Especiales Semana

DESARMERO

La erupción burocrática ha resultado más perniciosa que la del cráter Arenas

8 de diciembre de 1986

Ya es un lugar común hablar de "otro volcán del Ruiz": el volcán social cuya mecha fue encendida por la erupción del 13 de noviembre de 1985 y que, aunque no cuenta con los telesismógrafos y los sofisticados aparatos de medición y control que periódicamente alguien se roba del cráter del volcán verdadero, sí lanza sus fumarolas y sus tremores de advertencia por las páginas de la prensa. A un año de la tragedia, ese otro volcán de la exasperación represada de los damnificados sigue vivo e hirviente.
Hay razones para ello. Efectivamente, en la vasta región afectada directa o indirectamente por el cataclismo de hace un año, y en especial en el puñado de poblaciones que rodea esa especie de inmensa lápida funeraria de lodo petrificado bajo la cual yace Armero, la situación es hoy a simple vista prácticamente tan caótica como en el amanecer del 13 de noviembre cuando el barro de los deshielos acababa de sepultar a veinticinco mil víctimas. Los habitantes de Lérida, de Guayabal y de Venadillo, de Mariquita y de Honda, protestan por el desorden que han traído consigo los refugiados de la erupción, multiplicados ellos mismos por el aporte de decenas de millares de falsos damnificados venidos de todos los rincones del país, sobrevivientes de otras catástrofes: víctimas de las inundaciones del invierno, del desempleo de las grandes ciudades, de la violencia política.
Los refugiados, a su vez, se quejan de que al cabo de un año siguen sin vivienda, sin agua potable, sin trabajo. Los terratenientes e industriales agrarios de la zona, que habían hecho de ella un emporio de riqueza agrícola, se indignan de las trabas y dificultades sin número que los organismos del Estado les han puesto para reconstruir sus casas, reorganizar sus fincas, rehacer sus sistemas de riego. El alcalde de Armero--Octavio García Barón, que lleva un mes en el cargo--resume así la protesta generalizada: "La reactivación económica de esta región no se podrá poner en marcha si la infraestructura no funciona, y eso no sucederá hasta que pongan ahí una cabeza que la ponga a andar. Mientras tanto Armero no volverá a existir y la plata se va a seguir perdiendo".
Dentro de ese desorden generalizado, sin duda el elemento más grave lo constituye el problema de la inseguridad: robos, saqueos, invasiones, atracos, asesinatos, que han convertido a la que hasta hace un año era una comarca próspera y pacífica en un bolsón de criminalidad que rivaliza con Bogotá o Medellín o las peores zonas de conflicto del Magdalena Medio.
Ya no se roban, como en los primeros días que siguieron a la avalancha, los relojes de los sepultados olos marcos de las ventanas de las casas que quedaron incólumes. Pero en cambio son diarios los asaltos a las carpas de fortuna donde aún duermen los damnificados, los asaltos a las fincas que sus propietarios intentan reconstruir a base de inversiones, los sabotajes a la maquinaria agrícola o los robos de tuberías y alambre de púas, las tomas de posesión de lotes urbanos en Lérida o Guayabal. "Si uno deja tres días sola la finca, todo desaparece--denuncia Camilo Vargas, dueño de unas hectáreas donde antes de la catástrofe cultivaba maní. Las cosas que uno había vuelto a instalar, como tanques, para la poca agua que se recoge, cuchillas para los tractores y hasta vasijas de plástico, se las han robado.
Es imposible tratar de volver a parar una región en estas condiciones de seguridad". Los Rebolledo, que figuraron entre los principales productores agrícolas del antiguo Armero, cuentan la misma historia: "Nos han robado desde las cortinas hasta las motobombas".
Y la inseguridad no afecta sólo a los "ricos". Los propios damnificados se quejan del saqueo a que son sometidos casi a diario. "La pelea es peleando--explica a SEMANA una señora. Si Resurgir (el organismo creado por el gobierno para la reconstrucción de Armero) no le dio ollas a una señora, ella va y pide prestada, una a la vecina". Tales "préstamos" se convierten con frecuencia en peleas, y muchas veces, en un abrir y cerrar de ojos, la carpa entera queda desocupada. Y como consecuencia se ha creado una pugna entre los viejos habitantes de Guayabal o Lerida y los nuevos refugiados, que se acusan mutuamente de ser los responsables de la situacion. Algunos damnificados piensan que el problema es de salud mental: según ellos, hubo personas que quedaron tan mal sicológicamente desde la catástrofe que no han podido recuperarse del impacto y lo único que saben hacer es robar.
