiene su esperanza".

Ahora su misión es tratar de que cientos de familias regresen al lugar de donde fueron desplazadas. Con la red ecuménica, una alianza de iglesias cristianas, Acnur, la Defensoría del Pueblo de Bolívar y el Colectivo de Comunicaciones de los Montes de María, entre otras instituciones, acompañan el programa de apoyo y paz de los Montes de María que respalda el retorno de 4.500 familias desplazadas.