Especiales Semana

CORSARIOS DE GARAJE

El tráfico de libros ilegales les quita el 10 por ciento del mercado legal a las editoriales colombianas.

Marcela Peláez
18 de abril de 2004

Las aventuras de Francis Drake, Henry Morgan y las cofradías de los mares ya son cosa del pasado. Otros piratas tienen hoy a las autoridades del mundo con los ojos más abiertos que nunca.

Los piratas de la actualidad visten como cualquier mortal y pasan inadvertidos en las calles. Sus historias fantásticas no se desarrollan en los océanos sino en los andenes y sobre todo en los semáforos. Lo que hacen ahora es piratear libros.



De la imprenta a la calle

Hace un par de años, cuando Gabriel García Márquez publicó Vivir para contarla, antes de que estuviera en las librerías ya se vendía en los semáforos.

"Espionaje industrial", explica Enrique González Villa, director de la Cámara Colombiana del Libro. Y es que este negocio mueve cantidades de dinero al año. Hacer una copia pirata del último libro de Gabo costaba alrededor de 6.000 ó 7.000 pesos, mientras que en librerías el costo era de cerca de 50.000.

¿Y cómo llega un ejemplar de estos a ser pirateado antes de su lanzamiento? Pura malicia indígena. Los piratas tienen los métodos menos ortodoxos para conseguir un libro y copiarlo. En las empresas la mayoría de las veces hay infiltrados que se roban un par de cajas de un cargamento, y en unos días el libro está en los semáforos. Otras veces botan copias del original a la basura para que alguien las recoja y así poder imprimir los libros.

Claro que los métodos a veces terminan perjudicando al pirata. Cuando a mediados del año pasado se publicó en inglés el quinto libro de la saga de J.K. Rowling, Harry Potter y la orden del Fénix, los piratas se frotaban las manos: creían que podían hacer una fortuna con una edición pirateada en español antes de que el original fuera publicado, lo que sucedería casi un año después. Pero los piratas, seguramente, no tenían la menor idea de tres palabras básicas en el idioma: ortografía, gramática y sintaxis. Por eso resolvieron pasar el libro por un traductor automático inglés-español. Con los inevitables errores, el libro salió a la calle en varios países latinoamericanos, incluido Colombia. Pero por supuesto se vendió muy poco.

En el mundo de la piratería editorial se presentan casos desconocidos. Como el de los muchos piratas que no saben que lo son. Son los lectores o estudiantes que fotocopian los libros por ignorancia, negligencia, pero sobre todo por economizar. Así, cerca de 11.000 millones de pesos anuales se les van de las manos a los autores de los libros cada año por concepto de fotocopias (reprografía) en Colombia. Por comparación, la piratería litográfica, la de los libros, ocasiona pérdidas por cerca de 7.000 millones de pesos.

Uno de los casos más curiosos del mundo editorial es el de un profesor de una universidad bogotana a quien su alma máter le editó un libro que luego los estudiantes fotocopiaban, obviamente a petición de sus profesores. "Por favor, que mi libro no lo fotocopien, páguenme derechos", les decía el profesor a las directivas del centro educativo.

El problema de las fotocopias, según González, es que son un círculo vicioso. La mayoría de las veces los libros académicos son caros porque se venden poco. Entonces, como son caros, la gente los fotocopia. Los pocos que compran el original terminan pagando un precio altísimo, pues en la industria editorial la ecuación es muy simple: a mayor tiraje el precio es más bajo.



La ley contra el delito

En las universidades las autoridades han iniciado campañas de información y concientización acerca del tema de la reprografía, y en cuanto a la piratería, en los últimos seis años las cifras hablan por sí solas. El número de libros piratas incautados pasó de 37.000 en 1998 a 180.000 en 2003.

Claro está que los operativos y las campañas de las autoridades parecen no disminuir las aventuras de los piratas. En abril de 2003 las autoridades panameñas detuvieron a cuatro colombianos que vendían copias ilegales de las memorias del Nobel colombiano, así como una buena cantidad de libros del best seller Paulo Coelho.

Aunque la piratería está tipificada en el Código Penal, existe una ley según la cual si la pena impuesta es de tres años o menor el delito es excarcelable. Por eso ahora las personas que están en el negocio de los libros piden leyes más estrictas para poder luchar contra los dueños de las grandes imprentas de libros piratas.

Pese a que año tras año las autoridades anuncian golpes exitosos contra la piratería, muchas veces estos comercializadores terminan saliéndose con la suya: algo de contrabandistas llevan en su sangre.