Especiales Semana

CONSTRUCCION VIVIENDA Y DECORACION

17 de septiembre de 1990

MIL FORMAS, UN MOTIVO
Soldados de plomo, búhos, iglesias de barro, platos, premios de caza, fetiches, huevos de mármol, jarrones, relojes antiguos, baúles... todo se puede coleccionar.

Con frecuencia, al entrar en una casa, se observan mil formas diferentes de un solo elemento. Ubicadas estratégicamente, las piezas de una colección pueden constituir el eje de la decoración de un recinto.

Detrás de una colección casi siempre hay una historia. Una pieza inicial que despierta el interés por buscar diversas interpretaciones de ella misma. Y detrás de cada pieza suele haber una anécdota. Compradas, regaladas o robadas. Encontradas por casualidad junto a la chimenea de un restaurante o regateada en el mercado de las pulgas de alguna ciudad lejana.

Por eso a las colecciones las suele envolver un aire de fantasía. Y los coleccionistas se convierten en enamorados de su causa. Por una nueva pieza pueden pagar millones o son capaces de inventar la más rebuscada de las historias, con tal de conseguirla.

En cada viaje de un amigo o de un familiar, el encargo se repite. La onda corre y con el tiempo todos saben de la colección y todos se encargan de alimentarla. No es extraño, por tanto, que en una Navidad o en un cumpleaños un coleccionista reciba regalos muy parecidos.

Pero el arte de las colecciones no se limita a conseguir las piezas. Nadie colecciona para arrumar en un cajón oculto los elementos que ha conseguido con tanto esfuerzo. Parte importante del encanto está en su ubicación: así como para cada pieza hay una historia, para cada una hay un lugar.

Es posible que haya que acomodar cada elemento dentro de un marco ya establecido. Pero normalmente lo que sucede en casa de un coleccionista es que la decoración, en su conjunto, gira alrededor de la colección. Se consiguen muebles especiales para ubicar parte de las piezas. Se compra un tapiz alusivo. Se busca un color para las cortinas que cuadre con el motivo que se colecciona. Se le da mucha luz a un recinto si se quiere observar el brillo del cristal o de la porcelana de determinadas piezas, o se prefieren los ambientes discretos, para que cada elemento resulte estratégicamente "perdido" en algún rincón.
Hay quienes recomiendan iniciar una colección como terapia contra el estrés, porque en ella se pueden desahogar muchas preocupaciones. En todo caso, desde el ángulo de la decoración, lo cierto es que esta práctica puede resultar muy productiva.
No sólo resuelve la típica incógnita de cómo decorar -evita que decoradores y usuarios se devanen los sesos definiendo un estilo- y asegura dar respuesta a una de las mayores preocupaciones de los profesionales de la decoración:
el reflejo de la personalidad de quien habita el lugar.

Es cierto que no se debe decorar por el simple hecho de decorar. Por cumplir un requisito social. Por ofrecer un atractivo a los visitantes. Ante todo, se decora para ofrecer un ámbito agradable y acogedor a las personas que deben estar en permanente contacto con un recinto determinado. Con seguridad, si se ha escogido un estilo ajeno a las propias expectativas, el modelo deberá cambiarse con frecuencia. A partir de una colección, en cambio, se supone que este punto de partida ha quedado resuelto.-