Pero no es eso lo que opina el alcalde Octavio García. "La situación de orden público es grave porque la han dejado volver incontrolable--dice a SEMANA. Es como si la Policía no existiera. El teniente al mando aquí en Guayabal es muy joven, y por su misma juventud, creo yo, es irresponsable. Los cabos también son muy jóvenes e inexpertos, y ellos y los agentes se emborrachan mientras los delincuentes comunes hacen lo que les da la gana. En una ocasión llegaron al extremo de herir a un transeúnte mientras se hallaban en estado de embriaguez, lo cual es intolerable. Y el teniente no hace nada". El alcalde no es el único. Según pudo comprobar SEMANA, las quejas contra el cuerpo de la Policía son continuas y unánimes, y la gente asegura que los policías se limitan a afirmar que cuando se cometieron los delitos en determinado campamento ellos no estaban de servicio. Se han cometido incluso asesinatos de características espectaculares, con incineración de los cadáveres, y nada se sabe de investigaciones. Uno de los residentes del ancianato de Guayabal, el anciano Manuel Rojas, añade una queja particular; y es que el alcalde anterior dio como sede a la Policía de Armero en Guayabal parte del ancianato con el resultado de que "la inmoralidad nos está invadiendo". "Los policías se bañan desnudos todos los días en la alberca del ancianato--explica Rojas--y cada baño es una fiesta. Nosotros merecemos respeto por la edad que tenemos y además porque este lugar nos pertenece". El alcalde Octavio García agrega que, al tomar posesión del cargo, se vio obligado a entablar una demanda en la Procuraduría debido a que los fondos que Resurgir ha dado al municipio no aparecen por ninguna parte, aunque en teoría fueron entregados como auxilios a la Policía local.
Pero no sólo contra la Policía se acumulan las quejas. La demanda del alcalde pide también que se investigue a las empresas que se encargan, en teoría, de proveer de fluido eléctrico.
Electrolima, gerenciada por Miguel Name Nieto, está a cargo de la electricidad para las nuevas "urbanizaciones" de Guayabal y Lérida, pero las quejas por el servicio son multitudinarias. No es raro que la luz se vaya durante días enteros. Y el problema no es solamente una incomodidad más para los habitantes, sino que paraliza las obras de reconstrucción y funde los transformadores de la maquinaria.
Toda esta situación se complica aún más con los problemas generados no sólo por la falta de empleo, sino por la dificultad de los damnificados para aprovechar a derechas el empleo que se ha venido creando. Esto tiene en parte razones sicológicas, dicen a SEMANA los responsables de un equipo de estudiantes de sicología de la Universidad Javeriana que adelanta investigaciones en Guayabal. Los supervivientes quedaron afectados por graves traumas, en particular de soledad, y ese es uno de los factores que les impiden desarrollar normalmente trabajos productivos.
Se ha creado empleo. El Minuto de Dios, por ejemplo, ha contratado 500 obreros para la construcción de vivienda; la corporación Ayudémonos creó 200 puestos de trabajo; la fábrica Ladrillos por Colombia, montada con las donaciones de la comunidad judia, otros 200, y 100 más el Cuerpo de Socorro Suizo. Resurgir ha empleado como choferes o limpiadoras a unas 50 personas. La ampliación de los acueductos ha dado trabajo a docenas de personas, y los agricultores empeñados en reconstruir sus fincas han hecho otro tanto. Sin embargo, mucha gente prefiere el trabajo independiente, que en la práctica se traduce por lo general en simple rebusque.
Así, cincuenta de los trabajadores de la ladrillera dejaron su empleo sintiéndose explotados y se dedicaron con relativo éxito a vender paletas de agua coloreada en el "cementerio de Armero": la ancha explanada de lodo solidificado sembrada de cruces que cubre la ciudad sepultada. Otros pusieron puestos de flores para vender a los familiares que visitan las tumbas y otros se comprometen por un estipendio semanal a mantenerlas "bien cuidaditas y limpias". Las viejitas que se quedaron solas viviendo en una carpa venden arepas a los turistas y a sus compañeros de campamento.
Y cuando arrecia el sol, no falta el niño que se acerque a las viviendas en construcción para vender a los obreros una gaseosa litro en el triple de su precio. Otros muchos simplemente vegetan, contentándose con cobrar la asignación mensual de 4.500 pesos que hasta hace pocas semanas pasaba Resurgir a quienes tuvieran carnét de damnificado. En menos de un año, Resurgir entregó de esa manera nada menos que mil ciento treinta y cinco millones de pesos en efectivo.
La pregunta general es entonces qué se hizo con todo el resto de la plata. En los primeros días de la tragedia se habló de muchos millones de dólares donados por los gobiernos extranjeros, de miles de millones de pesos recaudados no sólo en Colombia sino en todo el mundo de la generosidad de los particulares, de bonos especiales de reconstrucción, de donaciones de los cafeteros que incluían una buena tajada del Fondo Nacional del Café. A juzgar por todo eso se podia pensar que la región de Armero, en vez de ser esa zona postrada y deprimida que hoy puede verse, sin agua ni empleo y con sus habitantes viviendo todavia en carpas, estaria convertida en algo parecido a Disneylandia. Pero las apariencias engañaban. Muchos de esos fondos estaban amarrados a proyectos especificos, de modo que el dinero no entrará mientras ellos no se pongan en marcha: es el caso, por ejemplo, de 142 millones depositados en el Banco de la República por el gobierno de Australia para un proyecto tecnológico agrario. Otros recursos, por el contrario, eran exclusivamente para las tareas de rescate: es el caso de la ayuda del gobierno de Estados Unidos, que no se dio en dinero sino que se limitó a financiar horas-vuelo de pilotos y fletes de aviones cargados con primeros auxilios.

