Especiales Semana

De Cedritos a Gay Hills

Poco han cambiado los sitios de socialización gay esta última década, a pesar de que la comunidad gana cada día en respeto y tolerancia.

Alonso Sánchez Baute
25 de junio de 2011

El gay colombiano ya ni siquiera se cuestiona el salir del clóset, un término cada vez más en desuso. El reconocimiento y la aceptación social se ven reflejados en su autoestima: personas educadas, más conscientes de su valor productivo y preocupados por servirle a la sociedad.

Sin embargo -y es muy curioso-, a los gays nacionales les gusta rumbear en bares cutres y medio clandestinos. Así lo reconoce Édison Ramírez, dueño de Theatrón. "A los gays no les gustan los sitios glamurosos. Manejan un discurso público ajeno a la cotidianidad que viven: hablan de clase y 'glamour', pero adoran rumbear en huecos". Mientras más hueco es el hueco, más se divierten, quizás como una manera de no olvidar su condición de outsiders, de no desaferrarse de lo oculto. La excepción a esta regla se da los domingos de puente, cuando dos glamurosas discotecas para heterosexuales, Bardot y Hotel V, se disputan el público (a Cavú, cada miércoles, se le abonan la buena energía y su ya famoso show de La Lupe).

Entre bares, discotecas, videos y saunas, Bogotá suma 108 sitios nocturnos para gays, desperdigados, mayoritariamente, por el centro de la ciudad y la avenida Primero de Mayo. Otra buena parte se extiende a dos manzanas chapinerunas: para nadie es un secreto que en los últimos años Chapinero se convirtió en el 'Chueca' criollo, al punto de que sus dos últimas alcaldesas han sido lesbianas.

Hasta mediados de los noventa, Cedritos fue el barrio preferido por los gays. Pero poco a poco se adueñaron de Chapinero, inicialmente por razones arquitectónicas, pues los edificios construidos en esos años ofrecían como novedad espacios propicios para personas solas. La inauguración del Body Tech de la calle 63 (que entre gays comenzó a conocerse como Barbie Tech) favoreció la migración. De ahí a la proliferación de bares y discos -así como a la apropiación de espacios públicos, como el que en su momento fue conocido como el Gayrulla de la 63-, no hubo más que un paso.

Actualmente, sobre la carrera 13 hay edificios habitados solo por homosexuales, mientras que muchas parejas gays estables se están haciendo a las pocas casas que quedan en Chapinero Alto (eso que entre gays de clase baja y media se conoce como Chapigay, mientras que los estratos altos llaman Gay Hills). Las propias calles de Chapinero Alto se constituyen hoy en el mejor lugar para ligar.

Hace pocos meses, un grupo de gays de alcurnia buscó éxito inaugurando una discoteca con ciertos toques de lujo, en pleno Parque de la 93, pero en menos de un año tuvo que cerrar. Tal parece que el gusto por lo sórdido y lo clandestino continúa, a pesar de que lo gay ya no es ni tabú ni prohibido.