Especiales Semana

CORONO ATLANTICO

14 de diciembre de 1998


Marianella Maal Paccini una jovencita de 19 años, 1,75 de estatura, ojos pardos, fue elegida a la media noche del domingo pasado como nueva soberana de g belleza. Ella no necesitó del bisturi de los cirujanos plasticos para alcanzar el título. De esta manera corroboró una célebre frase de Gabriel Garcia Marquez, quien en alguna oportunidad dijo: Las reinas no se hacen en e] quirofano sino en la cama.
La nueva soberana de la belleza cursa quinto semestre de derecho comercial en la Universidad del Norte de Barranquilla. Es hija de Carmen Regina Paccini quien en 1968 representó al Atlántico en el reinado nacional. En esa oportunidad la suerte no estuvo de su lado, pero 30 años después su hija le retribuyó con creces su participación.
La ultima vez que Atlántico logró la corona fue en 1990 en uno de los certamenes más controvertidos de la historia del reinado.
En esa oportunidad fue elegida Marybell Gutierrez Tinoco después de más de cuatro horas de deliberación por parte del jurado.
Pero esas son cosas del pasado. Los barranquilleros estan de carnaval pues por septima ocasión lograron la corona y Marianella Maal Paccini es una digna representante de un pueblo que sabe gozar y disfrutar al maximo de sus parrandas.
Como virreina he elegida la nariñense Paulina Margarita Galvez Pineda, una de las grandes favoritas desde su llegada a Cartagena. El titulo de primera princesa quedó en manos de Georgette Giovanna Medina, candidata de Boyaca. La segunda princesa la cartagenera Laura Sofia Davila-Pestana y como tercera princesa quedó la chocoana Claribeth Yesika Valencia.
Con la elección de Marianella Maal Paccini se cerró la penúltima elección de una reina del siglo XX. Desde ya Raimundo Angulo y su tropa comenzaron a trabajar en lo que sera la elección de la primera reina del nuevo milenio. Por lo pronto los barranquilleros están de carnaval y en eso nadie sabe a ciencia cierta cuando finalizara el festejo.

SUEÑOS
Una vez más sus puertas se abrieron. La primera vez fue hace casi un siglo. En ese entonces se conmemoraba el primer centenario de la Independencia. Por años sirvió de escenario a compañías españolas de teatro y baile, que como gitanos recorrían las Américas. Pero en los 70 tuvo que cerrar sus puertas. No había plata para su sostenimiento. Casi 30 años después, en la celebración de la Independencia, el Teatro Pedro de Heredia volvió a revivir. Se necesitaron 5.000 millones de pesos para rehabilitarlo. La labor se le encomendó a la Fundación para la Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural. El maestro Enrique Grau dejó su huella plasmada con una obra pictórica en el plafón de la platea y en el telón de boca. La primera representa las nueve musas de las artes liberales y el segundo es una obra bautizada 'Un regalo a Cartagena' que es una alegoría a la ciudad con sus monumentos y murallas. Este símbolo de la historia de Cartagena quedó listo para su reinauguración hace más de dos meses, pero ni los cartageneros ni los turistas han podido disfrutarlo porque no existe todavía un programa de obras y presentaciones. Entonces su inauguración prácticamente corrió por cuenta del Reinado Nacional de la Belleza. A falta de los artistas de las tablas y de los maestros del violín se necesitó a un puñado de diseñadores que dejaron volar su imaginación. Ellos confeccionaron unos imponentes trajes de fantasía, en su mayoría alegóricos al mar, para uno de los desfiles más suntuosos del reinado. La creatividad acompañada de la fastuosidad se paseó por una pasarela ovalada en la cual cada una de las 23 candidatas lució más bella que nunca. Los canutillos, las lentejuelas, las plumas, fueron los invitados de honor de esa noche. Las manos maestras de los bordadores se multiplicaron para darle vida a una amalgama de diseños que buscaban crear conciencia de que el mar es una esperanza de supervivencia. Cada una de las candidatas desfiló lentamente, como si estuviera caminando sobre una enorme nube. Pasos cortos y seguros. La belleza pasó a un segundo plano para darle toda la imponencia a unos trajes sacados de las historietas infantiles. Había de todo como en botica. Al final la creatividad fue gratificada con una serie de premios que en parte compensan las largas semanas de trasnocho de esos hombres y mujeres que con la paciencia del santo Job, cortaron y cosieron los trajes de fantasía. Unos trajes de vida muy corta. A veces tan escasa que ni siquiera alcanzan a saber si de verdad tuvieron final. Porque tan pronto terminó el desfile, las 23 modelos que los mostraron, volvieron a ser reinas y sus atuendos fueron a parar al baúl de los recuerdos, para quizás nunca más volver a salir. Porque el resto de su vida quedará condenada al olor de la neftalina.