El alcalde de Armero dijo a SEMANA que de todos esos pajaritos de oro, el presupuesto real adjudicado a Armero para 1986 fue de 49 millones 600 mil pesos, "que no dieron un brinco". "Trabajamos con las uñas --dice el alcalde. No hay plala ni siquiera para comprar una sábana, como nos sucedió la semana pasada para el levantamiento de un cadáver. El alcalde anterior sobrevivía porque tenía amigos en posiciones altas que le ayudaban, y así pudo ponerle un poco de orden a esto. Pero es tal el número de organizaciones diferentes que meten la mano en el asunto que es imposible entender a donde va el dinero". Y, por si todo eso no fuera bastante, las necesidades de lo que fue Armero crecen constantemente en vez de disminuir, y a un ritmo sin comparación alguna con el de cualquier otra población del país. Porque, como ya se dijo, millares y millares de damnificados de toda Colombia acudieron en romería a Armero como paralíticos que van a Lourdes a pedir un milagro, y allá están. Para ilustrarlo basta un ejemplo: en el año transcurrido desde la catástrofe, la población infantil en edad escolar de la región ha aumentado en un cincuenta por ciento.
Pues en la práctica sucede que es imposible saber cuál es el número real de los damnificados. Se supone que, directa o indirectamente, ascendieron a la increíble cifra de medio millón de personas, porque Armero constituía el centro nervioso--en comercio, en finanzas, en mercadeo agrícola, en fuentes de trabajo--de una inmensa zona del Tolima. Parte de la población de Guayabal y Lérida, los pueblos más cercanos, pero también de Mariquita, Honda, Libano, Murillo y Venadillo, dependía laboralmente de Armero, y con su destrucción perdió la fuente de sus ingresos.
En la parte oriental del Nevado del Ruiz--Chinchiná, Palestina y Villamaria--sucedió otro tanto. En consecuencia, el primer dolor de cabeza de los organizadores de la reconstrucción fue el de averiguar quiénes eran los damnificados más directos. Unas veinticinco mil personas quedaron enterradas bajo la avalancha de lodo, y hubo aproximadamente seis mil supervivientes. Pero hubiera sido demasiado sencillo limitarse a ellos.
Así, Resurgir empezó por carnetizar a los damnificados, y la verdad es que los resultados no han sido muy satisfactorios. Recibieron carné 9.250 familias, que representan un total de unas 28 mil personas. Y sólo al cabo de diez meses se vino a caer en cuenta de que la metodología usada para hacer el censo se habia prestado a infinidad de fraudes: millares de los carnetizados hacían cola varias veces para recibir sus auxilios mensuales en metálico, inscribiéndose para cobrarlo en varias poblaciones diferentes. Esa es una de las razones por las cuales esa ayuda directa ha sido suspendida recientemente, limitándola a los mayores de 70 años, a los inválidos y a los niños. Los demás, se supone, deben haber ya conseguido trabajo a estas alturas. Pero, como se ha dicho ya, esa no es la realidad.
Para la inmensa mayoría de los habitantes de las regiones afectadas todos los problemas enumerados hasta ahora tienen un responsable con nombre propio: Resurgir. El presidente Belisario Betancur creó personalmente esa ambiciosa organización pocos días después de la tragedia con el objeto de que coordinara todos los auxilios y todas las tareas de reconstrucción de la región destruida. Colocó a su cabeza a un gerente de lujo, el conocido urbanizador Pedro Gómez Barrero, que debería garantizar la eficacia ejecutiva de la empresa. Le puso una junta directiva también de gran cartel, encabezada por el cardenal Alfonso López Trujillo, quien por esos días había recibido la medalla del mérito aeronáutico por haber bendecido a Armero desde un avión. El propio Betancur presidía dicha junta, y le dedicaba ocho horas semanales a trabajar en el asunto. Resurgir debería ocuparse de canalizar los auxilios nacionales e internacionales, privados y públicos, donaciones y adjudicaciones de fondos, así como de coordinar la tarea de las numerosas organizaciones que colaboraban en la construcción: Minuto de Dios, Servivienda, Pastoral Social, Ayudémonos Cuerpo Suizo de Socorro, Eternit de Colombia, Antioqúia Presente, Actuar, y naturalmente, de los organismos e institutos del sector público:
varios ministerios --Hacienda, Salud, Obras--, el Instituto de Crédito Territorial, la Caja Agraria, el Catastro, las electrificadoras. Su primera tarea consistió en hacer un cálculo de cuánto se necesitaría para rehabilitar a los damnificados y regenerar la zona: cincuenta mil millones de pesos. Y puso manos a la obra.
