Especiales Semana

DE AQUI PARA ALLA

15 de diciembre de 1997

Cuando el día apenas empezaba a despuntar y los primeros rayos del sol iluminaban las azules aguas del Caribe el cuartel general de las candidatas, ubicado en el tercer piso del Hotel Hilton, parecía un manicomio. Ellas iban y venían. Las chaperonas daban órdenes. En los salones de maquillaje los estilistas no daban abasto para atenderlas. Los diseñadores pegaban sus últimas puntadas a los vestidos que las reinas iban a lucir en esa ocasión. Al final los gritos de las chaperonas se hacían más fuertes. Las agujas del reloj avanzaban inexorablemente y ya era hora de salir para los ensayos y los compromisos con los patrocinadores. Esto era apenas el comienzo. Como en una pelea de boxeo, era el primer round de la mañana. Después de asistir a los interminables desayunos y desfilar una y otra vez para los invitados especiales, luciendo artículos para promocionar diferentes marcas, corrían de la mano de sus edecanes para abordar las busetas que las llevarían a un lugar que se convirtió en el más custodiado: el auditorio del Centro de Convenciones, donde todos los días ellas ensayaron la coreografía para la noche de coronación. Allí permanecían todo el día y después de esa extenuante jornada regresaban a su cuartel para ponerse nuevamente en mano de sus preparadores y estar en punto en blanco para salir a los clubes y salones y cumplir con los compromisos de rigor. Sólo hacia la media noche retornaban a sus cuartos en busca de la cama para conciliar el sueño aunque fuera por unas horas. Algunas caían rendidas, otras se desvelaban soñando con la corona y el cetro de Señorita Colombia y volvían a la realidad cuando al amanecer comenzaba otra vez a funcionar el manicomio real.