AUSTERIDAD
Dicen que todo tiempo pasado fue mejor. Y eso quedó demostrado durante las fiestas novembrinas. Atras quedaron las fastuosas celebraciones que incluian orquestas, banquetes y mucho licor. En esos tiempos los patrocinadores del concurso botaban literalmente la casa por la ventana. Muchas veces se llego a hablar más de la rumba de turno que de las mismas reinas. Viejas épocas. Este año la crsis económica por la que atraviesa el pais se refejo en los diferentes eventos que se realizaron en los clubes y hoteles cartageneros. De las comidas se pasó a los pasabocas. Del licor a los ponches y jugos ecológicos. De los generosos regalos para la prensa se pasó a las tarjetas de agradecimiento. Las celebraciones en las noches desaparecieron y ahora se cita a ruedas de prensa que en algunos pocos casos incluian desayuno Austeridad... una palabra que nadie pronunció en el reinado pero a la que todos hicieron alusión en la organización de sus eventos. Incluso muchos de esos patrocinadores dejaron en claro que para poder seguir subsistindo en el concurso, este no puede seguir siendo una fiesta de medio mes porque no hay bolsillo que aguante tanto derroche. En medio de esa austeridad las candidatas cumplieron con los compromisos del programa oficial. Fueron al 'coctel ecológico' de Jolie de Vogue, al desorganizado concurso del cabello más lindo de Silueta, a la improvisada y caótica elección de la más fotogenica. Pero en medio de estos ajustes económicos la improvisación pasó a un segundo plano y abrió el debate sobre el revolcón total que necesita el reinado. Porque de frente al siglo XXI la gran mayoria de la gente cree que el certamen se sigue realizando con parametros del siglo XVII.

EL JOLGORIO
Por fin el reinado salió de los clubes sociales. Los cartageneros tuvieron que esperar 12 días para departir con las candidatas, fue un encuentro breve, de algunos minutos. Fue como una ráfaga de viento de diciembre, pero a nadie le importó. La ilusión era verlas. Sentirlas cerca. Y ellas se entregaron por completo. El desfile de carrozas, de disfraces multicolores, de sudor de palenqueras y pescadores con olor a mar, se tomó la avenida principal de La Heroica. Fue un jueves en la tarde. Con un cielo azul. Con un sol inclemente, pero a nadie le importó. La gente sabía que ese día había ron, rumba y reinas. Una mezcla explosiva que en algunos momentos condujo a la locura. Una locura colectiva. De movimientos afrocaribeños. De ritmos pegajosos que terminaron con una noche de luna llena. Las reinas, encaramadas en planchones de lo que alguna vez fuera un bus o un camión de carga, bailaron sin parar. Lanzaron besos imaginanos que fueron respondidos con una sonrisa a flor de piel. Fue un encuentro íntimo, de miradas lúdicas, pero suficientes para entender que las fiestas de noviembre habían empezado para el pueblo. Las reinas apenas eran una disculpa para esos hombres y mujeres de piel gruesa, de manos estropeadas por el trabajo y de penas de antano que solo se alivian en estos días de reinado.
No importa que cinco días después tengan que regresar a una realidad que golpea como las olas contra los espolones. Todas esas tragedias quedan atrás porque en esos momentos la belleza de estas mujeres que bajo el inclemente sol recorrieron la avenida Santander fue la portadora de un sueño que nadie quería que tuviera final.
Ano tras año el desfile de carrozas va más allá de una formalidad en el cumplimiento de un programa oficial. Es el símbolo de un pueblo acostumbrado a unas fiestas que son ajenas pero a la vez un pretexto para sacar de su alma lo que es el Caribe. Y en eso a los cartageneros nadie les quita el bailado.
Al caer la noche de ese jueves las candidatas regresaron de nuevo a su lugar: los clubes sociales. Mientras tanto el pueblo cartagenero se entregó de lleno a un jolgono que solo finalizó cuatro días después cuando fueron sorprendidos con el nombre de la nueva Señorita Colombia. En ese momento entendieron que las fiestas de noviembre habían llegado a su final.
Que era hora de empacar los disfraces y esperar 12 meses para volver a revivir ese encuentro de amor incondicional que año tras año se repite como una historia de amor.