Especiales Semana

DE TODO, MENOS ESTRELLAS

Mucho fútbol, pocas divas y figuras sólo de televisión en el Festival de Cine de Cartagena.

21 de julio de 1986

La actriz venezolana Mayra Alejandra Rodríguez, ídolo de millones de televidentes colombianos porque es la protagonista de "Leonela", sentada a pocos pasos del director chileno Miguel Littín, no sabía quién era éste ni por qué, para los fotógrafos, ese señor gordo y de barba entrecana también era objeto de asedio como ella, durante los calurosos y desordenados días del Festival de Cine en Cartagena.
Pero no se sentía inquieta por eso: entendía que Littín era otra de las curiosidades entremezcladas en un festival organizado por Focine en una ciudad que, como el resto del mundo, también gritaba y suspiraba y chillaba cuando alguien hacía un gol, y hasta las discusiones más serias e intrincadas alrededor de uno de los planos principales de la película francesa "Teresa" con la cual se inauguró el certamen, quedaban congeladas mientras se echaba una mirada cómplice a las numerosas pantallas que, como hongos alucinógenos, brotaban de todos los rincones, en todos los hoteles, en todos los pasillos, en todos los apartamentos donde durante siete días, colombianos y extranjeros se reunieron en ese ritual anual que se viene realizando contra viento y marea, con la simple terquedad de un hombre llamado Víctor Nieto, desde hace veintisiete años.
Este año fueron presentadas excelentes películas, propias y extrañas; se realizó un evento comercial y teórico sobre el video; se reunieron más de treinta cine-clubes de todo el país; se hicieron más propósitos para seguir defendiendo el cine latinoamericano; aparecieron destacados realizadores y actores; se esperó inútilmente a María Félix, quien como un fantasma estaba presente en todas las conversaciones; se bebió y comió en abundancia y se miraron películas que como "Teresa" de Alain Cavalier, "Hannah y sus hermanas" de Woody Allen, "Tren del escape" de Andrei Konchalovski, "La ciudad y los perros" de Francisco Lombardi, "Traje de noche" de Bertrand Blier, Fool for Love de Robert Altman, "De corazón a corazón" de Francis Coppola, entre otras, habían sido aclamadas en otros lugares del mundo. Además fueron estrenados tres largometrajes nacionales: "Visa USA" de Lisandro Duque, "El tren de los pioneros" de Leonel Gallego y "A la salida nos vemos" de Carlos Palau.
La cercanía de "Leonela", esa muchacha rubia y de senos grandes que era esperada cada vez con más apremio a la salida del hotel o el Centro de Convenciones por hileras de mujeres que querían mirarla de cerca y comprobar si era igual a la de la televisión; de un director como Miguel Littín, convertido por el mercadeo que rodea todo cuanto tiene que ver con García Márquez en un objeto de consumo masivo, esa mezcla casi irreverente de farándula y belleza con política y literatura, también estaba con la presencia de toda clase de figuras que pasaban buena parte del día tumbadas bajo el sol en la piscina del Caribe o en la playa, concediendo declaraciones a periodistas que, en algunos casos, habían llegado en bus desde lugares remotos, armados de grabadora y paciencia y para quienes hablar con alguien como Pastor Vega o la actriz española Asumpta Serna ya justificaba el permanecer en medio del calor de junio.
Ahí estaban los que hacen cine, los que lo escriben y lo protagonizan, los que lo compran y lo venden, y obviamente los que lo critican sin haber gastado un solo dólar en su producción, los que madrugaban antes que los demás y pasaban de un cine al otro, sin cerrar el ojo, aguantando la fatiga y el sueño sólo porque era necesario comprobar si era cierto que en una película soviética se planteaba una crítica feroz a la burocracia de ese país.