Muy pronto, sin embargo, resultó evidente que Resurgir era un elefante blanco. Pedro Gómez Barrero renunció al cabo de pocos meses, declarando que era imposible trabajar con la multitud de trabas burocráticas impuestas por el propio gobierno. Su súcesor, Juan Carlos Rocha, no duró ni tres meses en el cargo. El actual gerente de la entidad, Bernardo Bonilla Pérez, con el cual Resurgir rompe el récord de tener tres cabezas en menos de un año que hasta ahora ostentaba el Ministerio de Agricultura, acaba de posesionarse. Y entre tanto las quejas contra el organismo no han cesado de acumularse, desde todos los sectores. El alcalde de Armero acepta que las intenciones eran buenas: "La filosofía de Resurgir es buena en todos los órdenes, pero en la práctica no funciona para nada", dice a SEMANA.
Y al parecer casi todos los damnifica dos están de acuerdo con él, pues afirman no haber visto resultados positivos sino de parte de otras entidades el Minuto de Dios, por ejemplo, o es pecialmente la Cruz Roja, que ha edificado casas, reparado hospitales y construido puestos de salud, financiado microempresas y, sobre todo, encontrado millares de personas que se habían creído desaparecidas en la avalancha.
Pero en favor de Resurgir nadie dice una buena palabra. Las demás corporaciones se quejan de que una y otra vez en el curso del año ha cambiado sus planes, haciendo que aquellas pierdan grandes inversiones --casas, por ejemplo, en zonas donde Resurgir decidió luego que no se construirian alcantarillados ni acueductos. Los damnificados adjudicatarios de viviendas también se quejan, no sólo del tamaño de las casas y los lotes, sino también de la improvisación y desorden en el tendido de las infraestructuras: faltan tramos de alcantarillado, y las aguas negras se rebotan en las nuevas urbanizaciones. Por lo demás, de las cinco mil viviendas previstas no han sido entregadas al cabo de un año sino 780, aunque Resurgir anuncia que para el 31 de diciembre entregará 548 más y en el primér semestre del año entrante otras 1.977 (de todas estas Resurgir sólo construye directamente vivienda para 500 personas. En lo que toca al resto, simplemente "coordina a las entidades que se han ofrecido a construirla con respecto a los sitios, los parámetros de construcción, la asignación de las viviendas y las diferentes formas de desarrollo social y comunitario de los damnificados", dice a SEMANA Héctor Diaz, delegado de Resurgir en Guayabal).
También se quejan los campesinos. La Asociación de Usuarios Campesinos de Guayabal aseguró a SEMANA que la hacienda "Iguacitos", una de las que fueron adquiridas por Resurgir para parcelarla entre pequeños campesinos damnificados, fue entregada a "los hijos de las personas que son miembros de las juntas de coordinación que otorgan los terrenos". En cuanto a la hacienda "Brujas" (1.740 has.) apenas se estan haciendo los estudios de parcelación. Por otra parte, dicen los usuarios, Resurgir les exige que, individualmente o por grupos cooperativos, pasen un proyecto escrito especificando qué quieren hacer con la tierra y qué técnicas piensan utilizar. "Nosotros a duras penas sabemos entendernos, cómo vamos a pasarle a esa institución un informe técnico escrito", dice el presidente de la asociacion, Aníbal Camargo.
Los propietarios grandes también se quejan. Daniel Rebolledo, dueño de la hacienda "La Unión", resume a SEMANA: "De Resurgir ya no esperamos nada. Hemos vuelto a poner en marcha la asociación Pro-Armero (que surgió a raíz de la avalancha por iniciativa de los hacendados locales y fue desmantelada para que no incomodara la acción de Resurgir), y estamos siendo solidarios con nosotros mismos. Resurgir nos pidió contribuciones para reconstruir los sistemas de riego de la región, sin los cuales la tierra no sirve para nada, y nunca lo hizo. Ahora cada cual está sacando plata de su bolsillo para. rearmar las fincas, rehacer los linderos, abrir acequias, lavar el lodo, para que la tierra pueda volver a servir. Y ya dejamos de insistir en que nos den la ayuda que a nosotros, que también somos damnificados, nos debían dar con todas las donaciones que recibió el gobierno".
Rebolledo señala otros problemas: "Desde la avalancha, la tierra ha sufrido varios reavalúos catastrales, y ahora resulta que el lodo vale una cantidad de plata; pero no sirve para nada porque no se puede sembrar sobre él. Pero el mayor problema ya no son ni siquiera los robos y los saqueos en las casas de las fincas, sino que el gobierno no nos da créditos. Para otorgarlos, el Banco de la República exige a sus intermediarios, los demás bancos, una serie de garantías que prácticamente ninguno de nosotros puede satisfacer. Exigen la hipoteca de los bienes no afectados por la avalancha, pero como todas nuestras tierras fueron afectadas no hay garantias y en consecuencia no hay créditos. Y si no hay plata no podemos generar empleo, y si no generamos empleo no será posible nunca reactivar la zona a nivel económico, y mucho menos social".

