Especiales Semana

CONSTRUCCION, VIVIENDA Y DECORACION

11 de noviembre de 1991

UNA VOZ DESDE EL AUDITORIO
TODAVIA SE ESCUCHA EL SONIDO DE LA imprenta. Los runruneos van de un lado al otro del auditorio de la antigua Calle del Agrado, como recordando que la primera película que se estrenó en ese viejo edificio de la actual calle 16 entre carreras 4a. y 5a., fue la de la Compañía Granadina de Publicaciones Limitada.

Las luces se apagaban, las máquinas se encendían y los operarios empezaban a vigilar el ir y venir de los aparatos. Las ediciones de libros y folletos lanzaban el olor a tinta fresca que siempre se mezclaba con el del tinto recalentado una y otra vez.

Entonces, los trabajadores caminaban de un lado a otro como si se tratara de un inmenso escenario, echaban las cartas mientras las máquinas iban a todo vapor para sacar como si fuera pan, publicaciones recién horneadas en las instalaciones de la impresora.

Años después, aquel viejo edificio de cuatro pisos que nadie sabe cuándo se construyó, pasó a las manos de la Empresa Nacional de Publicaciones, después a las del Fondo de Estabilización del Banco de la República.

Entonces los operarios se convirtieron en funcionarios de oficina que permanecían al tanto de sus labores en los niveles superiores de la edificación.

Pero la empresa creció y el espacio era demasiado pequeño para seguir allí.

El Banco vendió la edificación al Icodex, organismo que decidió convertir el gran espacio de la impresora en un inmenso auditorio para un cine-club.

Así, muro a muro se levantaron el escenario, el telón, las sillas, el cuarto de máquinas y la taquilla. Se trataba de una construcción que pretendía ser moderna quizá para los años 50.
El piso del auditorio era curvo, los techos altos y las paredes del auditorio tenían curvas y pilares que coincidían con el estilo del antiguo teatro Jorge Eliécer Gaitán.

Se trataba de un pequeño sagrario para los amantes del recién nacido séptimo arte que por aquella época exhibía las cintas de los años dorados de Hollywood bajo la admiración de los adolescentes que ni siquiera habían nacido cuando las películas se estrenaron.

Y es que todo en el viejo auditorio era una leyenda silenciosa. Nunca fue un teatro lujoso, jamás ostentoso. Por el contrario, se caracterizó siempre por ser austero.

Al principio, las máquinas de proyección eran de vapor.
Una época que contenía el encanto de las cintas románticas en blanco y negro cuando apenas el sonido de las voces de los actores podía escucharse.

Y aunque el fuerte era el cine, el auditorio recibía de vez en cuando la visita de las notas musicales que danzaban en el aire y opacaban por instantes los ecos de las maquinas impresoras.
El teatro también se daba cita allí pero en menor escala. Las interpretaciones se alzaban sobre el escenario y esporádicamente quizá demasiado realizaban sus presentaciones.

A pesar de haber consolidado un sagrario del arte, el Incodex vendió el auditorio y la totalidad del edificio al Banco Ganadero, entidad que lo utilizó únicamente para actividades culturales de sus empleados.

El carácter cerrado y ocasional de las presentaciones del auditorio, llevaron a muchas personalidades del mundo de la cultura a desconocer este espacio como un campo cultural para aprovechar públicamente.

De allí que algunos aseguren que el auditorio de la calle 16, no abrió sus puertas durante más de 20 años.

En 1983 el Banco Central Hipotecario, BCH, compró el edificio. Allí llevó el archivo, la biblioteca y los consultorios médicos. Los empleados recorren desde esa época toda la construcción de manera similar a los del Banco Ganadero.

No obstante, el auditorio permaneció en silencio durante siete años. El BCH recibió un lugar completamente deteriorado, con una infraestructura que se desvanecía con el paso de los años. La recuperación se llevaba costo y dinero, por lo tanto fue necesario esperar todo ese tiempo para realizar la reconstrucción del lugar.

Hace dos años, el Banco autorizó a la Caja de Previsión Social de la entidad, para que se hiciera cargo del auditorio. El sí de la Caja no se hizo esperar, pues se trata de una organización cuyo propósito es fomentar los espacios de recreación, diversión y formación de los empleados y pensionados del BCH El auditorio se perfilaba como espacio adecuado para lograr esos objetivos y además, hacerlos extensivos a la comunidad en general.

Según Hernando Esteban Velandia, presidente de la Caja de Previsión Social del BCH,