Directores venezolanos como Román Chalbaud y Antonio Llerandi; cubanos como Pastor Vega, Manuel Pérez y Luis Felipe Bernaza; españoles como Imanol Arias y Asumpta Serna; franceses como Michel Blanc y Anemone; un fugaz Antony Delon que nada tenía que ver con el Festival, apareciendo y desapareciendo entre los jardines del hotel; actores colombianos que estaban grabando algunos capítulos de "El huracán" en una isla cercana a Cartagena; algunos técnicos escapados de "Crónica" en Mompox; funcionarios franceses y españoles desencadenando una competencia feroz y entusiasta de información para sus películas; el mismo Littin desesperado porque era incapaz de conceder una sola entrevista más porque siempre le hacían las mismas preguntas, siempre querían saber si sus carcajadas son tan sonoras y características. Ahí estaban los funcionarios de los organismos estatales mexicanos que manejan el cine, soportanto que además de preguntas sobre charros y piques también los acosaran sobre el Mundial y los estragos del terremoto. Además estaban los directores de los otros festivales que funcionan en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa, directores de cinematecas y entes oficiales que manejan esa industria y este año se observó la presencia de más corresponsales enviados por agencias y periódicos de otros países, entre ellos Sergio Berrocal, un hombre robusto que habla suave y se la pasa entre Cannes, San Sebastián, Nueva York y Venecia, quien escribe para la France Press y estaba maravillado por el mayor descubrimiento gastronómico de su vida: el arroz con coco, con su sabor que mezcla el dulce y la sal.
En medio de películas, reuniones, muestras de video, cacería de "Leonela" y Littín (las auténticas estrellas del Festival), almuerzos apresurados y otras actividades, se realizó también un concurso de cine publicitario, por decimasexta vez, con participación de 140 comerciales, entre los cuales fue escogido uno de Alka-Seltzer en el cual, como si fuera un mini-corto, el actor Carlos Vives interpreta un personaje que se despide de la novia, baja del carro, camina a la casa, entra, sube las escaleras, arroja la chaqueta, entra al baño y bebe un vaso con la famosa pastilla blanca que se disuelve mientras le dice buenas noches a Carolina con un beso al espejo. A pocos pasos de ese comercial premiado estuvieron el de las galletas donde un piloto y una novia, maduros, hablan como niños y el de los tres modelos de Mazda. Algunos quedaron descontentos, sobre todo los de las productoras de comerciales.
A pesar del Mundial y las noticias sobre orden público y seguridad, el Festival tuvo buena acogida en la prensa, hasta el punto de que "El Tiempo" envió a una de sus cronistas más respetables, Patricia Lara, a que buscara "el otro lado del Festival" o sea, entrevistar a "Leonela" y descubrir que viaja con un despertador de pilas, mientras otros medios como "El Mundo" y "El Colombiano" no sólo enviaban hasta tres personas para que escribieran a diario y dedicaban más de una página a las informaciones, sino que dotaron a sus comentaristas de sofisticados aparatos electrónicos con el fin de obviar el uso de los télex en el envío de la información.
Lo cierto es que cada una de las personas llegadas de otros puntos del país y del exterior a Cartagena, según la actividad y el interés que tengan respecto del cine, es capaz de armarse su propio Festival: hay algunos que no salieron de la piscina, y sólo se vestían para ir a bailar por la noche, mientras otros andaban con aspecto de búhos después de mirar cinco películas diariamente. Unos madrugaban para correr por la playa y estar puntuales en las ruedas de prensa. Otros apenas se molestaban en atacar las mesas del buffet en el hotel. Unos protestaban cuando algo salía mal, mientras otros aceptaban todo con más humor y paciencia. Para unos la presencia de "Leonela" era significativa, otros la consideraban inútil. Unos se iban con la estrella española que tiene una voz preciosa, otros preferían asediar a Consuelo Luzardo, Jota Mario Valencia, Carlos Muñoz, Fanny Mikey, Diana Goldenberg y otras figuras nacionales que por una u otra razón estaban en Cartagena.
María Félix no apareció pero algunas de sus películas se pudieron ver; un alto porcentaje de la programación anunciada se cumplió; todo el que quiso hablar, habló y el que quiso preguntar, preguntó, y todos escribieron y filmaron y grabaron, y muchos armaron sus jornadas con fútbol y películas: cada uno tenía su propio Festival de Cine el cual, para 1987, curiosamente no depende de la nueva administración porque en Cartagena está un hombre de pelo blanco, calmado, que prefiere las camisas azules de manga larga y para quien la realización de este evento sigue siendo su obsesión cotidiana: de todos modos lo hace pero reconoce que la valiosa asesoría de alguien como el venezolano Atahualpa Lichy es capaz de conseguir, como este año, películas que todavía vienen tibias de Cannes.