Resurgir, sin embargo, se defiende. En el caso de la vivienda subraya, como ya se dijo, que quien la construye son otras entidades, salvo en muy pocos casos. En el de la parcelación de las fincas adquiridas para hacer la reforma agraria en la región asegura que el experimento piloto de "Iguacitos" fue un éxito que benefició a sesenta y seis familias agrupadas en dos cooperativas, que ya están en condiciones de seguir produciendo por su cuenta. Cuando parcelen "Brujas" serán 300 familias las que entrarán a trabajar en produccion comunitaria.
Por otra parte se han desarrollado planes pilotos de microempresas familiares--criaderos de pollos, fabricación de bloques de cemento, ebanisteria, artesanías--que están funcionando con excelentes resultados en especial en el más conflictivo de los campamentos de damnificados, el "Guillermo Páez". Y finalmente Jaime Calderón, jefe de presupuesto de Resurgir, dice a SEMANA que es fácil comprobar que la mayor parte de sus proyectos ya son realidades: un 50% o más de las obras de infraestructura está ya reconstruido, y en lo que toca a la red vial, se ha ejecutado en un 95%. En sus once meses de existencia, Resurgir ha gastado 3.500 millones de pesos (ver recuadro). Y señala Calderón, sólo un 0.03% de ese total corresponde a gastos de operación de la entidad.
Resurgir, a su vez, se queja de otros problemas. El principal de ellos es el incumplimiento del Estado, que sólo le ha entregado la cuarta parte de los reculsos que se habia comprometido a darle. Y además, dice Calderón, "lo fue entregando como quiso, sin respetar las fechas límite que él mismo había fijado". Una de esas demoras hizo que, por ejemplo, las obras de reconstrucción se paralizaran durante noventa días, con el consiguiente aumento de los costos. Por otra parte, ciertas decisiones tomadas para evitar gastos han tenido consecuencias caóticas, como la de no contratar empleados para Resurgir (son 125) por nómina sino por honorarios, lo que significa que no están afiliados al Seguro Social ni reciben prestaciones. Durante el último mes del 85 ni siquiera recibieron sueldo, pues estaban a título de colaboradores. Y un detalle más: las oficinas de Resurgir en la carrera 13 con calle 26 de Bogotá, pertenecen a Luis Carlos Sarmiento, quien las cedió gratuitamente durante todo el año, pero acaba de reclamarlas para el próximo mes.
Y lo peor --vaticina Calderón- todavía está por venir. A principios de octubre el gobierno autorizó una adición presupuestal de 366 millones de pesos para Resurgir sobre la vigencia fiscal del año 86, pero para la del año que viene la entidad quedó por fuera del presupuesto. "El gobierno no nos asignó ninguna cuota--dice Calderón--sino que nos advirtió que debemosfuncionar con el rendimiento financiero de los dineros presupuestados para el año 86, que ya se gastaron. Y que además no pertenecen a Resurgir, sino que van entrando por diferentes canales: sencillamente nunca los hemos tenido en paquete.
¿ De dónde van a salir entonces los intereses para trabajar el año que viene?".

RESURGIR DEL 15 DE NOV.85 AL 30 DE SPT.86

EGRESADOS EN MILLONES DE $

ene.jul. agos. spt. TOTAL
1985 1986 1986
CONCEPTO

ASIST. SOCIAL Y ECON.
Pagos direct. a damnif. 7.0 1273.4 140.9 1421.3
Pagos indire. a damnif. 0.3 513.9 20.1 534.3 TOTAL ASIST. SOCI. Y
ECONOMICA 7.3 1787.3 116.0 1955.6 Total invers en reconst.
y reactivación 1147.5 251.5 1399.0

Gastos de funcion. 108.2 25.3 133.5 Total gastos financieros 7.6 4.0 11.6 TOTAL DE EGRESOS 7.3 3050.6 441.8 3499.7

INGRESOS EN MILLONES DE $

Ene.Julio Agos.Sept. TOTAL CONCEPTO 1985 1986 1986
DONACIONES EN DINERO
De partic. nacional. 262.8 1251.1* 29.7 1543.6 De gobier. extranj. 416.3 156.1 572.4 De partic. extranj. 118.5 632.6 15.3 766.4
TOTAL DONAC. EN DINERO 797.6 2039.8 45.0 2882.4
Donación bonos ley 50 170.0 32.5 202.5 Rendimientos financ. 148.5 15.6 164.1 Ingresos Presup. Nacio. 410.0 410.0
TOTAL INGRESOS 967.6 2188.3 503.1 3659.0

Mil millones fueron donados por el Comité de Cafeteros
El presupuesto anual del 86, que el gobierno asignó a Resurgir fue de $4.050.000.000.oo, y hasta el 7 de noviembre de 1986, el total entregado a la entidad suma $1.330.000.000.oo